Carta Uno

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Querida mía:

En estos oscuros días que habito, desde el exilio de tu corazón,
Las personas se convertieron en sombras;
Las enredaderas, tan caprichosas y ambiciosas,
Oscurecieron los pétalos dorados de las flores que más te gustan;
El canto de las aves (que te aman) me maldijo desde la copa de los árboles;
Las noches se volvieron día y los días, amarga somnolencia.
Te amo es decir muy poco en estos momentos, después de mi regreso, habiendo estado aislado e insensible durante tanto tiempo, habiendo muerto con el adiós de un corazón cobarde como lo fue el mío. Dejarte fue un suicidio, perderte la última ausencia. Te extraño es el único hecho cierto, la única verdad que tengo. Deseaba que tú encontraras algo así de cierto y que me lo enseñaras toda entusiasmada, el corazón henchido de felicidad, tu sonrisa inundando de luz y alegría, de nuevo, todas estas tinieblas que siento en el espíritu. Hoy tu frialdad atraviesa mis ilusiones, toda esperanza y los posibles versos que busco y que ya no encuentran algún sentido para ser en ti, mientras que un témpano de hielo se forma en un nosotros ya olvidado y oscuro. Escarcha es el recuerdo. Tal vez algún día, en esta vida o en la otra, podamos dar calidez a nuestro ahora invierno..
Tuyo siempre..

El último AbismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora