DORINDA

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Su teléfono sonó a las 6 de la mañana, era muy temprano para recibir alguna llamada de alguna persona que requiera de sus servicios, aunque todo era posible.

- Hola, buen día, tengo el gusto de hablar con Andreu – comentó una voz femenina.

- Buen día con el habla, en que la puedo ayudar – dijo el sin rodeos.

- Mucho gusto mi nombre es Dorinda Castro, quería saber si hoy está disponible por la noche, me gustaría conocerlo.

- Esta noche la tengo libre, será un placer, le informo que el costo es de 500 dólares por noche – indicó Andreu.

- El dinero es lo de menos, mediante mensaje de texto le confirmo la ubicación del lugar y la hora exacta para nuestro encuentro, que tenga lindo día.

- Igualmente Dorinda, cuídese.

Había quedado en reunirse con su nueva clienta a las 8 de la noche en un restaurante muy lujoso de la ciudad llamado Chardonet, cuando llegara al restaurant debía preguntar por ella, además menciono que llevaría un vestido color morado, por lo cual no podría confundirse, busco en el internet la ubicación del lugar, se dijo así mismo que era conveniente buscar un traje, él restaurant lo ameritaba y quizás su acompañante también.

Busco una casa de alquiler de ternos, se probó algunos, para al finalizar, quedarse con un traje azul que parecía que fue hecho para él, compro un par de zapatos de vestir en la misma tienda. Después de esto fue al supermercado a comprar algunas cosas para su despensa, además compro un nuevo libro sobre auto superación, bebió un frappe y camino a su pequeño departamento con todas sus fundas de compras, preparo un par de waffles congelados en la tostadora, los acompaño con algunas fresas.

Se dio un baño con agua helada, después de eso se recostó en su cama y leyó 2 capítulos de su nuevo libro, quería comprender con exactitud cómo administrar su dinero; sus ahorros los guardaba en diferentes bancos a medida que viajaba, muchas veces fantaseaba que algún día sería una persona con mucho poder económico, coloco el libro en la mesa de noche, camino descalzo hasta la ventana para escuchar y ver la ciudad, admiro a aquella señora que vendía flores en un puesto esquinero, todo estaba acomodado perfectamente, los colores de las flores eran brillantes.

Aun se encontraba desnudo deambulando por toda la casa, encendió la televisión, pero él sabía que nunca la vería, quizás lo hacía para escuchar un poco de ruido aparte de sus pasos descalzos que no se hacían notar, se sirvió una copa de vino tinto y brindo con la soledad por el éxito de la vida.

No sabía que esperar de su nueva cita, así que lo único que hizo fue condenarla a un sinfín de definiciones sin saber con exactitud cuál sería la correcta en esta ocasión, la tacho de promiscua, sadomasoquista, llena de fetiches y fantasías inimaginables. Lo que tenía de malo era que etiquetaba a las personas sin conocerlas, no le importaba lo que tenía que hacer, solo pensaba en la ganancia que obtendría esa noche, él sol ya estaba a punto de ocultarse, los faros de las calles comenzaron a encenderse uno a uno con una sincronización perfecta.

Su alarma sonó a las 6:30 de la tarde, se colocó ropa interior nueva que había comprado días atrás, comenzó a vestirse sin prisa, mientras la música de un bar cercano retumbaba a todo volumen; llamo para pedir un taxi, se miró al espejo mientras se colocaba un poco de perfume, se sentó en la sala con otra copa de vino, esperando con ansias su taxi. Un claxon se escuchó y bajo de inmediato, le indico con exactitud la dirección al chofer y esas fueron las únicas palabras que dijo durante su camino.

El restaurante era demasiado lujoso que por un instante pensó que no encajaba en ese lugar y menos con su traje alquilado por 90 dólares la noche, tenía los ahorros suficientes para comprar un esmoquin de diseñador como Oscar de la Renta, Armani o quizás Louis Vuitton, lentamente camino a recepción del restaurante, del cielo raso colgaban lámparas que de seguro costaban más de lo que el ganaba en un mes e incluso pensó que el mozo vestía mejor que él.

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