Capítulo 05

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Los días con el padre Brian durante esa semana fueron los más tranquilos que tuvo durante mucho tiempo.

Aunque la mayoría se debía a que se la pasaba solo la mayor parte del día. Desde la mañana hasta la noche. Para ese punto, Roger estaba dormido en cualquier extremo y se levantaba con una nota en la mesilla que consistía en poder desayunar lo que quisiera y le pediría comida desde donde estaba. Al parecer, por lo que le contó alguna noche del martes mientras comían pizza, esa semana era la más atareada que había tenido en meses debido al trámite de remodelaciones que se harían en la iglesia de San Antonio.

Pues descubrió que el padre Brian había sido transferido de Hampton, su ciudad natal, a King's Lynn cuando el anterior sacerdote de ahí, un vejestorio a punto de ir al cajón, tuvo su jubilación. Lo que se encontró fue una infraestructura deteriorada que no tuvo mantenimiento y una congregación carente.

Pasado hace seis meses atrás. Con el paso de las semanas, más gente se acercó a averiguar qué frescura llevaba el nuevo párroco asignado y entonces, sin que le sorprendiera al rubio, se volvió una iglesia de gente joven activa que pululaban como polillas a un cura en edad temprana, buen físico, carácter encantador y aire libertador.

Eso era todo lo que sabía del padre May. Porque al menos había descubierto su apellido en la correspondencia que llegó el jueves. Sin exagerar, Roger podía decir que solo había visto a su anfitrión cinco horas en la semana.

Demasiada confianza para un rebelde sin causa, piensa él. No obstante, también se encontraba en un físico vulnerable que para nada le favorecía si se le ocurría revisar cada cajón de la casa para ir a vender cosas a una casa de empeño. De hecho, solo estaba interesado en quedarse en cama y dormir como nunca.

Para el sábado, después de ducharse y colocarse un pijama –ropa que el cura había conseguido de donaciones-, bajó a la sala a hacer algunos ejercicios de estiramiento para tantear qué tanto dolor quedaba.

No era mucho, como si hubiese hecho ejercicio intensivo el día anterior después de bastante tiempo. Podía caminar bien, incluso saltar. Agacharse era el problema, la zona de sus riñones se resentía y le provocaba una queja involuntaria salir por sus labios. Ese fue el día más activo que tuvo, que terminó en sumirse entre el sofá y una frazada para ver una película en el televisor.

Tomándolo por sorpresa, el cura regresó más pronto que los días anteriores. Las ocho de la noche. La cabeza de Roger giró cuando escuchó el cerrojo de la puerta hacer un sonidito metálico y entonces la entrada se abrió de par en par para dejar ver al hombre alto que entraba con dos bolsas de papel entre sus brazos.

Brian le sonríe, amable, como siempre. Pasa de largo la sala de estar para acabar en la cocina. Ahí se escucha el movimiento de latas, más cosas plásticas, quizás recipientes. Roger no tiene el demasiado interés para voltear a averiguarlo.

Otra cosa que descubrió rápido fue la carencia de carne en la casa del sacerdote, además que la pizza que compartieron aquel día pasado era mitad de verduras. Quizás se aventuraba –era claro que no- pero diría que el padre May era vegetariano.

— ¿Quieres uvas? —Escucha el joven a sus espaldas.

Voltea con cuidado pero cuando lo hace, el ruloso ya está a su lado, sentándose en el sofá y extendiéndole uno de los dos platos de uvas solo para él.

—Gracias —responde el rubio, tomando una y metiéndosela a la boca sin duda—. Llegó temprano hoy.

Él suspira, masajeándose un poco el cuello a la vez y levantantando las cejas de manera fugaz—. Por fin terminé de firmar papeles con el cardenal, solo son cosas burocráticas.

Predicador [Maylor]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora