- Hola.- Hacía media hora que había llegado. Carla estaba bastante nerviosa, sus ojos rojos y su cara sucia lo corroboraba.
- Hola.- Carla me abrazó demasiado fuerte pero no me quejé, probablemente lo necesitara.- No puedo hablar con nadie, o eso es lo que me ha dicho mi abogado.
- ¿Desde cuándo tienes abogado?- Nos sentamos en unas sillas que estaban a un lateral de la comisaría. Yo tenía un poco de miedo por lo que la pudiera pasar. Era mi mejor amiga y no la podía dejar sola en aquella situación.
- Me lo acaban de asignar.- Sonrió con ironía.- Nunca pensé que llegaría a esto...
- Carla Swayer, pase a la sala de interrogatorios.- Aquello parecía sala de espera de algún lugar. Inmediatamente aparecieron dos agentes de policía que esposaron a mi amiga y la acompañaron a la sala. Cogí mi móvil y mandé un mensaje a mis padres. No entendía porque mi madre me había dejado ir sin haberla dicho nada. Mis padres, a veces, eran muy sobreprotectores con ciertas cosas.
Saqué de nuevo el papelito en el que estaba escrito el teléfono de Mario. Tenía ese tema dándome vueltas desde que me lo había dado. Carla había sido una "distracción" pero tampoco se me había olvidado el tema.
- ¿Hola? ¿Quién es?- Carraspeé un poco y me recosté en la silla de plástico. No estaba demasiado cómoda.
- ¿Hola? ¿Mario? Sí. Soy Amber, la chica de la falda manchada de esta mañana.- Recé porque supiera quien era, menuda vergüenza hubiera pasado. Me miré la falda, que era otra y sonreí un poco.
- ¡Amber! Esperaba tu llamada mucho antes.- ¿Era un egocéntrico? ¿Había hecho mal en llamarle?- En mi cabeza sonaba mejor...- Reí un poco, no quería parecer tan borde.- ¿Te apetece quedar mañana en Violet's para tomar un café?- Miré a los policías que pasaban de un lado a otro de la comisaría.
- Claro, estaría encantada.- Sonreí a la nada mientras le escuché decir adiós y colgar.
Guardé el móvil y esperé a que mi amiga saliera de la sala en la cual estaba. Los policías no paraban de moverse de un lado a otro hasta que dos agentes se dirigieron hacia donde yo estaba. Uno con el pelo moreno y bastante corto y, el otro, con el pelo rubio repeinado y era más bajito que el primero. Me enseñaron sus placas y me dijeron sus nombres.
- Necesitamos que pase a esa sala para hacerle un par de preguntas.- Se me salieron los ojos. ¿Debería de pedir un abogado o algo parecido? Me entró bastante miedo cuando me acompañaron a la sala. Entré la primera y vi una mesa y varias sillas a su alrededor, un espejo tintado a la derecha y una grabadora en la mesa.- Siéntese en esa silla, por favor.- Obedecí nada más lo dijo. Me pasé las manos por el pelo y esperé a sus preguntas. Era increíble que estuviera ahí y que me fueran a hacer preguntas sobre mi amiga, o eso suponía.- Solo necesitamos que responda a varias preguntas. No es sospechosa de nada, aún.
- De acuerdo.- El moreno estaba de pie detrás de una de las sillas y el rubio bajito sentado enfrente de mí. Me acomodé en la silla, era un poco más cómoda comparada con la que había fuera, pero no demasiado.
- Empecemos.- Encendió la grabadora y me miró.- ¿De qué conoce a Carla Swayer?- Pensé la pregunta, la conocía de la universidad pero ¿eso me metería a mí en problemas?- Puedes decirnos la verdad, de usted no tenemos nada.
- La conozco de la universidad. Los primeros meses, Carla y yo íbamos a varias clases juntas pero, luego, ella se fue a otra universidad.- Tenían razón, no podía mentir a la policía. Esperé a la siguiente pregunta.
- De acuerdo. ¿Te había hablado, alguna vez, sobre sus, digamos, negocios?- No sabía de que me hablaba, ni siquiera sabía que hacía allí metida.
- Nunca me había comentado nada sobre sus "negocios".- Tragué saliva y me preparé para seguir hablando.- ¿Me puede decir porque estoy aquí y de qué se le culpa a mi amiga, por favor?- Intenté no sonar muy borde por si acaso pero no lo conseguí.
- Está aquí porque es amiga de la sospechosa y, a ella, se la culpa de distribución de drogas.- Me quedé muda instantáneamente. ¿Mi amiga era un "camello"? Me llevé las manos a la boca, era una sorpresa bastante desagradable.- Traéla un poco de agua, por favor.- Su compañero obedeció y me trajo el vaso de papel lleno de agua. Bebí la mitad de él y lo dejé en la mesa.- Prosigamos. Entonces no sabía nada de eso ¿no?- Negué con la cabeza.- Tiene que decirlo.
- No.- Pedí perdón con la mirada. Me daba vergüenza estar ahí, nunca antes lo había estado ni lo quería volver a experimentar. Apagó la grabadora y se levantó.
- Gracias. Ya puede volver a casa. No le merece la pena que espere a la señorita Saywer, va a pasar la noche en el calabozo.- Bebí lo que quedaba en el vaso y lo tiré en una basura cerca de la salida. Los dos me acompañaron hasta el asiento en el que me habían recogido y desaparecieron.
***
Scott apareció en mi casa a la hora acordada. Seguía teniendo entrenamiento. Mi madre le preparó un plato de bizcocho que había hecho esa misma mañana. A mí no me gustaba pero me senté con él en la mesa de la cocina. Ryan recogió a mi madre y se fueron. Mi hermana no tardó mucho en aparecer. Nos saludó a los dos y se fue, no nos quería molestar. Vi como Scott tragaba en bollo, parecía estar rico.
Hoy iba más guapo de lo normal; tenía una camiseta azul, de esas que se usan para hacer deporte, un pantalón corto gris y sus deportivas. Lo mejor de todo era su cara, se había puesto un poco moreno y ya no tenía la sombra de la barba, su pelo estaba revuelto y le había crecido un poco desde el primer entrenamiento. Me gustaría saber porque alguien, Mary concretamente, estaría con otros chicos teniendo a un novio tan... potente. Suspiré internamente y me acordé de mi cita con Mario. Violet's, más un café, más un chico guapo era y es el mejor pasatiempos posible.
- ¿Puedo tomarme otro trozo?- Me sacó de mi ensoñación. Mi cita perfecta esta siendo reproducida en mi mente y justo me hablan en el mejor momento.
-Claro, sírvete.- Me quedé un poco embobada cuando se levantó de la silla. Recordé que había quedado ayer con Mary, me daba un poco de vergüenza preguntar pero me armé de valor y lo hice, quería saber.- ¿Al final quedaste con Mary?- Se sentó en la silla y me miró con los ojos muy abiertos, me hubiera reído pero no era un buen momento.
- Sí.- Bajó la mirada y cogió el bollito. Esperé a que continuara, no quería parecer una cotilla.- Iba tan guapa. Nunca la había visto así de impresionante. La pregunté sobre "eso"y, aunque tardó un poco, lo confesó y se puso a llorar mientras decía que había sido un error y esas cosas...- no sabía bien que decir así que esperé a que siguiera. Terminó el bizcocho y se levantó con el plato.- ¿Nos vamos? Hoy me apetece pegar un par de puñetazos a algo.- El cambio de tema fue bastante brusco incluso para mí pero lo dejé en paz, sabía que no quería hablar más.
El trayecto se me hizo ameno, hablamos de mi dieta y de todo lo que había avanzado. Nada importante para poder recordarlo. La radio seguía en la misma emisora que siempre y sonaba igual de bajito que siempre. El olor de colonia mezclado con ambientador de coche seguía presente y parecía que nunca iba a desaparecer. Me encantaba ir en ese coche.
Al llegar al gimnasio, nos dirigimos a la sala de la izquierda y vi un enorme ring. No había nadie en aquella sala. Scott me llevó hasta un lateral para ponerme los guantes de boxeo y una máscara para protegerme la cara. No me quedaba muy bien . Empezamos calentando un poco y luego me llevó a pegar a una cosa alargada, que, aunque me dijo el nombre, nunca me acuerdo de él. Era batante divertido decargar toda la presión y la tensión dando puñetazos. Ahora entendía a los boxeadores, te enganchabas a soltar adrenalina. El mejor momento te cuando te imaginas la cara de alguien que te cae mal y le pega, eso era genial. Scott también dio un par de puñetazos, se veía que lo había hecho antes y me daba envidia que lo hiciera tan bien.
- ¿Te apetece ir hoy con los chicos a hacer algo?- Se quitó el sudor de la cara y me ayudó a quitarme el protector facial.
- No puedo, tengo una cita con un chico que conocí ayer.- Sonreí como una tonta. Estaba deseando quedar con Mario.
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Con michelines y a lo loco.
RomanceAmber, una chica de 19 años, necesita adelgazar, pero no porque no le guste su cuerpo o por problemas de autoestima, sino por algo peor: unos malditos análisis de sangre en los que descubren un poco de colesterol. Ella sabe que sola no va a tener s...