Errantes

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I had all and then most of you
Some and now none of you
Take me back to the night we met
I don't know what I'm supposed to do
Haunted by the ghost of you

The Night We Met, Lord Huron

Camie le dice que no. La cola se le reseca si pasa demasiado tiempo fuera del agua y no luce, dice. Izuku rueda los ojos. No le dice nada y la ve irse, ondeando la cola tornasol que tiene en el agua. Es sólo un efecto de la luz, pero Camie está orgullosa de ello. Al final, acaba acudiendo a Tsuyu, como siempre. Ella acepta y lo acompaña hasta la orilla. Salen y se tiran en la arena, allí donde todavía llegan las olas. Miran al cielo abierto, casi sin nubes. No es época de tormentas.

—¿Vas a cantar? —le pregunta ella.

—¿Quieres oírme?

—Izuku, tienes una voz preciosa. —Lo dice como si eso lo solucionara todo. Y en cierto modo, lo hace.

Así que canta. No es ningún encantamiento, ni ninguna canción que Tsuyu conozca. Izuku duda un momento antes de empezar, pero no quiere hacer ningún conjuro, ni hacer magia.

«Hay una canción que cantamos los piratas en altamar. Supongo que si nos oyes te parecerá que es sólo un montón de alaridos... pero quizá... tú... bueno... tu voz».

«¿Quieres que la cante para ti, Kacchan?»

«...»

«¿Kacchan?»

«... Puedo enseñártela».

Es la historia de dos amantes. Ella lo espera en la costa. Él sale a altamar. Pero en uno de sus viajes no vuelve. Ella no lo sabe, pero una hechicera lo maldijo y lo condenó a no poder pisar tierra salvo una vez cada diez años. Pero ella espera y espera. Sigue esperando, hasta que un día se cansa de esperar y sale ella misma a buscarlo. Se codea con piratas y marineros de toda clase hasta que oye hablar de un barco que todos creen que es fantasma. El Errante. La leyenda le interesa y sale a buscarlo.

Cuando lo encuentra, encuentra también a su marido, que acaba confesándole todo. No sabe cómo romper la maldición. A Izuku le gusta la historia porque al final ella le dice que no le importa, que no tiene que buscar la solución sólo, que ella estará a su lado. Se une a su tripulación. Lo amenaza para que nunca más vuelva a dejarla esperando a la orilla del mar. Al final, se quedan juntos.

Es una buena historia.

Cuando acaba, Tsuyu sonríe.

—¿Dónde aprendiste...?

—Tsuyu... —La respuesta es obvia.

—Ah, lo siento.

—Fue él —dice Izuku—. Es una canción de piratas.

—Ya.

—Un día estábamos en la playa —empieza Izuku— y él quería oír mi voz.

—No tienes que hablar de eso si no quieres.

—No importa —dice Izuku—, quizá hablar ayude, ¿no? Pero yo no sabía que cantar. Sólo me sé conjuros, plegarias... Así que él dijo que existía una canción que los piratas cantaban, porque era una leyenda. Nadie sabía si era verdad. No me dijo que quería oírla de mi voz, deberías haberlo visto. Pedir esas cosas siempre le costó trabajo, como si no las mereciera, como si no supiera las palabras correctas. Se ofreció a enseñármela y yo fui el que tuve que decir que sí.

—Es una canción hermosa.

—Lo sé. —Izuku alza la vista al cielo—. No la había cantado desde entonces. Tenía miedo de haberla olvidado.

—¿Tiene nombre? La canción.

—No sé, nunca se lo pregunté.

Hay muchas cosas que no le preguntó. Al final casi no hubo tiempo para nada. Siente que le faltó verlo una última vez, cuando ya sabía que iba a alejarlo del archipiélago. Que Kacchan estuviera allí significaba mantener una puerta abierta al mundo. No había tenido elección. La profecía de Hizashi había sido muy clara.

«Nos va a traer problemas», había sido la conclusión.

Izuku había tenido que escoger entre Kacchan y su pueblo. Había escogido lo segundo. El primero quizá nunca lo perdonaría porque, para empezar, ni le había explicado las razones que tenía para alejarlo.

—De todos modos, es muy bonita —dice Tsuyu. Aun mira al sol—. ¿Querías venir a la playa por la nostalgia?

—No, no sólo por eso —confiesa Izuku—. Hakagure me dijo que oyera el mar, que le prestara atención de verdad.

Así que después de eso se quedan en silencio. Izuku oye a las olas golpear en la arena. Cierra los ojos.

Puede oír lo que dice Hakagure.

El mar está triste. Algo lo atormenta. De repente, parece como si estuviera intentando expulsar toda la tristeza. Parece como si estornudara para ver si así se saca todo el mal.

Pero no puede responder la pregunta que lo atormenta de verdad: ¿por qué está triste el mar?

—Ey... Izuku... —interrumpe Tsuyu—. Tenemos que volver. Va a ponerse el sol. Se supone que debo encontrarme con Camie al rato.

Izuku asiente.

—Vamos.

Las olas todavía les golpean en la cola, no les cuesta nada volver a sumergirse en el mar. Izuku no puede sacarse el sonido de las olas golpeando en la arena. Hakagure tiene razón. El mar está triste. ¿Por qué llora el mar?

La voz de Tsuyu, como siempre, vuelve a sacarlo del ensoñamiento.

—Ey, Izuku, ¿qué murmuras?

Ah, ya estaba pensando en voz alta.

—Nada, nada.

—Pensé en un buen nombre para esa canción —le dice, con una sonrisa—. «Errantes». Le queda.

—Sí, sí, le queda.

Está distraído porque se le junta todo en la mente. Kacchan, el mar, todo lo que le dijo Hakagure cuando fue a verla. ¿Dónde estará Kacchan? ¿Verán todavía las mismas estrellas? ¿Estará bien? Se repite las preguntas día tras día y se siente inútil al no poder responderlas. Pero es lo que él eligió y no le queda más que vivir con su nostalgia y sus recuerdos y los hubieras que lo ahogan todos los días.

—Cántala más seguido —pide Tsuyu—. Me gustó.

Sonríe y le enseña todos los dientes. Tiene una sonrisa demasiado sincera. Izuku siempre se la agradece.

—Lo haré.

Es una promesa que quiere cumplir. Una, se dice. Tiene que cumplir al menos una.

«Soy como ella, ¿sabes?»

«¿A qué te refieres, Kacchan?»

«Voy a encontrar la manera de estar contigo siempre, cueste lo que cueste, no importa. No estaré esperando en la orilla».

«Kacchan...»

«Es una promesa. O una amenaza, no he acabado de decidirlo».

Until I Breathe This Life [Katsudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora