Capítulo 5 ¿Rescate?

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Revisé mis bolsillos para buscar mi teléfono celular, pero no lo encontré, no estaba. Seguro se me había caído en algún sitio. No tenía las fuerzas para caminar más allá así que me puse a contemplar las posibilidades que tenía.

Aquel lugar parecía estar en completo silencio. Caminé en por la orilla de la carretera con dificultad por el dolor de mi cabeza, mi visión no era del todo buena. No tenía idea de a donde me dirigía, pero tenía que empezar a moverme. No tenía conciencia del tiempo, ni la hora, algunas nubes se atiborraban al cielo nocturno, eso explicaba la ausencia de la luna por aquella noche. Una ventisca helada me atravesó el cuerpo. Me caló hasta los huesos.

Caminé hasta llegar a un cruce, en donde podía escuchar algunos autos y ver algunos reflectores. El tiempo que caminé me parecía eterno, el dolor me recordaba mi condición en aquel momento. No tenía consciencia de la hora, pero podría estipular que era entrada la madrugada. El pensar en eso solo alargaba mi agonía. Me detuve al ver un auto a la distancia. Sentía alivio por finalmente conseguir ayuda, "sobreviví" me dije para mí

Un auto y se detuvo al ver mi condición. El conductor, un señor de unos cuarenta años, según le calcule al verlo descender del auto para revisar mi condición. Preocupado pero temeroso se me acercó y preguntó

—¿Se encuentra usted bien? —Solo pude esforzarme por hablar porque nada salió de mi boca, debido a un dolor punzante en la cabeza que no me dejaba ni siquiera pensar. Un gesto de dolor apareció en mi rostro.

—Suba al vehículo— me indicó con voz compasiva—lo llevaremos a un hospital de camino.

—¡Por dios! —exclamó la voz de una mujer del interior del vehículo. Cuando me encontraba en el interior del vehículo, me miró y se le acercó al oído a su marido, con la intención de que yo no me enterase lo que le diría.

—Espero no meternos en problemas por salvarle, no me parece de fiar.

Su marido me observó por el retrovisor mientras ponía el auto en marcha. Se giró al ver a su esposa y le dedicó una mirada recelosa, luego se volvió para mirarme por el retrovisor sin decir nada.

Me atreví entonces a hablar, tal vez así rompía la tensión dentro de auto, y tal vez dejarían de juzgarme tan pronto.

—Descuide que no soy un criminal, y no es necesario que me considere un santo —el marido me miró curioso por el retrovisor— no me atrevería a dañarlos, les agradezco que me ayuden.

—Ah, sí que puedes hablar —agregó en tono divertido, mientras me observó por el retrovisor por instantes— Descuida muchacho, apuesto a que en mi posición también tú lo harías —fijó su mirada en la carretera mientras agregó— el problema de este país no son los criminales, son las personas que no se atreven a ayudar al necesitado. Por cierto, me llamo John.

—Gracias en verdad John —esbocé una sonrisa, que fue interrumpida por una punzante jaqueca.

Me dejaron en el hospital central, permanecí en el auto cuando John fue a por una camilla, aunque no creí que fuera necesario, el insistió, al verme en ese estado los paramédico me hicieron subir de inmediato a una camilla y a paso veloz me adentraron en el hospital. Me comencé a sentir muy débil, y mi visión empeoró. Cerré los ojos y solo me limite a escuchar.

—Tiene una contusión en la cabeza—dijo un paramédico a alguien más —también presenta heridas superficiales, y una laceración en el antebrazo derecho.

—Creo que ha perdido el conocimiento —agregó una mujer— su pulso es débil.

Yo estaba escuchando todo lo que pasaba a mi alrededor, pero a nadie parecía importarle en realidad. Seguía escuchando a las personas hablar, pero sus voces se alejaban más, hasta ser incompresibles. Comencé a recordar cosas sin importancia, pensé que ese desvanecimiento era el último momento de mi vida, no podría estar peor. Todo parecía una pesadilla y no quería ni siquiera volver a mi vida, porque ya no tenía idea de que esa realmente fuera mi vida, me gustaba más antes, antes de toda esta mierda de los problemas, estaba mejor.


Un amor para recordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora