Capítulo 8

2.5K 247 76
                                    

Cuando abrí los ojos a la mañana siguiente, me di cuenta de que me sentía realmente bien, tan bien como no me sentía desde hacía mucho tiempo. Estaba dolorido; tenía nuevos moretones y me dolían partes de mi cuerpo que, hasta ese momento, nunca me habían dolido. Pero al mismo tiempo, yo estaba muy bien, cómodo y feliz, y la idea me aterraba. Nada había cambiado. Todavía sentía que tenía que irme de allí pues, como mi cerebro le dijo a mi corazón por enésima vez, no tenía nada que hacer en San Francisco. Yo no podría vivir allí.

Me vestí y salí al exterior por la puerta principal para hacer mi carrera matutina. Con sorpresa, fui interceptado de inmediato por Rachel.

—¿Puedo ir contigo?

—Por supuesto, Señora.

La mujer se aclaró la garganta.

—Aunque es muy atractiva la forma en que pronuncias "Señora", de verdad me gustaría que me llamaras Rachel, si no es inconveniente.

—Supongo que eso es posible —le respondí con una sonrisa.

—Mi cuñado está locamente enamorado de ti, eres el héroe de mis niñas y, probablemente, mi marido no tenga el coraje de mirarte a la cara el día de hoy.

—¿Por qué?

Izó una de sus oscuras y perfectas cejas.

— Tú sabes muy bien el porqué.

Me encogí de hombros.

—Ha traído a un amigo hasta aquí con buenas intenciones.

—Diría que mi suegra no lo ve exactamente así.

—Oh, pobre —me reí entre dientes — ¿Le ha dicho algo al respecto?

Se echó a reír.

—Oh, sí; exactamente. Incluso vino a nuestra habitación ayer por la noche a gritarle cuatro verdades.

—Ahora me siento culpable.

—No tienes por qué. Conozco a Harry desde hace más de diez años y es una persona más que sensata y razonable; a decir verdad, hasta un poco, demasiado, fría.

—No entiendo que quieres decir.

—Ven, vamos. Conozco un buen recorrido.

La seguí en silencio hacia la parte trasera de la casa; pero en vez de girar a la derecha, hacia los establos, giró hacia la izquierda por un camino empinado que pronto se volvió fangoso. Llevaba a un gran espacio abierto, donde vi que había más personas ejercitándose. Hacía frio y había niebla, pero el verde de los árboles, el olor de tierra húmeda y de la hierba, y el gris del cielo, me relajaban.

—No comprendo —continué, mientras ascendíamos lentamente—. ¿Qué quisiste decir antes?

—Harry es distinto. —Me sonrió—. Es otra persona cuando estás tú.

—¿En qué sentido?

—Al hombre de ayer: contento, sonriente, afectuoso; nunca lo había visto con anterioridad.

—Sigo totalmente confundido —le dije.

Se detuvo, desviándose a un lado de la ruta; tenía intenciones de explicarse mejor.

—Nunca sonríe. Siempre es reservado, y no estoy diciendo que no ame a su familia. Todos sabemos que se preocupa por todos, pero su seriedad y su sentido del deber lo convierten en una persona fría y rígida. A veces parece completamente perdido en sus pensamientos. Te puedo decir que por lo general no vemos la hora de que se retire para que podamos empezar a relajarnos y divertirnos.

Rana y PríncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora