Capítulo 13: Reflexiones de una gorda.

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Conduje por la ciudad, las casa con blacones llenos de flores y plantas, peatones caminando o corriendo por las calles principales, cafeterías con terrazas a rebosar por ser verano... ¿Por qué era tan bonito? Hay cosas que, aunque las planees, no salen como quieres, pero aqeullo era diferente, mágico... Simplemente precioso. A veces odiaba vivir allí pero verlo así de bonito me recordaba porque, interiormente, lo amaba. Cuando te imginas que eres la protagonista de un película o libro, obligatoriamente, tienes que imaginarte un escenario de fondo y, el que estaba viendo yo, era uno de los candidatos a imaginárselo una y mil veces.

Paré cuando el semáforo en rojo me lo indicó y miré el móvil, no tenía ninguna notificación. ¡Qué vida más aburrida! Hubiera dicho mi hermana pequeña, sonreí y seguí con mi camino hacia ninguna parte. La música que sonaba no me gustaba mucho esta vez y me amargaba poco a poco; apagué la radio. Me recordé que le tenía que enviar un correo a mi profesor para mandarle el trabajo de verano que nos había mandado. Era VOLUNTARIO, menos para los suspensos, pero yo, aún estando aprobada, lo había hecho. ¿Pelota? Yo creo que más bien es ser un poco ¿responsable? Sí, algo parecido. Bajé la ventanilla, el aire acondicionado no me quitaba el calor. Mi pelo empezó a moverse libre por mi cara así que, en el siguiente semáfaro en rojo, me até una coleta bastante mal pero con la que me apartaba el pelo y me dejaba ver la carretera, una de las normas fundamentales que te enseñan al aprender a conducir: no quites la vista de la carretera.

Llegué a casa de mi madre poco después de atarme la coleta. Me subí a mi habitación, me cambié para estar más cómoda, revisé las notificaciones inexistentes de mi móvil y encendí el ordenador. No había nadie en casa, pero no me sorprendió, mi madre estaría trabajando o con Ryan y mi hermana estaría fuera con sus amigos haciendo Dios sabe el qué. Revisé que mis ejercicios estuvieran completos y fueran lógicos y se los mandé a mi profesor. Era uno de los pocos que me caía un poco mal, no soportaba como daba clase pero no se lo había comentado a nadie, aunque suponía que había más gente que tenía la misma opinión que yo. Me metí en la página web de la universidad para comprobar que no habían subido nada nuevo, pero me equivoqué; había nuevas fotografías de la última graduación, no conocía a nadie pero me hacían mucha gracia ver sus caras de cansancio, la mía sería mucho peor. A continuación, me metí en las diferentes redes sociales en las que tenía cuentas; les di a megustaa algunas fotografías y comentarios y las cerré. Me empezaba a aburrir, no sabía que hacer. Y sin saber porqué, me puse el chándal nuevo que me había comprado mi madre, cogí los cascos y salí a correr. ¡SALÍ A CORRER! Sin que nadie me obligara. Calenté los músculos antes de empezar, no quería lesionarme por hacer el tonto. Empecé muy lento, y cuando digo muy lento es como si pareciera una tortuga andando. Quería correr una hora sin parar, pero era estúpido pensar que yo, Amber Moore, que nunca había corrido antes de ponerse a adelgazar, iba a correr una hora sin parar. Pero ser optimista no es malo. El reproductor de música cambió de canción y, como mala deportista, cambié mi ritmo también. Poco después supe porque no podías cambiar tu ritmo tan de repente: te cansas demasiado rápido.

Empecé a pensar, como era extraño en mí- sarcasmo-. A pensar en mi futuro como médico; ¿y si no lo conseguía? ¿Si me daba por vencida antes de empezar si quiera? ¿Si no pasaba el *MIR? Todo era malo después de eso, pero hay veces que hay que ser pesimista ¿no? Porque siempre hay que ver las dos caras de la moneda; la buena y la mala. Si pensaba en que todo me iba a salir como yo esperaba, al final, por cosas que tú no puedes controlar, no iba a salir, pero si mirabas la cara en la que te esperaba una vida de mierda (por poner una palabra), podría salirte mejor de lo que tenías pensado. Y estos son los pensamientos de una gorda que sale a correr cuando no sabe. Luego pensé en mi padre y lo solo que estaba, no tenía a nadie, bueno, tenía a Ángela, pero, al no estar en una relación con ella, es como si no estuviera para él. A saber lo que quería esa de mi padre, seguro que dinero o que la mantuviera, no tenía pinta de trabajadora. De mi madre, no pude pensar lo mismo que de mi padre, desde que conoció a Ryan estaba más feliz que nunca, sabía que apreciaba a mi padre pero más como un amigo que como pareja, o eso pensé cuando me dijeron que se iban a separar. Sabía que Ryan la hacía feliz y eso me alegraba por ella. Quería ver a mi padre tan feliz como mi madre, era mi siguente objetivo: ser Cupido para mi padre. Sonreí nada más pensar en aquello. 

Con michelines y a lo loco.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora