V

3 1 0
                                    

La hoguera atávica de los sentires y de las pasiones crepita una vez más y me devuelve algo de su fuerza, de su impulso, de su esperanza. Intento resistirme; por fin ha llegado el momento que tanto añoraba: la prueba que he de superar. Por fin podré convertir el día en noche, la soledad en compañía, el susurro en comprensión, la agonía en liberación. Duelen los caprichos, recelosos, posesivos. La obsesión pretende transformarse en poesía de nuevo. No hay tal poesía, sino un desconcierto de emociones, un arrebato desenfrenado de ilusiones. Una idea febril que manipula mis sentidos. Debo resistirme, aunque desearía tanto poder ceder; ser el débil de la historia y poder dejarme arrastrar por tanto sentimiento noble, por tanto sentimiento verdadero, por tanto amor sincero, pero algo me detiene siempre, algo que sólo se forma con el paso del tiempo, con el olvido de la maldición que se conjura luego de toda situación de despecho. ¿Qué se hace con algo que hace tanto mal como bien? Se huye, estoy harto de huir. ¿Se acepta? Estoy cansado de aceptar lo inentendible, de emplear la fe como una granada de mano defectuosa. ¿Se comparte? Lo hago ahora mismo. ¿Se pide consejo? Son bienvenidos todos y cada uno, aunque sigan siendo solo palabras y no hechos. ¿Qué se hace entonces? Yo te diré lo que se hace, amiga mía: resistir, luchar, pelear, mantenerse siempre en un lugar de autorespeto, fulminar a los astros con la mirada. Ganar una posición de suma estima propia y no ceder, jamás ceder. Siempre prestar ayuda desde esa posición elevada y jamás descender a los abismos de la agonía por nada ni por nadie. Qué bellas son las personas que ascienden así hasta mí, las veo y me siento hermano de todas esas nobles gentes. Si es tu caso, amiga mía, no lo dudes; si te maldices por estar en una situación de no poder ver en la oscura sombra, no lo dudes; si esperas una soga que te salve, un alma que te llegue y te llene de su esencia, no lo dudes: sé tú misma. Yo lo siento (te siento en cada parte de mí), pero aquí estaré, esperando a que subas para darte la bienvenida. Sólo entonces te enseñaré a volar si quieres y te mostraré el lugar (aunque tú ya lo verás por ti misma) en el que se puede ser libre y feliz, abierto y pleno, natural y único. Confío en que eso ocurra, confío en tu capacidad de superación de los infortunios y las decepciones, en tu amor por la vida, en la augusta necesidad de tu ser..

El último AbismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora