La perra y el gato

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Rultán Raham se dispuso a bajar a la nave según las órdenes del piloto de su nave. Bajó y miró a la tripulación con rostro dubitativo y preocupado. Posó por primera vez su pie en el suelo de la base espacial y suspiró intentando hacer de tripas corazón y seguir adelante con el plan. - Eres un militar, eres un militar, adiestrado, competente y valiente - Se repetía cual mantra para poder seguir adelante y afrontar lo que estaba por venir ya que era su primera misión despachado del entrenamiento básico militar de la corte del clan Shatir. Con las indicaciones en un brazalete de tecnología avanzada que portaba comenzó a caminar sin mirar a su alrededor. Fijos sus pasos, fija su mente, fijo hacia delante, no hay más que lo que ha de venir.

Imizael por el contrario se tomaba su tiempo, era rápida y tampoco quería apresurar al seguramente mimado, lento y decrépito emisario que los famosos "genios - de Agrabah" - según la imaginación de Imi - se le nota un gesto de disgusto mirándote a nuestra protagonista - mientras continuaba a veces deteniéndose para un tentempié y otras a observar los interesantes murales de esa nave. Ésta parecía emular un centro religioso más que a una estación espacial: lugar de conexión entre naciones de un mismo planeta, de recepción entre distintas especies y grandes enviados. Esa supuesta base espacial, si era eso, venía a decir, "así somos, esto creemos, y así queremos ser, ¡maravillaos y postraos ante nuestra cultura!". Al pensar esto, sacó la lengua e hizo un gesto desaprobatorio consigo misma - Imi, tú no eres así, no te gusta pensar en cosas serias, aunque hay que decir que hay una energía especial en este lugar, hm... ¿¡Otra vez!? ¡Ya! - terminó gruñéndose a sí misma y dando pasos firmes hacia delante.

- Señor Raham, sus señales se están acercando al punto de encuentro, encontraos sin dilación.

- Gracias pero ¿por qué tan solo vamos nosotros dos a esta misión diplomática? - hablando a la consola dispuesta en forma de ancha pulsera en su antebrazo.

- Ya lo sabe señor. Es una misión de pura negociación, no de rescate. En caso de lo peor conoce las tácticas militares pertinentes. Conocerá además la impecable fama de Imizael, ¿verdad?

- Sin duda... - traga saliva - no estoy hecho para misiones de campo - se susurra a sí mismo.

- Señor, recuerde que quien necesita de su ayuda es nuestro amado príncipe, es más, su amigo. Se criaron prácticamente juntos, ¿cierto?

- Y que además te vas a casar con su hermana - salta otra voz por la comunicación, también femenina y juvenil, vivaz, casi cortando la voz de la rakastán.

- Lo sé, lo sé, rakastán y señorita Naray. - Aseguró el emisario con voz inquieta en boca seca, y se centró en respirar.

Aire, aire, ven a mi, y recuérdame que estoy vivo - dijo en su mente como si de un hechizo se tratara.

- Bien, ya he llegado, ¿y ahora qué? - pregunta acercando su brazalete tecnológico a su boca esperando ser escuchado y consolado por las directrices de Sherezal.

- Según nuestros sensores ya está allí su futura compañera. ¿Está seguro de no verla, señor? - Pregunta con tono serio, aún con la tersura de aquella mujer que alguna vez fue madre.

Rultán mira a sus alrededores y se sienta ligeramente fatigado. Entonces se sienta apoyado en la pared y mira arriba y descubre un poco de pelo que cae sobre él. - Qué raro... - oye un par de golpes detrás de la puerta, como si alguien hubiera saltado y mira hacia ella comenzando a volverse a sentir aterrado - ¿Qu... Quien anda ahí!? HH... -traga saliva al no poder hablar por el estrés - He venido en son de paz - Se levanta y suspira inclinando la cabeza y abriendo sus brazos, alzándolos, para evitar cualquier tipo de sospecha -

- Vaya, vaya... Me esperaba un anciano con temple, arrugado y experimentado. No un bollito dulce recién salido del horno. - Ríe Imizael moviendo su cola con más felinidad de lo que cabe esperar de cualquier cánido, mas demostraba el inmenso control que tenía sobre todo su cuerpo.

- Señor Rultán Raham es mi nombre, soy el emisario. - Confesaba suspirando aliviado - Y puedo ser joven e inexperto en misiones de campo. ¡Pero si me han enviado aquí es porque saben que soy el mejor negociador del planeta y puede que del sistema! Así que señorita, ¡le ruego respeto!

- Uhmhmmm~ Ya veo que el corderito tiene algo entre esas patitas. - Imizael se apoya contra el marco de la puerta chulesca.

- Así es. Algo de mente fría y corazón helado es necesario para conseguir.... - El emisario que ya había bajado los brazos hacía tiempo, por fin se dignó a alzar su mirada para contemplar lo que fue un remolino de emociones que confundido le hizo ruborizarse y volver a una actitud infantil atónito - lo que... se quiere...

- Muy bien. - Dice ella estirándose sin demasiado entusiasmo. - Es hora del trabajo aburrido. Hay que avanzar hacia esos imbéciles. Nos estarán esperando ¿no? Porque si hay algo que odio de las negociaciones es que nos deja vulnerables... Sería tan fácil terminar con ellos uno a uno. No serán más de unos 100 a fin de cuentas. ¡Quizá menos! Bueno, si no te esperan a la mínima que nos dejemos ver nos acribillarán. - Finaliza su alegato prácticamente pensando para sí misma.

- Si, lo saben. La rakastán está en contacto con ellos haciendo los tratos y negociando los pasos a tomar.

- Pues vamos. - A Sherezal - Díganos el punto de encuentro con los secuestradores, por favor.

- Recibido. El punto de encuentro es el puente de mando, ellos llegarán desde abajo, por el lado oeste de la nave. Vosotros debéis llegar desde la entrada este si la punta de la nave, donde se halla el puente de mando, es el norte. Han prometido dejaros todo el pasillo este de la nave libre y por nuestros sensores parece que lo están respetando. Así pues apresuraos.

- ¡Afirmativo! - dijeron los dos prácticamente al unísono.

- ¡Sígueme! - dijo Imizael - Me sé casi toda esta nave de memoria gracias a unos planos escondidos cerca del punto de acceso.

- Te sigo. - Comunicó casi susurrando.

Vacío, oscuridad y balasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora