Un agudo grito cortó el aire. Algo ardiente. A continuación, un chisporroteo y una cascada de chispas. Una enana de no más de cinco años con el pelo recogido en coletas rubias torcidas se precipitó más allá de la parte delantera de la camioneta, agitando una bengala. Dejó un patrón de ZicZac que brilló intensamente en la oscuridad. La niña gritó de nuevo. Cada perro dentro de un radio de dos kilómetros aguzó sus oídos.
Era una noche cálida. Gloriosamente, deliciosamente, flagratemente cálida. Me había despatarrado en el techo de la furgoneta, disfrutando del calor, muy satisfecho. Se podría pensar que soy un lagarto sobre una roca en el sol. Lástima quee no lo soy, la vida sería un infierno mucho más fácil. Pero no. Yo sólo soy un común vampiro de jardín.
En la temporada de verano, estoy fuera de combate casi dieciséis horas del maldito día, por la salida del sol apresurada y la puesta de sol tardía. Pero al menos estoy caliente. Y así, en Julio en esas pocas horas cuando en posición vertical, a veces incluso puedo olvidar esa pequeña condición desagradable que tengo y disfrutar del acto de ser.
Aspiré una bocanada del aire de la noche. Hierba recién cortada, luces de bengala, tarta exquisita, bloqueador solar, pabst blue ribbon (Marca de cerveza). Y como tres mil personas, más o menos, cada una de ellas con un sistema circulatorio que cursa con un delicioso cóctel de glóbulos rojos.
La sed de sangre roía mis entrañas. Tomé otra calada del cigarrillo en su lugar. E incluson con el humo del Malboro haciéndome cosquillas en los vellos de la naríz y la picazón en los ojos, sabría cuando liam (Mi corazón de corazones), entrara en mis sensores de largo alcance. Claro, podía olerlo. Pero también yo podía olerlo con otras cuatrocientas personas cerca, ¿Liam? lo sentí. Yo era un diapasón gigante, y él era la nota que acababa de inclinarse para encontrarse con la temblorosa armónica.
Lo ví caminar a través de la multitud. Es alto, y su castaño sobre todo contrasta con los colores brillantes y los blancos sobre blancos que la mayoría de los residentes de Missouri sacarón fuera de sus armarios en esta larga y humeante noche calurosa.
Tiene que tener bolas de hierro para usar un pañuelo en pleno julio, sobre todo con una camiseta Bauhaus deshilachada y un par de pantalones vaqueros. Pero cada vez que me propongo dejar de beber de él donde la gente puede ver, me mira con esos grandes ojos y de repente no soy nada más que una furiosa erección sin sentido y lo corto justo en el cuello, donde la boca cae cuando me entierro hasta la raíz en su dulce culo.
Me pregunto... ¿Se le ocurriría alguna vez darme una paliza y decirme que lo mordiera en algún otro lugar? Probablemente no. Está tan acostumbrado a venirse a chorros mientras me alimento que es todo lo que se necesita para darle una erección en estos días. No iba a ser visto en público sin su pañuelo negro sedoso más de lo que dejaría la furgoneta sin sus pantalones vaqueros.
Una punzada de hambre arrancó mi estómago mientras liam se liberaba de la mochila y se dirigía hacia la furgoneta. Se detuvo junto a la puerta del lado del conductor y me miró.
-Zayn Malik -dijo, como si pudiera haber alguien más sentado en el techo que hubiera deseado abordar-. He encontrado a alguien.
La punzada se intensificó. -Dime.
-Está allí donde está el globo. Pero tenemos que ser rápidos. Está aquí con sus amigos, y van a venir a buscarla si esperamos mucho más tiempo.
-Que no se diga que he dejado a una señorita esperando. -Levanté mis piernas a un lado y ne dejé caer al lado de Liam, sin sonido, que no sea el clac de los ganchos de seguridad y los botones de la chaqueta de cuero - que puedo llevar con temperaturas de 32 grados sin romper, ni sudar. Y hacía fácil 32 grados en este campo de béisbol que está a medio camino entre Columbia, Missouri y el medio de la nada.