Capítulo 2

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Porque aun cuando era difícil, siempre trató en hacerme feliz:
Mis rodillas saltaban impacientes. Volteaba a todos lados, aun cuando trataba de mantenerme serena. El aeropuerto siempre tan repleto, ahora se veía con mucha más gente. Me asustaba el hecho de no encontrarlo, o que él no me encontrara. Sin embargo, solo me estaba creando una paranoia. Una incomprensible, pues todavía faltaban diez minutos para que aterrizara su avión. Decidí llenar mis pulmones de aire mientras que con música me hundía más en la silla. La voz de Charlie Rodd, que siempre me había parecido atrayente, no lograba atraparme, ni alejarme de la angustia que sentía. Las sillas a mis costados se comenzaban a llenar, y eso solo aumentaba mi ansiedad. El enorme reloj de la terminal marcaba unas esperadas "12:35" en un brillante rojo. Apreté con fuerza los descansabrazos de mi asiento, jamás había esperado a alguien en un aeropuerto además de mi padre. La gente comenzó a levantarse y caminar hacia las dos grandes puertas de cristal.

Había llegado.
De un salto me levanté y me escabullí entre las personas que, al igual que yo, estaban esperando a alguien. Y para ser honesta, jamás había maldecido tanto mi estatura. Y mi pecho se contrajo cuando lo vi. Inclinándose un poco para recoger su maleta de la banda eléctrica. Quise gritar.
Giró y pude verlo por completo. Con su atuendo oscuro, sus pantalones rasgados, y la enorme chaqueta que le cubría un poco más de la cadera. Con ese gorro bordado y un cubre bocas tapándole hasta la nariz. Una sonrisa me llenó la cara; YoonGi estaba aquí.
Corrí hasta la puerta, y me paré enfrente, dudando un poco si me veía lo suficientemente linda con mi jumper blanco, y mi blusa celeste. Me puse de puntas, buscándole la mirada. Y cuando se conectaron una corriente eléctrica me rodeó el cuerpo.
Abrió sus brazos recibiéndome, levantándome y haciéndome girar en el aire. Hundí mi nariz en cuello. Y él me apretó más contra sí.

-Llegaste- murmuré lagrimeando. Lo escuché inhalar mi aroma.
-Estoy aquí, linda.
Nos separamos y entrelazó su mano con la mía. Se acomodó el gorro y la mascarilla. Y caminamos solo teniendo como acompañamiento las voces del aeropuerto y el sonido de las ruedas de su maleta.
Subimos a mi pequeño Spark blanco. Y el cielo negro se hizo presente. Era obvio que llegando a mi apartamento dormiríamos. YoonGi se hundió en el asiento y se quitó la tela que cubría sus labios. Suspiró cuando encendí el auto.
-¿Estás muy cansado?
Pregunté encendiendo el aire acondicionado al igual que el reproductor de música. YoonGi negó mientras se tronaba el cuello.
-Dormí casi todo el vuelo.
Sonrió.
-¿Entonces qué sucede?
-Ya me estoy lamentando que en dos días me voy.- suspiró.
Mi mirada se perdió. Pero intenté sonar positiva.
-Lo importante es que estás aquí ahora. Y gracias- volteé a verlo, para dedicarle una sonrisa.- Es muy significativo para mí que estés aquí. Aun cuando es difícil.
Sentí su mano sobre la mía, en la palanca de las velocidades.
-Yo lo estoy disfrutando más. Créeme.
(...)
Alcé mi rostro al sentir la mano de Hanna presionando la mía. Ella me dedicó una sonrisa.
-Nuestro último día, princesa- dijo con una emoción reprimida.
-Adiós a la prisión- dije.
Reímos, silenciosamente, pues nuestro compañero de generación, y presidente estudiantil, Christian, hablaba en el podio.
-Ahora.- Hanna y yo nos enderezamos.- Se he me ha dado el honor de presentar ante ustedes a los estudiantes más sobresalientes de la generación número quince de la Licenciatura de Biotecnología Genómica.
Los nombres fueron yendo mencionados uno tras otro. Y mi pulso se aceleró cuando el mío sonó en los parlantes.
-Y como quinto lugar de generación, hay que darle un fuerte aplauso por su esfuerzo a Mitchel Lizeth Betancout Román.
Me levanté siendo segada por las luces de los flashes, principalmente los de mi temporalmente castaño novio. Que con tinte falso y lentes de armazón negro se mezcló entre todos.
Sonreí ante su cámara tomando con una mano en mi reconocimiento mientras mi profesora Mirna de Química, me abrazaba.
No podía estar más feliz.
La ceremonia no demoró en terminar, y después de que todos lanzamos nuestros birretes al aire entre risas, corrí a los brazos de YoonGi, quien me aceptó con gusto, levantándome.

SABIA QUE ERA DIFÍCILDonde viven las historias. Descúbrelo ahora