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El Limbo, 1891.

Jiaying era una mujer asiática que nunca envejecia, una inhumana entre los cientos que habían y se encargaba de reunir los. Tenía ese deber divino, o así lo sentía.

Estaba en su escritorio de madera, mirando alguna historias de su raza para saber cómo mejorar la metamorfosis. Este proceso era cuando un inhumano revelaba su verdadero poder, un poder colocado con cuidado para que haya un equilibrio. Gordon, su fiel compañero, se teletransporto enfrente de ella.

-¿Querias verme? - preguntó el hombre que no tenía ojos.

-Han aparecido dos inhumanos mellizos, tienen ocho años y quiero que los traigas para la prueba. - ordenó la inhumana sin siguiera levantar la mirada.

El inhumano asintió para retirarse usando su sombroso poder dejando tras de él un humo negro y azul. Volvió a aparecer en una calle oscura de Oslo, hacia muchisimo frío ya que era imvierno y en uno de los países más frios. Delante de Gordón había dos niños, la niña era rubia de un amarillo chillon y los ojos verdes más grandes que había visto jamás, tenía cara de cervatillo abandonado mientras que el niño era moreno, con unos ojos marrones que parecían desprender cuchillas.

Se notaba que estaban asustados pero sentían como una familiaridad que les resultaba abrumadora. Lo que realmente estaban sintiendo que habían encontrado es a otro de su misma especie pero con la metamorfosis realizada.

-Hola, pequeños. - habló el inhumano algo nervioso por la reacción que podrían tener los niños.

Le examinaron como nunca habían visto a nadie, desde hace mucho tiempo que no confiaban en la gente que les hablará sin ningún insulto denigrante delante. 

-Hola. - habló al final el niño con algo de duda.

-¿Que hacéis aquí?

-Vivimos aquí. - volvió a contestar el moreno, en ese momento Gordón se dio cuenta que la niña no hablaría. Esperaba que fuera durante solo un tiempo pero lo que no sabía es que la niña no les hablaría en años.

-¿Queréis venir conmigo? Puedo llevaros a un lugar seguro. - sonó el hombre con la voz más dulce que podía dar a dos pequeños.

Estos se miraron entre ellos y se dieron la mano algo nerviosos, sabían que iban a ir porque podían leerse los ojos pero necesitaban estar cien por cien seguros.

-Podréis ser vosotros mismos por fin. - volvió a hablar el inhumano extendiéndoles una mano como símbolo de amistad hacia ellos.

Los chicos lo pensaron dos segundos más y lo siguiente que les pasó les mareo un poco.  Gordon les había arrastrado a un abrazo que no querían para poder teletransportarse al maravilloso Limbo un lugar seguro. La Sala donde habían aparecido estaba vacía a excepción de los colchones en el suelo separados, es lo que asustó mucho a los pequeños.

Antes de poder hacer nada, Jiaying apareció por la puerta con su típica cara amigable que para alguien suspicaz le causaría escalofríos. Que fue lo que le pasó a la niña, ella solo confiaba en su hermano y a pesar de su corta edad sabía que tardaría muchas décadas en poder hacerlo.

La mujer había entrado con un cristal azul alargado en la mano derecha, sujetándolo con firmeza para que no se le cayera. Eso llamó la atención de la rubia y le creó mucha curiosidad, no la mujer con vestimenta china tradicional, no el hombre sin ojos que se podía teletransportar como en los comics, no, no le interesaba nada de eso. La joven quería saber que era el cristal y porque le llamaba tanto.

-Hola, pequeños, me llamo Jiaying. - habló la mujer con una voz muy amigable, pero escalofriante. - ¿Cómo os llamáis?

-No tenemos nombre. - declaró el chico de forma protectora, llevaban en la calle desde que tenían memoria y el era siempre el que daba la cara por los dos.

Metamorphosis | Bucky Donde viven las historias. Descúbrelo ahora