Himiko

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We go running way back in time
Through diamond eyes
We gotta go back to the start
Back 'til we are back home

Wisdom Cries, AURORA

Hay un pájaro cantando. Está en lo alto de la cueva y ninguno lo alcanza. Izuku agita la cola, que sólo se llena de tierra y mugre. Allí no hay agua. Tiene una quemadura, cercana a la cadera, la marca de una mano. Se la hizo el elementar de fuego mientras intentaban atarle las manos a la espalda, cuando estaba luchando por deshacerse del agarre de sus captores. Es sólo una marca. Pero duele.

Tampoco puede hablar. Hay una tela en su boca. Suelta quejidos cada que intenta liberarse, pero es inútil.

La piel de sus brazos raspa contra las cuerdas. No puede voltear la cabeza como para verla, pero supone que está roja y raspada y quizá herida. Su cola está sujeta al piso con cadenas, no puede golpear a nadie con ella, ni moverse. Y lo peor es que no hay agua cerca. Intenta respirar hondo, pero el pánico lo está atacando.

—Cállate —espeta el hombre lagarto. Es el único que está cuidándolo. No sabe dónde están los otros—. Haces demasiado ruido.

Izuku no le hace caso. Si lo único que puede hacer es intentar proferir cualquier sonido, va a hacerlo.

Después de un rato, el hombre empieza a hablar.

—La gente debería tenerme más miedo, ¿sabes? —No mira a Izuku, pero sabe que le está hablando a él. Chasquea la lengua—. Sigues insistiendo en quejarte cuando todavía no te hemos hecho casi nada... —Saca una de las espadas que trae en la espalda y la acerca al pecho de Izuku, que se hace para atrás al sentir el metal en su piel—. Podría darte una razón. —Ladea la cabeza y entonces sí, lo voltea a ver—. Los hechiceros oscuros me hicieron lo que soy hoy. ¿Sabes lo que son? No contestes, no me importa. —Pausa—. Apuesto a que no sabes lo que duele fusionar un lagarto con un ser humano y hacer un híbrido a la fuerza. Ni las brujas pudieron arreglarlo.

Izuku sabe la diferencia básica entre brujos y hechiceros. Los primeros aprenden a reconocer a magia de la naturaleza, los segundos usan canalizadores para poder controlar la magia del ambiente a la fuerza. Cualquiera de ellos puede usar la magia para el bien o para el mal, pero en las historias abunda el cliché de los hechiceros oscuros. No duda por qué.

Se queda callado. No puede hablar.

La espada abandona su pecho, sin herirlo.

—No puedo hacerte nada —espeta el hombre lagarto—. Normas de Shigaraki. Una lástima. —Suelta una risa corta, amarga, que no causa ninguna diversión—. Aunque me muero por ver lo que tiene preparado para ti.

Izuku traga saliva. El prefiere no saberlo.

No puede escapar él solo sin su voz y sin su magia. Ni siquiera sabe si Kacchan va a ir a rescatarlo. Quiere pensar que sí, porque Kacchan siempre tuvo una aguja moral que le impedía matar a los indefensos y que era capaz de luchar por mil causas perdidas. Hundía barcos de reinos enemigos para hacerse con los tesoros que nunca iban a llegar a las manos de los desdichados y luego los iba soltando en cualquier puerto, como si nada, a cambio de comida, bebida, tripulación. Izuku todavía se sabe todas las historias que le contó.

Shigaraki vuelve con otros dos después; uno es el elemental de fuego, la otra es una joven rubia que Izuku no ha visto.

—¡Oh, es precioso! —exclama la muchacha—. ¡Esas escamas! ¡Ese color verde esmeralda! ¡Las pecas! Vaya si encontraste un buen ejemplar...

Sonríe enseñando todos los dientes. A Izuku le da miedo.

Dabi se queda detrás. El que se acerca es Shigaraki. Izuku se hace hacia atrás de manera instintiva. Tomura Shigaraki, cuando no es una proyección, apesta a muerte. Es un olor podrido, como el que tienen las criaturas que nacen a través de la muerte de ellas, como él de la sangre de Nana Shimura.

Until I Breathe This Life [Katsudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora