"Lo que pensamos de la muerte sólo tiene importancia por lo que la muerte nos hace pensar de la vida" (Charles de Gaulle)
Blanco, rugoso, seco.
Parpadee al sonido de la desolación. El objeto que me rodeaba era trasparente. Era un objeto cilíndrico cortado en su punto medio, dejado sobre el suelo en donde mis largos mechones de cabello flotaban.
Desperté inmovilizada tanto mis pies, como mis manos y cabeza. Me sentía asfixiada. El aire era tan ínfimo en ese lugar que podría decirse que solo había unos escasos mil miligramos, que al acabarse, terminarían con mi vida.
Me incorpore en el lugar notando como intangibles objetos me constringian en el lugar, haciendo que mi espalda se apoyara sobre el engañoso y frágil material que yo consideraba vidrio.
El cuarto que rodeaba mi jaula era fúnebre, solo adornado con un vasto y prolongado triángulo plateado. Me encontraba frente a el, y de alguna manera sentía una presencia que me observaba por detrás. Podía escuchar sus suspiros con pesadez, dejadez, moribundos.
Observé la única parte de mi cuerpo que podía moverse, mis manos. Las cicatrices, que ya consideraba partes de mi cuerpo, todavía se encontraban en mis palmas, pero eso no fue lo que llamo mi atención. Una leve franja atisbo sobre mi muñeca. Estaba entrecortada y fraccionada, como incompleta. Su superficie se veía elevada, con relieve. Alrededor de ella una pigmentación rojiza la envolvía. Al parecer mi cuerpo la rechazaba, ya que mis plaquetas intentaban cicatrizarla sin resultado alguno.
Eleve la cabeza, intentando concentrar mi mente en sentidos que no fueran el dolor. Nada era tangible o visible, todo era interior. Lo que me habían hecho me corroía, me quemaba en cada músculo.
Algo se deslizo y luego su rostro apareció.
Ahí estaba. Su cicatriz prominente tan característica desde un principio recorría desde su barbilla y atravesaba sus amarillos y ojerosos ojos, esos que tanto me había aterrado la noche anterior. Sus arrugas prominentes, la expresión marchita y desanimada me miraba con furia y aborrecimiento.
Apoyo su mano sobre la superficie transparente. Sus líneas eran transversales, irregulares, y formaban extrañas curvas que no se podía distinguir si eran sus marcas personales o se había formado de esa peculiar manera en su génesis. Movió con fastidio y rezagado desinterés el material haciéndome girar hasta llegar a ver lo que me rodeaba, hasta llegar a ver quien se encontraba mirando mi nuca por detrás.
El cabello tostado caía de manera desigual, inusual y con demasiado volumen. Corto y con ondas en sus terminaciones. Su rostro miraba hacia el piso, sus ojos se notaban desorbitados, podía percibirlos. Sentía una extraña conexión con ella. Las manos colgaban de manera inestable y temblaban sobre el vacío cuarto. Algo la sostenía arrodillada con sus piernas separadas, sin más fuerza para sostenerse que el material invisible que tiraba su cuerpo hacia arriba.
Los ojos musgosos me miraron empañados con su boca amordazada. Un círculo de sangre la rodeaba con líneas blancas que anteriormente habían presionado el líquido, como si jugarán en el suelo a dibujar figuras sobre un lienzo escarlata.
Los labios quebradizos presionaban el manchado material que la callaba. Quería hablar, y aunque no tuviera más energía para hacerlo, se resistía a que el senil hombre sosegara su voz.
Balbuceaba con desesperación y solo tenia la vista fija en mi, como si esa fornida figura no estuviera parada frente a ella.
Una limpia y solida patada se amoldo a su estómago. Su rostro se contrajo de dolor y finalmente sus lágrimas descendieron por sus prominentes y rosados pómulos. Su palma contraída y sus nudillos directo a la cabeza de la joven que violentamente golpeo la pétrea superficie dejando más y más manchas que teñían el lugar con mayor continuidad.
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Alas de Mariposa
FantasyEn un mundo en donde la verdad es tragedia y el futuro una esperanza por renacer, Sara, descendiente de grandes medicos, deberá cumplir con su predestinado y engorroso camino, empezando por el momento en el que sus padres la dejan ver la realidad de...