Un nuevo país, una nueva ciudad y un montón de clientas nuevas por conocer. El aeropuerto de ciudad de México era sumamente grande. Antes de llegar al país ya había buscado un departamento donde permanecer durante sus meses de estancia. No sabía que esperar más que nuevas sorpresas. Se embarcó en un Uber; aquella ciudad no lo recibió como él quería. Estaba lloviendo a cantaros como si el cielo se estuviera cayendo. Los truenos retumbaban fuertemente. Ya lo estaban esperando. Recibió las llaves del apartamento e ingresó, no tenía los ánimos de dar una vuelta para ver qué era lo que podía encontrar. Tenía frio y estaba un poco empapado. Se dio una ducha y vio más conveniente descansar.
Apenas se levantó fue en busca de algo para comer, abordo un taxi indicándole que lo llevara al centro comercial más cercano. Directamente fue al patio de comidas por un par de waffles con una malteada de fresa. Después compro lo necesario para la despensa para poder sobrevivir por la primera semana. Volvió a casa aún no se sentía preparado para explorar la nueva ciudad, aun el clima estaba un poco frio.
Prepara el almuerzo, un sándwich de jamón, queso, tomate y lechuga. Leyó una revista sobre los más grandes empresarios del país. Todo estaba en calma y no sabía por dónde empezar, si salir a descubrir lo que había a fuera o desempacar sus maletas que aún estaban en la entrada. Encendió el ordenador, abrió su página de citas y actualizo su ubicación. Después de eso desempaco todo.
Los días pasaban y sus citas sexuales ocupaban su itinerario para salir a recorrer la ciudad, llevaba diez citas en la primera semana y ya tenía agendadas ocho más para la próxima. Había una cita en particular; quedaron en encontrarse en un restaurante. Sabía que no era común como las otras clientas, todas las mujeres que ocupaban sus servicios iban a lo que iban, tener sexo y desparecer del mapa.
Era un día de esos donde el sol se esconde muy rápido dándole paso a la oscura noche, fue al restaurante acordado, con unos jean, una camisa y zapatos deportivos. Cuando llego al lugar se dio cuenta de que su vestimenta no iba acorde al restaurante donde se encontraba. Quería volver a su casa a cambiarse pero se dio cuenta de que ya era un poco tarde. Una chica de aproximadamente 28 años le alzaba la mano. Quizás ella era Adela, su nueva clienta. Llevaba puesto un vestido color rojo que hacia juego con el color de sus labios.
- Es un placer soy Andreu, usted debe ser Adela – comentó él.
- Estas en lo correcto, toma asiento – dijo ella.
- Debo pedir una disculpa, por no venir vestido adecuadamente.
- No tienes porque, fue mi error al no avisarte al tipo de lugar que veníamos.
La miro fijamente, era educada, le sonreía a cada momento como si le estuviera coqueteando, se sonrojo. Cenaron y bebieron champagne. El aún estaba nervioso, ella se daba cuenta por como la miraba o por como respondía sus respuestas.
- Eres muy joven para estar en la industria del sexo – indicó ella.
- No tanto, tengo la edad suficiente – aludió él.
- ¿Qué esperas de una chica como yo? – preguntó Adela.
- Estoy dispuesto hacer lo que usted ordene – respondió él sin titubeos.
Se dio cuenta que su respuesta era demasiada corta en palabras pero infinita en significado.
- Esa respuesta me agrada – dijo sonriendo Adela.
Él también sonrió, Adela sacó de su cartera un sobre grande y se lo entrego.
- Léelo bien cuando estés consiente de lo que vas hacer conmigo, llámame.
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PROSTITUTO
RandomQuería ser libre de verdad, olvidarse de lo malo que le había sucedido. Pero su pasado estaba atado a él y se había acostumbrado vivir en ese mundo. El sexo se había convertido en su diario vivir, era algo monótono, formaba parte de su vida. ¿Quién...