El orgullo de un chico guapo

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Ariadna despertó sufriendo las emociones de una pesadilla que no recordaba y con un sabor metálico en la boca. Por unos segundos pensó que estaba en casa hasta que los recuerdos del día anterior se hicieron presentes, como si de una estaca en el corazón se tratara.
Miró a su alrededor y las cuatro chicas que compartían su habitación seguían dormidas, se puso de pie y el suelo frío le devolvió la sensación de abandono que sus padres le entregaron en su despedida.
Se encaminó a la puerta esperando abrirla como cualquier otra, pero un pequeño choque eléctrico hizo que se le escapara un grito.
- ¿Pero qué...? ¡Puerta imbécil! -. Ariadna comenzó a lanzar maldiciones como acostumbraba, sin preocuparse por despertar a alguien más.
- ¿Por qué rayos gritas? Estamos intentando dormir- susurró fuertemente Holler, que tenía la cara como un tomate y el cabello como una escoba.
- Yo no sé qué te habrá hecho la puerta, pero cállate Ariadna, que aunque estemos aquí abajo estoy segura de que pueden escuchar tus palabrotas en la superficie- Añadió Leissam con más serenidad de la que podría esperarse.
En efecto, unos segundos después apareció Dott en la puerta, acompañada de dos seres que no alcanzaban la estatura de un gato.
- ¡Todas al suelo! ¿En dónde está el intruso?- gritó uno de los pequeños.
- ¿Intruso? ¿Hay un intruso?- gritó Odel.
- Pues se ha activado la alarma eléctrica...
- Pues la he activado yo, al parecer... Es que quería buscar algo de comer y creí que podía encontrar un comedor o algo así.
- Ariadna, Ariadna, Ariadna Lowderey...- dijo Dott como en un suspiro- ¿Tienes hambre a las 4 de la madrugada?.
- Creí que era más tarde, pero en realidad lo que me interesa saber ahora es por qué la puerta me electrocutado- Preguntó Ariadna intentando no parecer enojada.
- Pues por la noche los vigilantes nocturnos se encargan de recorrer el lugar, pero verán que por su estatura no logran correr muy rápido. Cuando una de las puertas es abierta en un horario no permitido, descarga energía y les da tiempo de llegar antes de que un individuo no deseado pueda entrar- explicó Dott, que adivinando el pensamiento de las estudiantes añadió: - Crecen cuando hay peligro verdadero, son letales si deben serlo.

Todas volvieron a la cama y Ariadna debió aguantar el hambre hasta la mañana siguiente, en donde les enseñarían el comedor y se prepararían para recibir a los demás. Sin embargo, para esa mañana, Ariadna debería hacer frente a algo que no toleraba: un chico.

Se encaminaron al comedor esperando un gran salón lleno de objetos extraños y comida extravagante, pero se decepcionaron al encontrar un lugar común, en donde la especialidad del desayuno era el cereal con pasas y leche.
Las cinco chicas, que por algún motivo se quedaban juntas a cada momento, se sentaron resignadas.

- Justin es un lindo, ¿no creen?
- Alana, no tienes que hablar tan fuerte, está bastante cerca como para oírte.
- Mi querida Marian, ese es precisamente el punto.

Justin y los demás chicos se acercaron, como esperando ser bien recibidos, pero Ariadna no estaba dispuesta a bajar sus escudos y sin esperar a que se sentaran, se puso de pie dispuesta a marcharse.
Recordar a su hermano y el motivo por el cual murió, era demasiado como para enfrentarse a Justin.
Ella tenía amigos en el exterior, pero ninguno le recordaba tanto al asesino de su hermano como Keller.
Era como si todo hubiera sucedido hace apenas unos días, y es que a los 15 años Ariadna rogó a sus padres que le permitieran salir a celebrar, pero la mañana siguiente habría entregado su alma con tal de retroceder el tiempo.

- ¿Y mi beso de buenos días?- dijo Justin Keller mientras cogía a Ari por el brazo.
Un pequeño gesto de desagrado se hizo presente en el rostro de Alana.
- Me apetece más darte un puñetazo ahora mismo, pero estoy demasiado ocupada como para prestarte atención. Ahora, si no te importa iré a ver si ha llegado alguien, y solo para que lo tengas en consideración, si vuelves a tocarme sin mi consentimiento, me aseguraré de cortar tu pequeño orgullo.

El silencio reinó en el comedor, incluso los cocineros esbozaban leves sonrisas y es que Ariadna no hablaba en tonos grises y su voz y su semblante dejaban ver que no hacía promesas en vano.
Se acercó con paso firme a lo que ella pensaba podía ser el lugar por el que llegarían los demás, por el que llegaría Leela, pero lo que encontró fue todavía más interesante.

Entre sombras: El inicio de una era.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora