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Estados Unidos, 1995.

Ébona se encontraba paseando con calma de la mano de su esposa Rose. Ahora ya no era la muchacha pelirroja que ayudaba a Howard en el laboratorio, sino que desde que se había casado mostraba su verdadero aspecto y dejaba de usar con tanta frecuencia su duplicación. La única diferencia del aspecto actual al original eran los ojos, ya que estos no era conveniente mostrarlos.

Era un chica de, como siempre, apariencia de veinticinco años. Un pelo blanco hasta casi la cadera y ligeramente ondulado, tez tan pálida que parecía que estuviera muerta, ojos azul pálido que parecían los de un cadáver, pero no tan claros como sus verdaderos ojos, nariz respingona junto a unos labios carnosos y rosados que contrastaban con todo su rostro. En esos labios que a Rose tanto le encantaban se encontraba una sonrisa de oreja a oreja porque ese era el día en que volvería a ver a su hermano Achilles que había estado en el espacia junto a unos saqueadores durante cinco años.

 En esos labios que a Rose tanto le encantaban se encontraba una sonrisa de oreja a oreja porque ese era el día en que volvería a ver a su hermano Achilles que había estado en el espacia junto a unos saqueadores durante cinco años

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Rose no era inhumana, era una humana que había entrado en el corazón de una chica  inmortal. Se habían conocido en una misión para S.H.I.E.L.D, organización de la cual la peliblanca había fundado junto a su hermano y sus dos mejores amigos, pero no podía decirlo tan a la ligera. Rose había conseguido que le confesara toda su vida completa, sus 102 años que había vivido antes de conocerla. Incluso sabia su nombre verdadero algo que no había dicho a nadie y que solo su hermano la llamaba por ese nombre.

Hades había decido compartir la poca vida de Rosa, ya que para la inhumana era pocos años, juntas, sin importar el dolor que luego le pudiera causar esa perdida. Era el amor que no había sentido por nadie desde hacía décadas. La última vez que se enamoró fue en la Segunda Guerra Mundial y desde entonces dejó de abrirle el corazón a los humanos ya que sus vidas eran cortas y frágiles comparadas con la de ella. Hasta que llegó Rose.

La mujer, que ahora tenía unos treinta años, de pelo corto y moreno, junto a unos ojos marrones que hipnotizaban a la inhumana, con su rostro de tipa dura había roto esa coraza. Consiguiendo que las dos estuvieras, incluso, en el mismo equipo de S.H.I.E.L.D que lideraba Sissi.

Habían conseguido llegar a la zona donde su hermano le había dicho que fuera, fue extraño comunicarse con él teniendo en cuenta que no estaban ni en el mismo sistema solar pero, por lo que le contó Achilles, la tecnología de la Tierra era extremadamente primitiva comparada con la del espacio. Confiaba ciegamente en su hermano.

La pareja se tiro en el césped del lago, tumbándose esperando su la llegada del mellizo que les había llevado a un lugar totalmente apartado de la civilización para no levantar ninguna sospecha cuando aterrizara la nave. Les había enviado a un gran claro, muy alejado de la ciudad y sin ninguna casa alrededor. Lo tenia bien pensado.

Solo pasaron unos minutos hasta que escucharon el ruido de unos reactores en el cielo, haciendo que las dos chicas mirarán totalmente asombradas. Si es cierto que Ébano ya había estado en esas naves, junto a Yondu y su hermano, antes de casarse, y sabía que lo que estaban viendo era solo una pequeña nave estilo bote salvavidas. Pero aún así, le seguía impresionando cuando la veía.

Metamorphosis | Bucky Donde viven las historias. Descúbrelo ahora