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El fin de semana termino con una cerveza bien helada admirando la mágica ciudad donde se encontraba. Sería posible haberse enamorado solo con ver sus ojos, parecía que la hubiera conocido en algún lugar. Quizás eran dos almas que se conocieron en alguna otra vida y se reconocieron, sin recordar nada.

De camino a su cita compro rosas rojas, estaba nervioso como nunca antes. Cuando llego al restaurant se comenzó a olfatear, se miró en la cámara de su celular, revisándose sus dientes y su peinado, quería estar impecable.

- Buenas noches, una inquietud ha llegado una dama bella, con vestido negro y un sombrero del mismo color, tengo una cita con ella aquí. – preguntó Andreu en la entrada del restaurant.

- Hace poco una señorita llego con el atuendo que usted indica, siga de largo y la encontrara.

Ingreso aun inquieto, de lejos la distinguió, estaba completamente seguro que era ella, camino pausado, pensando en que debía decir cuando la vea a los ojos.

- Hola, linda noche – expresó Andreu por la espalda de su acompañante misteriosa.

Ella voltio la mirada y se levantó de un solo salto.

- ¡Eres tú! – grito ella – con permiso debo irme – dijo haciendo a un lado a Andreu.

- Adelaida, espera no te vallas, te debo una explicación.

Ella abandono el restaurant seguida por Andreu.

Era ella, Adelaida la chica que había conocido meses atrás en Paris, debía buscar la manera de detenerla y explicarle por qué no había podido llegar a su encuentro. Corrió y se colocó delante de ella, le extendió las rojas hacia ellas.

- Por favor solo déjame explicarte y si no me crees te marchas y hacemos como si nunca nos hubiéramos encontrado.

Ella dejo caer las rosas y siguió caminando dejando atrás a Andreu.

- No pude ir, porque acompañe a una amiga a que se quitara la vida – gritó Andreu mientras su voz se quebraba y algunas lágrimas brotaban de sus ojos.

Adelaida se había detenido.

- Que escusa tan extraña – comentó ella volviendo.

Recogió las rosas y volvió a caminar.

- Discúlpame por haber hecho eso, ven vamos por un trago y me cuentas otra historia un poco más creíble.

- Todo lo que he dicho es verdad – expresó el quedándose en el mismo lugar.

Se colocó enfrente de él y paso su mano por su cara borrando aquellas lágrimas.

- Enserio discúlpame, conozco un lugar cercano donde venden sangrías, quieres venir conmigo, si no quieres lo entenderé, por cierto gracias por las rosas, están hermosas.

Comenzaron a caminar juntos, el ambiente tenso se había esfumado, pero aún se conservaba el silencio. Se acomodaron en un restaurante ordenando una copa de sangría para cada uno. Quizás no era la cita que él o ella estuvieran pensando. Casi no dijeron nada mientras bebían sus copas de sangrías.

- Ya es un poco tarde, debo volver a casa – indicó ella.

Abandonaron el restaurant, Andreu ayudo a detener un taxi para ella, abrió la puerta y ella subió. Él tenía la mirada en el suelo.

- Espera, te parece si cenamos el viernes – dijo ella antes de despedirse.

- Sería un placer – contestó Andreu viéndola a los ojos.

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