Capítulo 11

659 100 122
                                    

Choca la planta del pie una y otra vez en el suelo como si estuviera marcando un ritmo de batería.

Y es que está nervioso, impaciente, y en extremo asustado. Porque no creyó que la celda provisional donde acabaría estuviera llena de dos drogadictos en estado horripilante de deterioro y tres hombres más alcoholizados que paño desinfectante de hospital.

Él siempre fue un chico miedoso a pesar de su máscara principal de ponerse cara a cara contra las personas. Por eso, a pesar de su rebeldía, nunca perteneció a una pandilla. A un grupo o a un simple equipo de delincuentes, porque normalmente ellos iban en serio a la hora de hacer daño o jugar una "travesura" que terminaba afectando mucho a terceros según los planes.

No... contrario a lo que muchos pensarían, su filosofia estaba más inclinada a sobrevivir. A pesar de menospreciarse en el fondo.

Sí, lo había dicho alguna vez. Alguien como "él" ya no podía permanecer al mundo de la gente completamente buena. Su mismo instinto de supervivencia inherentemente lo catalogaba como un chico que no tenía un futuro definido por delante, especialmente si con una oportunidad, explotaba en carácter por cualquier cosa y la desperdiciaba.

Oportunidad... El padre Brian le dio una oportunidad. Y lo único que puede hacer además de mover las piernas y estar con el trasero aplastado sobre aquel tondo banco de metal, es pensar en que en verdad, se dejó guiar por emociones más ilógicas que detenerse a pensar como un adulto que estaba próximo a ser.

Se está auto-saboteando, piensa. A pesar de estar convencido que nunca tendría una vida más allá de trabajos temporales, fumar en exceso y deambular solitario por las calles, desde el primer momento en que habló con el sacerdote, su actitud segura fue suficiente para admitirle que necesitaba un amigo.

Se había ofrecido, y por su mero orgullo dejó ir esa opción de comenzar a ser algo más que por antecedente de su familia, estaba destinado a ser... Aunque tampoco quería que el padre Brian fuera tan comprometido en eso.

"Yo no dejaré que alguien te haga algo".

Absurdo. No era un niño, mucho menos alguien totalmente vulnerable que necesitara protección, pero al menos su ayuda podría servir. Quizás sí.

—Niño, hey. —Levanta la cabeza, sin evitar una mueca. Tenía buena edad, aunque no quería aceptar que quizás su rostro y cuerpo aun eran algo infantiles para su gusto. Se encuentra con un oficial de policía que le habla con una voz nasal—. No sales en las grabaciones de seguridad y el de la tienda afirma que no eras del grupo de esos jóvenes así que puedes irte. Necesitamos el contacto de tu tutor para llamarle.

— ¿Tutor? —cuestiona. A su vez, el oficial abre la reja con las llaves y le hace señas para acercarse. Roger anda, con un poco del temblor desapareciéndole al por fin salir de ese lugar de criminales al cual no quería permanecer y se pone al lado del escritorio a donde siguió al policía, al parecer encontrándose haciendo un papeleo—. ¿Debe ser legal?

—Así es, muchacho. —Con el cabello lacio corto pegado a la cabeza y los grandes ojos mirándolo de arriba abajo, le responde—. Dame su número.

—Es que... verá... —Quizás podía intentarlo—. Mi padre es un alcohólico, por eso huí de casa, pero tengo un contacto que se ha encargado de mi durante el último par de semanas, ¿puedo darle ese?

—Chico, es el protocolo que debemos seguir.

—Por favor —mustia el rubio apenas, verdaderamente intentándolo para no tener que enfrentarse a su antiguo infierno—. Mi padre legal me golpea y, y el contacto que me da asilo es un sacerdote. ¿Puede ser él?

Predicador [Maylor]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora