Magia y voz

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Strumming my pain with his fingers,
Singing my life with his words,
Killing me softly with his song,
Killing me softly with his song,
Telling my whole life with his words,
Killing me softly with his song

Killing Me Softly, Roberta Flack

—¿Otra vez tú?

Izuku sube sin avisar. Se queda en la orilla de la balsa, la aleta de su cola aun roza el agua.

—No digas que no te gusta mi compañía.

—Es horrible.

—No seas así, Kacchan.

«Kacchan».

Si no lo detuvo desde la primera vez que le dijo así, ahora es demasiado tarde, se lamenta Katsuki. Toda su tripulación ya oyó que «Kacchan» es la manera en la que se refiere a él. Toda. Todos los hombres y mujeres que están acostumbrados a llamarlo «Capitán» o «Bakugo» —cuando hay más confianza—. Sólo Eijiro le dice «Katsuki». Pero nadie, nunca jamás, le había dicho «Kacchan».

—No me has dejado en paz todas estás semanas —espeta.

—Tú no me has dado las gracias —dice Izuku— ni te has ido.

—¡Porque todavía estoy reparando mi barco!

—Además me caes bien.

Y está eso.

Katsuki podría haberlo corrido. Podría haberlo amenazado con un sable, con la pistola que no había perdido en el accidente, con cualquier arma. Pero nunca lo hacía. Tampoco intentaba correrlo con más fuerzas que unas cuantas quejas.

—No veo por qué eso sea posible —le dice—. Eres masoquista.

Izuku se encoge de hombros.

—¿Por qué estás aquí? Siempre veo que otros son los que vienen a pescar —le dice—. Nunca me les acerco.

—Hablaban demasiado —espeta Katsuki.

Necesitaba tiempo a solas. Llevan semanas varados en ese lugar. Por suerte las islas del archipiélago son un pequeño paraíso donde pueden subsistir sin matarse unos a otros, pero Uraraka, la bruja, empieza a estar harta del resto de la tripulación —con excepción de Mina, el hada que rescataron en el último puerto antes de la tormenta, pues asegura que es la única persona con higiene en todo el lugar—. A veces Katsuki se harta y necesita tiempo a solas. Momentos que Izuku le está arrebatando porque cada que lo ve sobre la balsa, en la bahía entre una isla y otra, se acerca y se sube sin avisar. Lo usa para tomar el sol.

—Oh, quieres silencio.

Bueno, parece que se da cuenta.

—Sí.

Izuku hace un puchero.

—Quería platicar.

—¿De qué carajos ahora? —espeta Katsuki—. Y te juro que si vuelves a preguntarme para qué son los tenedores...

—¡Creí que eran armas! ¡Como nuestros tridentes! —se disculpa Izuku.

—¡No tenemos armas tan patéticas!

La cara de Izuku sigue siendo un puchero.

Podría callarse y no responderle. Dejarlo hablar hasta que se diera cuenta de que él no planea contestarle. Pero no lo hace.

—Nuestras armas son diferentes —dice. Quiere borrar el puchero de la cara de Izuku. Lo odia—. Ya te lo he explicado. —Silencio—. Cuando me rescataste me preguntaste si éramos cazadores.

Until I Breathe This Life [Katsudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora