Capítulo 4 Brawnies

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Mi encuentro con esa chica parecía ser de improviso, no creo en el destino, porque a decir verdad no creo que solo porque alguien se aparezca en tu camino, es por el destino. A decir verdad, esa chica tenía un cierto encanto que me hacía sentir distinto, y eso no estaba mal.

Era un sinfín de sensaciones. Y tal vez estaba interpretando mal las cosas, a como había pasado todo, demasiado rápido para tener conciencia de que algo así pudiera surgir. Dos desconocidos que simplemente caminaron por el mismo paso. Y eso no tenía nada que ver con el Destino. ¿Destino o casualidad?

Una capa de nubes cubría el horizonte. No parecía que fuera a llover puesto que el manto atmosférico era de un tono gris claro. Era lo que se alcanzaba a ver desde mi ventana. A través del cristal me mantenía vigilante. Subí el cristal y me asomé a ver el exterior.

Una ventisca helada me chocó en el rostro, acariciándome como una mano fría. Al contacto me hizo estremecer, hacía frío afuera. Lo sentí recorrer por mi cuerpo, a pesar que traía un buen abrigo, este no parecía ser suficiente para sosegar el frió del exterior.

Pude ver que había nevado por la noche, un poco de nieve se veía en la calle, pero no era demasiado. Pude entonces ver que, para muchos, el día que ya había comenzado. Personas caminaban sin rumbos precisos, seguramente de camino al trabajo.

Siempre es así. Todos preocupados por su vida sin poner atención a lo que pasa a su alrededor. Tal vez yo era de las únicas personas que les ponen atención a las cosas simples como lo que pasa en el entorno.

Fuera de esa ventana se extendía un mundo aun sin ser explorado, personas de diversas características indescriptibles e inimaginables que dentro de las posibilidades no podría haber rostros similar-mente idénticos.

Una de las cosas del mundo que siempre será una fascinación, la unidad.

Esas personas que crees haber visto antes, sin siquiera saberlo certera-mente. Porque hay ciertas similitudes con otros. Un ejemplo de ello, el panadero que le daba un parecido a un viejo chocolatero de un programa francés, que veía de niño. Aun lo recordaba porque, gracias a su programa aprendí a hacer Brawnies.

Mis pensamientos giraban en torno al mismo recuerdo, aún estaba en mi mente presente, tan nítido de aquel día. Me soñaba despierto pensando en esa chica de aquella tarde.

Preparé algo ligero para el desayuno. Y ¿por qué no? También brawnies.

Pensando que solo había sido una casualidad del destino encontrarle y estando un poco resignado a no volverle a ver más por estos rumbos. Alguna turista nueva en la ciudad, podría haberme mentido sobre su vida, las mentiras son un medio de auto-protección.

Por un momento dejé esos pensamientos de lado y me puse a imaginarme con ella de la mano en una playa de México, tomados de la mano y correteando por la orilla de las olas, con el sol en la cara, y el viento ondeando su cabello. Su piel blanca, brillando por con los rayos solares. Mirarla en mis recuerdos en esa manera me hacía sentir feliz de extraña manera. Estar con ella para ver con el atardecer.

Pero que cosas estás pensando—interrumpió la voz de mi conciencia. —te sueñas con ella, ¿es que te has idolatrado? Tenía razón mi inconsciente, hasta en mi mente parecía una total locura.

Demasiado bueno para ser real. Incluso parecía más una mala broma. "Nada es tan fácil" pensé.

"De nuevo imaginando tonterías" Me abofeteé mi fuero interno. Mi tranquilidad mental se está tornando un poco imperativa. Fui al baño a cepillarme los dientes. Y cuando estaba de regreso a la habitación.

Un amor para recordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora