°•. I - Bruce Wayne .•°

4.5K 116 9
                                    

Título/No me quiero salvar sola
Parte 1

Qué es lo más estúpido que han oído sobre la depresión? Pero, me refiero de verdad, en donde ese tema tan "tabú" haya estado como centro de atención, morbo o risas en alguna reunión y terminado en conflicto.

Pues sinceramente no estoy para la mierda que salpican mis padrastros. Ellos no tienen idea ni el derecho a opinar.
Si no quiero llamar la atención, mucho menos la de ellos.

Es difícil de explicar.
¿Tristeza? Pues tanto así no; es más una sensación de decepción, vacío y niebla que no me deja estar tranquila.
¿Amargura? Pues las personas que me criaron dicen que por eso me quiero suicidar.

¡No me quiero morir!

Se siente como si estuvieras en una carrera infinita, sabes que es dura porque tu frente suda y tus pies comienzan a temblar y sentir calambres.
Hay personas que corren junto a ti, cada uno a su ritmo, parece que unas se esfuerzan más que otras.
Pero hay personas que no corren, están a los lados. Tranquilas, sonriendo, viendo con lástima o con apoyo a las que corren.
Hay veces en que puedes tomar el ritmo de la carrera y hasta deja de doler. Solo corres. El viento llega, te llenas de fuerza, pero al final sigues corriendo.
No sabes porque corres, solo sabes que debes hacerlo sin importar lo tan cómodos que se vean los de afuera. Porque al final de cuentas, sientes que ellos encontraron el final de la carrera, pero tú no.
Algo te impulsa a correr, vuelve a doler y vuelves a empezar.

Sin sentido alguno llego a esa maldita casa (o mansión mejor dicho). Y otra vez me encuentro con la mano a punto de tocar el timbre.
Escucho música clásica; de nuevo Beethoven...

No quiero matarlos ni nada de eso. Tampoco soy una psicópata.
Pero me trae paz el escucharlo tocar el piano.

Desde hace unas 7 semanas he estado espiando a Bruce Wayne. Es algo ridículo, un poco espeluznante, pero desde que me brindó la mano que tanto necesitaba para salir de la fosa no pude dejar de pensar en él. Era la oportunidad perfecta. ¡Algo en la vida me recompensaba por todos los años malvividos!

Pero lo rechacé.

¿Por qué ayudarme a mi?
No era muy lista, torpe podría definirme mejor, evidentemente no pertenecemos a la misma clase social, ni si quiera puedo tocar a su puerta porque el mayordomo me da escalofríos. Pero algo había visto en mí.

Aquella mañana, igual a muchas otras dentro de los 2 años anteriores, algo cambió en los pasillos de mi trabajo.

Nadie me pedía limpiar los baños, nadie se quejaba de no haber pulido bien el piso de las escaleras.
Todos corrían, murmuraba nerviosos.

Bruce Wayne había comprado el teatro de la ciudad.

¿Lo malo? Seguramente lo tiraría y nos despedirían a todos.
Este sería el segundo empleo que pierdo en 3 meses.
Para mí sería fácil hallar otro, se supone que adultas como yo pueden hacer trabajos con más responsabilidades que los jóvenes, pero ya no podía darme el lujo de pedir un buen salario porque no tengo experiencia sólida.

A los 29 años, sin estudios, sin lugar propio, sin aspiraciones, sin amor...
Patético.

Pero fue distinto. Bruce Wayne ofreció empleo a todos, algunos repartidos en las distintas corporaciones que manejaba.
Empezando por los más jóvenes con oportunidades de seguir sus estudios, luego con los mayores ofreciendo pensiones por sus años de colaboración en el teatro y luego estaba la gente como yo, personas capaces de conservar un empleo en lo que fuéramos buenos.

El asunto radicaba en sus ojos.
Tan oscuros que en comparación con los demás, mostraban una familiaridad con los míos: soledad.

Poco a poco alguien tuvo que ser la cara bonita de agradecimiento con el señor Wayne.

Otra vez me sentía pequeña. ¿Por qué debía hacerlo si en un principio no quería?

No fue tan mal; y a decir verdad me agradó estar compartiendo nuestros enojos ante una sociedad podrida y olvidada.
Nuestra diferencia de edad era un poco significativa, pero en ningún momento me trató como una niña, en ningún momento me trató como el tributo que ofrecieron al rico.

Me trataba como igual.
Me trataba como siempre debió ser.
Y eso me gustaba.

Pero no debería ser así.
Me odiaba por sentir paz con él porque al final del día debía volver a la realidad

¡Nadie merece sentirse tan vacío! ¡Nadie debería exerimentar el gusto cuando la pena regresa!

Hablamos por un par de semanas, por un buen tiempo y me ofreció pagarme la universidad.

¡¿Quién se creía?!

Existía un buen trecho entre mis secretos y su ego. Algo andaba mal.
¿Cómo le ofreces a un desconocido pagarle algo que debería pagarse solo a esta edad?

Le grité, le empuje y hasta creo que dejé que me viera llorar.

Mientras mi cuerpo se alejaba de aquella mansión sentía la pesadez regresar.

¡Estúpido Bruce Wayne!
¡Me gustas tanto, nos parecemos tanto que nos hacemos daño!

No pasaron ni 12 horas y ya me sentía alejada de nuevo.
La luz de mi habitación está apagada, como si de esa manera puediera callar los gritos de afuera.
Estaba en mi habitación, pero mi mente estaba con él.

Tomé un paraguas y salí por la ventana.

35, 40... ¿55 minutos tal vez?

Y aqui estoy de nuevo.
¿Debería tocar el timbre?

Va a llover, eso es seguro.

Las gotas mojan mis mejillas, pero no son las nubes quien las provocan.

- ̗̀ A L A S   D E   N O C H E ̖́-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora