Cap. 2: No hay refugio para el dolor.

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Cap. 2: No hay refugio para el dolor.


Y la mente divaga, la elocuencia del pasado,

un tramo más largo que otro, mi futuro en pedazos,

un recuerdo que me mata..., que me deja... sin respiración.

La consecuencia del acto, la consecuencia de lo que hiciste en mí.


==== WEI / YI ====

Una madre y un padre, un hijo modelo, una hermosa morada, y un secreto: Wei, hijo de una familia acaudalada, cargaba con una maldición y en algún punto de su vida, ésta se hizo presente: ¿dos almas en un cuerpo? el joven estaba consciente de sus arranques de ira y de sus incontables noches de nostalgia, pero simplemente no los podía controlar, para cuando sus padres lo notaron, Wei pasaba ya todo el día frente al espejo, cierto era que tenía un toque exquisito, Wei desde pequeño era hermoso, sus ojos embelesaban apenas mirarlo y su extraño cabello castaño, tan poco común entre la familia le hacía resaltar enseguida, pero ante eso, nadie esperaba que él mismo resultase hechizado con su imagen, hablaba incontables horas frente al espejo, y se respondía él mismo: reía, lloraba, difícilmente comía. Sólo vivía para el espejo, una noche cuando él por fin dormía sus padres quitaron todos los espejos de la casa, al despertar Wei no recordaba nada, el afán por adorarse y hablar a través del espejo, se había desvanecido.

Años después, cuando nadie recordaba el incidente con el único descendiente de los Tzu, Wei despertó alterado, algo en su interior le guío hasta el jardín y por error miró su reflejo en el oscuro lago, se miró acompañado de una luna roja en contraste con la perla que "en su cielo" aparecía.

— No nos volverán a separar Wei — Los labios del reflejo se curvaban en una sonrisa, el castaño sintió una horrorosa sensación que heló sus movimientos y después comprendió lo que ocurría.

Fue cierto, jamás volvieron a separarles, porque ya no era necesario un cristal entre ambos, Wei podía escuchar la voz de "su otro yo", "su maldición", dentro de él, más profundo que su carne, casi tan profunda como su alma, aquella voz habló para él por demasiadas noches; contando anécdotas, recitando poemas, cuentos, Wei comprendió que su maldición era de espíritu sabio, amable... sutil. Wei poco a poco se fue enamorando y "su otro yo" sólo le quería como así mismo.

— Yi, poco a poco empiezan a alejarse de mi — Murmuró con la mirada perdida, sentado en el gran tejado de la vivienda de sus padres, miraba de reojo como ambos sostenían en brazos a la pequeña hija sana que estaba libre de maldiciones, eran tan inmensamente felices que poco a poco empezaban a evitarle. Le arrojaban fuera de su mundo perfecto porque era una mancha para la descendencia Tzu, un primogénito invisible.

"Debes dejar de juzgarles, no sabes si tú en su lugar actuarías de la misma forma, es difícil ponerse en el lugar del otro, sobre todo cuando se trata de tus padres"

— Es difícil, Yi. — Soltó un bufido y Wei dirigió la vista del otro lado

¿Quién es él?— Pregunto Yi

— Es el emperador, hay quién dice que es un asesino y sádico..., por eso se esconden de él. Yo creo que sólo es alguien abandonado entre joyas, poder y dinero, no hay sirviente en el palacio que desee permanecer a su lado, más de lo necesario

— Cuanta tristeza la suya

— Él no conoce la tristeza, Yi.

— ¿No lo ves? Sus ojos azules sin brillo, su sonrisa muerta, pobre del hermoso emperador.

Placeres del melocotón mordido • FINALIZADO |BL|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora