Los ojos de Eunha brillaban llenos de emoción al escuchar por tercera vez una de las increíbles aventuras de su padrino. Desde que había llegado al maravilloso piso en el que vivía su amigo Baekhyun, Luhan casi no había parado de hablar. Primero, contando hasta el último detalle de su viaje a Kamchatka y, después, contestando, una a una, todas las preguntas que se le ocurrían al inquisitivo cerebro de su ahijada. Por ello, a pesar de su tendencia a hablar por los codos, tenía la boca seca. Así que, cuando se oyó el sonido de la llave en la cerradura y tanto Baekhyun como Eunha se pusieron en pie de un salto, aprovechó para dar un largo trago a su cocacola, aliviado.
Al final Chanyeol, el marido de Baek, había tenido que retrasar su vuelo unos días debido a ciertas complicaciones de última hora; por ello, en cuanto abrió la puerta, apenas tuvo tiempo de soltar la pequeña maleta con ruedas antes de que su esposo y su hijastra lo asaltaran, ansiosos, cada una por un lado.
―¡Hola, enana! Ya veo que se te ha caído otro diente. ¿Seguro que solo tienes siete años y no ciento cincuenta?
Alzó a la sonriente chiquilla con el brazo derecho, le dio un sonoro beso en la mejilla y luego se volvió hacia su esposo, a la que mantenía bien apretada contra el costado izquierdo.
―Cada vez que te veo estás más guapo, baby ―afirmó con voz ronca, un segundo antes de inclinar la cabeza y besarle con un ardor que no había disminuido ni un ápice a pesar de los meses transcurridos.
Al ver aquel recibimiento, Luhan volvió a sentir la ya familiar punzada de envidia que, a pesar de sus esfuerzos y de lo mal que la hacía sentir, no podía reprimir cada vez que veía reunida a la encantadora familia que su amigo había formado. En realidad, se alegraba de corazón de que Baekhyun, que había sufrido mucho en un matrimonio anterior, en esta ocasión y a pesar de los comienzos nada propicios, hubiera tenido la suerte de encontrar a un hombre tan cariñoso y considerado como aquel gigantesco norteamericano, que no podía disimular que estaba loco por el.
Unos minutos después, ambos parecieron recordar por fin que no estaban solos y, de mala gana, se apartaron el uno del otro; el con las mejillas muy coloradas y él con un destello pícaro en los brillantes ojos azules.
―Vamos, pasa, la Tata ya tiene la comida lista.
―Espera un momento, tengo algo por aquí...
Chanyeol salió de nuevo al descansillo y regresó arrastrando una pequeña bicicleta con ruedines, de un brillante color rosa chicle, y con una coqueta cesta de paja en el manillar.
―¿Le has comprado otra cosa al bebé? ―Eunha sacudió la cabeza con desaprobación y añadió en un susurro bien audible―: Papi te va a matar.
―¿Tú crees? ―susurró él a su vez, al tiempo que le lanzaba a Baekhyun una cómica mirada de temor. Eunha asintió, muy seria.
―Y encima le has comprado una bici rosa... ―Volvió a sacudir la cabeza, esta vez con pesimismo.
―¿Crees que al bebé no le gustará?
El americano seguía hablando en voz baja, como si no fuera consciente de que Baekhyun, Luhan y ahora también la Tata, que acababa de salir de la cocina, seguían aquel diálogo con mucho interés.
―Papá, el bebé es un ni-ño ―Alargó las sílabas como si pensara que así le resultaría más fácil de entender.
―¿Y a los niños no les gusta el color rosa? ―Chanyeol se rascó la nariz, muy concentrado.
―No. No les gusta nada.
―Ya veo.
Al ver su expresión de desilusión, la pequeña trató de animarlo:
―A lo mejor puedes cambiarla por una azul.
―¡Anda! ―Su padrastro se golpeó la frente como si acabara de recordar algo muy importante―. Ahora que me acuerdo, la bici no era para el bebé.
La niña pasó una mano acariciadora por la cesta blanca y, sin poder contenerse, tocó el timbre que repiqueteó con un alegre sonido metálico
―Es tan chula... ―suspiró―. ¿Para quién es, entonces?
―Déjame ver. ―Chanyeol cogió la enorme etiqueta que colgaba a un lado del manillar―. ¡Vaya, no puedo leerlo sin mis gafas!
―Espera, que te ayudo. ―La niña cogió la etiqueta y, con cierta dificultad debido a la letra cursiva, leyó en voz alta―: Para... la... señorita... Jung Eunha. ¡Jung Eunha!
¡Esa soy yo! ¡Es para mí! ¡Es para mí, papi!
Medio sordo por sus gritos de júbilo, Baekhyun no pudo evitar sonreír enternecida; Chanyeol era un hombre tan absurdamente generoso que resultaba imposible enfadarse con él. Eunha se abalanzó sobre su padrastro y se abrazó a sus piernas con fuerza.
―¡Me encanta, papá, gracias!
―¿Acaso pensabas que me había olvidado de tu cumpleaños, enana? Sentí mucho no poder pasarlo con ustedes, pero te prometo ―trazó una cruz con el pulgar sobre su corazón― que el próximo no me lo perderé por nada del mundo.
En ese momento la Tata anunció que la comida hacía un rato que estaba lista, que llevaba toda la mañana afanándose como una esclava en la cocina y que ya era hora de que pasaran al comedor. Por supuesto, todos obedecieron sin rechistar, aunque Eunha tuvo que hacer un esfuerzo casi sobrehumano para apartarse de su preciosa bicicleta.
Entre las aventuras de Luhan ―que ahora, a salvo en la civilización, le parecían mucho más cómicas a la propia protagonista― y las descabelladas anécdotas que Chanyeol guardaba siempre en la recámara, la comida transcurrió en un ambiente inmejorable. Las carcajadas de los comensales resonaron a menudo en la espaciosa habitación, hasta que un comentario inocente de Baekhyun durante el postre, cuando en una especie de éxtasis colectivo degustaban la tarta especial de la Tata, borró en el acto la sonrisa de los labios de su amigo.
―Tengo la impresión de que, después de todas esas peripecias en Kamchatka, tu relación con Sehun va a ser mucho mejor de ahora en adelante.
―No cuentes con ello ―replicó, alzando la nariz en el aire.
Las miradas de Baekhyun y Chanyeol se cruzaron, y esta alzó las cejas de manera elocuente.
―Vamos, Luhan ―su anfitrión le dirigió una sonrisa amable―, admite de una vez que Sehun es un tipo genial, ¿a que sí, enana?
Eunha, que tenía la boca llena de tarta, asintió enérgicamente con la cabeza.
―Sí, claro, genial. - el pelirrojo hizo una mueca―. Ya veo que te tiene completamente engañado, Chanyeol.
―Yo lo conozco desde que tenía diez años y también pienso que es un hombre maravilloso ―intervino Baekhyun, que era incapaz de quedarse callado cuando alguien se metía con alguno de sus seres queridos.
―Pues yo te digo que tu amigo es un mataperros, un traidor robanovias, un pervertido, un aprovechatormentas ―la voz de Luhan iba adquiriendo un timbre más agudo por momentos ―, un engañaniñas inocentes, un guardasecretos, un cretino integral, un acosador, un... un... ¡Un mataperros!
―Mataperros ya lo has dicho, tío Luhan―le recordó Eunha con amabilidad.
―¡Da lo mismo, eso es exactamente lo que es! ¡Y un motero, para más inri!
―¿Se ha comprado Sehun una moto? ―preguntó Chanyeol con interés, aunque no entendía que relación tenía esto último con la retahíla anterior.
―¿Eh? ―Jadeante, el pelirrojo frenó su rabiosa tirada y lo miró confundido.
―Lo digo por lo de motero.
―No, hombre. ―Impaciente, alzó los ojos al cielo y aclaró como si se dirigiera a un tonto de remate―: Motero. Que pone motes. Motes hirientes, por supuesto.
Chanyeol miró a su esposo con los ojos muy abiertos, y el tuvo que morderse los labios para contener una carcajada.
―Bueno, como viene ahora a lo mejor hacéis las paces ―comentó Baekhyun luchando por mantener la seriedad.
―¿Que viene? ¿Ahora? ―La piel de por sí pálida de las mejillas de Luhan se tornó aún más blanca.
―¿No sabías que había vuelto? ―Baekhyun lo miró con expresión inocente―. Llegó anoche. Me dijo que tenía un poco de jaleo y que no podía venir a comer, pero ha quedado en pasarse a la hora del café Al momento, Luhan se levantó de la silla, con tanto ímpetu, que casi la tira al suelo.
―Yo... yo... ¡Casi se me olvida, tengo que irme! Un asunto urgente. Un cliente está metido en un lío muy gordo y tengo que ir al juzgado.
―¿El sábado?
―Ya sabes, la justicia no descansa.
Luhan repartió besos a todo el mundo, incluida la Tata que recogía los cacharros en la cocina sin dejar de canturrear una canción, y salió del piso casi corriendo.
―El tio Luhan y el tío Sehun se llevan fatal.
―Fatal ―asintió Chanyeol, muy serio. Al ver que la niña se removía inquieta en el asiento, su Papi le dio permiso para levantarse y Eunha salió disparada, dispuesta a probar la nueva bicicleta, aunque fuera solo arriba y abajo del pasillo.
―¿Fatal? ―Baekhyun alzó una ceja, inquisitivo.
―Tan mal que te apuesto lo que quieras a que antes de que acabe el año vamos de boda.
―Entonces así de mal, ¿eh? ―sonrió, malicioso.
―Te lo dice un experto en mujeres. ―Frunció los labios con su mejor mueca de perdonavidas y añadió de modo enigmático―: A pesar de lo que dice Sehun, estoy seguro de que así será.
Baekhyun se cruzó de brazos y clavó en él sus rasgados ojos dorados sin decir una palabra; una pose bien estudiada que siempre conseguía hacerle confesar.
―Está bien, baby ―suspiró su marido con su mejor cara de grandullón desvalido―, está claro que solo soy un pobre hombre dominado por su esposo.
El puso los ojos en blanco.
―Me llamó desde Rusia, desesperado. Dijo que la había cagado pero bien. ―Sin dejar de hablar, Chanyeol dejó la servilleta hecha un gurruño sobre la mesa, se levantó de la silla, se acercó a donde el estaba, la tomó de la mano y la hizo levantarse a su vez―.
Añadió que estaba seguro de que lo había perdido para siempre. ―Le pasó un brazo por encima de los hombros y apoyó la otra mano, posesiva, sobre el abdomen abultado―. ¡Caramba, este niño va a ser karateka, qué patadas!
Incapaz de resistirse a su cercanía, Baekhyun echó la cabeza hacia atrás y le ofreció sus labios; sin dudarlo un segundo, Chanyeol tomó posesión de su boca y ambos se olvidaron del mundo hasta que la Tata los interrumpió, gruñona:
―Vamos, vamos, que tengo que recoger la mesa.
Baekhyun se apartó en el acto, avergonzado de haber perdido por enésima vez la noción del tiempo y el espacio, y Chanyeol comprobó encantado que, a pesar de la infinidad de apasionados momentos compartidos, su esposo aún seguía sonrojándose igual que un recién casado.
Obedientes, salieron del comedor y se dirigieron al salón cogidos de la mano sin dejar de sonreírse. El profundo amor que se reflejaba sin disimulo en los iris dorados llenó a Chanyeol de calidez; sin embargo, de pronto, el frunció el ceño y le dirigió una mirada cargada de reproche.
―Oh, oh. ¿Qué ocurre ahora, baby?
Baekhyun liberó la mano que su marido aún retenía entre las suyas y trató de sonar indignado; aunque, en realidad, lo que más le apetecía era arrojarse sobre él y seguir besándolo hasta que ambos perdieran el sentido.
―¡Park Chanyeol, no soy un niño al que haya que ocultarle los problemas! Tenías que haberme contado lo de Sehun. Si quieres que nuestro matrimonio funcione tendrás que dejar de ir por la vida en plan Llanero Solitario.
El americano se secó un inexistente sudor de la frente con el dorso de la mano.
―Te juro, Baek, baby, que a partir de ahora te consultaré hasta cuándo cortarme las uñas de los pies. Te aseguro ―una amplia sonrisa, cargada de satisfacción, se dibujó en su rostro― que acabarás harto de mí.
Baekhyun sacudió la cabeza, divertido; aquel hombre era incorregible. La impetuosa entrada de Sehun en el salón los interrumpió.
―¿Se ha ido? ―preguntó a modo de saludo.
―En cuanto se enteró de que venías ―contestó Chanyeol sin paños calientes, lo que le costó un doloroso codazo en las costillas. ―¡Ouch!
Baekhyun no hizo el menor caso de su mirada de reproche.
―Vamos a tomar un café y hablamos tranquilamente.
Unos minutos después, los tres bebían el café que había preparado Baekhyun, repanchingados en los confortables sillones colocados alrededor de la mesa de centro. El joven, que les había prohibido terminantemente hablar de nada que no fueran aburridas cosas de tíos hasta que el regresara, se sentó junto a Sehun en el sofá y dio un sorbo a su taza antes de empezar con el interrogatorio.
―¿Qué ha pasado?
―La he cagado, Baekhyun.
Sehun se apartó el largo mechón de pelo oscuro que había resbalado sobre su frente. No tenía buena cara; aquella mañana no se había afeitado y se le marcaban unas profundas ojeras bajo los ojos.
―Bueno, no sería la primera vez. No creo que sea para tanto ―trató de animarlo, pero él movió la cabeza de lado a lado con pesimismo.
―Esta vez es la definitiva.
Baekhyun empezó a preocuparse de verdad, no recordaba haber visto a su amigo así de abatido jamás.
―¿Qué has hecho?
―No puedo contártelo ―apoyó los codos en los muslos y hundió la cabeza entre las manos―, pero me he portado como un bastardo mentiroso con Luhan y sé que no va a perdonármelo jamás.
A pesar de que la curiosidad lo estaba matando, Baekhyun respetó su reserva.
―Dale tiempo, Sehun. Ya sabes cómo es Lu: estalla como una bengala, pero su fuego no quema. Seguro que en unas semanas se le ha pasado y volvéis a retomar vuestra agotadora relación, pasivo-agresiva, con total normalidad.
Pero, sin cambiar de postura, Sehun negó con la cabeza.
―No sé cómo voy a vivir sin el... ―fue apenas un susurro, pero tanto Baekhyun como Chanyeol lo escucharon con claridad e intercambiaron una mirada llena de preocupación por encima de su cabeza.
―Sehun, no te rindas ―suplicó Baekhyun, al tiempo que apoyaba la mano sobre su hombro, compasivo.
Aquel leve contacto le hizo reaccionar. Sehun se incorporó, cogió la taza de café ya frío de la mesa, se la bebió de un trago, del mismo modo que un pistolero del oeste vacía su vaso de whisky en la barra del saloon antes de un duelo a muerte, y volvió a dejarla sobre la mesa con un sonido seco que a Baekhyun le hizo temer por la integridad de su delicada vajilla Villeroy & Boch.
―No me hagáis caso; por supuesto que no voy a rendirme. ―Su amigo respiró, aliviado, al ver el brillo decidido de los ojos oscuros; por fin su querido Sehun había vuelto a su ser―. Por un minuto me he dejado arrastrar por la autocompasión, pero ya pasó. Llevo enamorado de la zanahoria putrefacta casi desde que tengo uso de razón y va listo si cree que su condenada obstinación hará que deje de fastidiarlo.
―Así se habla, amigo. ―Chanyeol pronunció la última palabra con su mejor acento yanqui, lo que le arrancó una de sus raras sonrisas torcidas.
―Está bien, Baekhyun, voy a darle un tiempo a tu amiguito, pero te lo advierto: mi paciencia tiene un límite y estoy dispuesto a tomar medidas drásticas.
Al notar su expresión tormentosa, a sus interlocutores no les quedó la menor duda de que Sehun hablaba muy en serio.
―Lo entiendo, Sehun, y te prometo que tendrás todo mi apoyo. ―Por unos segundos, Baekhyun sintió un aguijonazo de culpabilidad al pensar en su amigo, pero lo descartó al instante.
―¡Esto se merece un brindis! ―afirmó Chanyeol, entusiasmado. Con presteza, rellenólas tazas de café antes de alzar la suya y los otros dos le imitaron―: ¡Para que Luhan se entere por fin de quién manda en...!
El chisporroteo en los ojos dorados de su esposo provocó que la frase acabara en un carraspeo culpable.
―Yo haré el brindis. ¿Algo que objetar? ―Baek le lanzó una mirada amenazadora por entre los párpados entornados, y su marido se apresuró a negar con la cabeza.
―Para que Luhan...
Pero Sehun no la dejó terminar.
―Yo me encargo. ―Alzó la taza en el aire con un centelleo peligroso en las pupilas―. ¡Por mi próxima boda!
Y el guirigay de los vítores se mezcló con el tintineo de la porcelana mientras entrechocaban las delicadas tazas, una y otra vez.
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Te odio pero, besame
RomanceSehun y Luhan se conocen desde niños. Segun Luhan, lo suyo fue odio a primera vista, pero da la casualidad de que Baekhyun es la mejor amigo de ambos y estan condenados a verse a menudo. A pesar de que odia los imprevistos y las sorpresas, esta disp...