El lugar oscuro y lúgubre lo abrumaba desde el día en que llegó. Estaba acostumbrado despertar con las luz del sol caer por la ventana, pero ahora estaba encerrado entre cuatro paredes. Cuatro paredes que en cualquier momento se cerrarían y lo comprarían. Todos estos pensamientos no lo dejaban ni respirar.
Hace tiempo no sentía el viento mover su ondulada cabellera, ni el agua bajo sus pies. Sin embargo, extrañaba una sensación en especial, la piel contra piel chocar tras los brazos alrededor de él antes de ir a dormir. Le costó pasar de una realidad que formó de niño a otra.
Conforme los días pasaban trataba de entender por qué razón llevaba puesto un mismo traje al igual que el resto ¿Acaso también ellos fueron rescatados de algún sitio? ¿Por qué solo él recibía insultos y mirada de asco? ¿Qué hicieron ellos para terminar aquí?.
"El 1889 es casi de tu edad, quizás también quieras coger con él . Follarte a tu hermano pequeño eso es asqueroso" las risas fueron insesantes y no pararon. Así como el primer comentario, le decían uno que otro similar.
Estar callado era lo mejor.
Sentía que los días nunca pasaban. Era una pesadilla. Estaba viviendo una. Una que pensó que no tendría fin.
Esa noche, uno de los encargados de seguridad abrió la perilla de la puerta gruesa de metal.
"Mañana vendrán por ti temprano, tienes que colocarte esto" le lanzó una bolsa de plástico sellada en la cara. Al abrirla sacó de ella ropa similiar a las personas que veía por la prensa."Tal vez ¿Este sería el final?" Pensó en la oscuridad de la habitación. "¿Podré verlo de nuevo?"
Parecía que la mañana nunca iba llegar pues se quedó despierto pensando qué otra nueva tortura vendría. Hizo lo pedido. Con el traje puesto le colocaron nuevamente esas malditas esposas de metal en sus muñecas las odiaba pues le hacían recordar el día que salió de esa cabaña.
Después de meses, no había visto la luz del sol. Al salir de ese espantoso lugar las cámaras y la prensa se le vinieron encima. Con ayuda de quienes lo escoltaban, salió de toda esa aglomeración. Sabía a dónde lo dirigían al reconocer la camioneta que siempre lo transportaba al mismo lugar al que solían llevarlo cada mes, para solo abrumarlo de preguntas.
Esta vez al ingresar a la sala, todas las personas estaban vestidas formalmente. Vio algunas, a las que nunca visto en su vida, que en cuanto lo miraron comenzaron a llorar. Otros lo miraban sorprendidos y estupefactos. Escuchó uno que otro murmullo "Después todos estos años de dolor". Por una extraña razón sintió que aquellas personas sabían de él.
La misma rutina se formó. El juez sentado en el centro comenzó a narrar todos los hechos ocurridos hasta el momento. Luego llegó el turno de uno de los hombres que llevaban el mismo traje que él. No entendió el momento cuando el hombre comenzó a gritarle casi en la cara. Estaba muy alterado. El que habló al principio comenzó a mencionar gente desconocida, pero de pronto escuchó el nombre de su padre entre ellos.
La puerta principal del salón se abrió y después de meses pudo mirarlo a los ojos nuevamente. Él comenzó todo. Él destruyó la infancia de sus propios hijos. Por su culpa de ese ser maldito lo habían alejado de su querido hermano. El sujeto que empezó con toda esa pesadilla sin fin.
...
-No sé si deba hacerlo. Tengo miedo.
-Aquí la única víctima eres tu Roger- el menor comenzó a llorar - Tienes que soltarlo todo, soltar todos tus recuerdos. Quedarán grabados aquí. Vamos.
-No quiero entrar, ¿Qué pasará si no me recuerda? A pasado mucho. A pasado mucho desde que lo ví por última vez.
-No tiene que recordarte ni tú a ellos, sufriste a causa de ambos monstruos que están tras esa puerta...
-¡No! No es cierto... no con Brian el no me hizo daño, pero por alguna razón no quiero verlo. No creo que sea el momento, volvamos otro día.- El hombre sujetó su antebrazo.
-No habrá otro día.
....
"Mi nombre es Michael May y tengo 34 años de edad.
Mis dos hijos son lo más preciado que mi mujer me pudo dar... La amaba tanto. Hacía de todo para que tuvieran la mejor vida ella y mis hijos. No sé en que fallé. Varios días ya no era la misma porque descudiaba de ellos, se olvidaba de alimentarlos, los dejaba solos por su cuenta. Aún siendo un niño de cuatro años y un bebé de dos meses.Una vez no encontré a mi bebé ni a mi mujer. Había regresado de trabajar. Brian estaba solo llorando y me repetía de que mamá se había ido. Salí a buscar a ambos con mi hijo, pero no los encontramos. Después de dos días, regresó con el niño en brazos como si nada hubiera pasado.
Quise reprenderla, pero noté que estaba llorando. Traté de calmarla, pero me dijo que quería estar sola. No sabía por qué se llevó sólo a uno de mis hijos. Sin embargo semanas después en un descuido descubrí que había escrito una carta de despedida. Había pensado huir de nuevo. Por supuesto no quería que se llevaran a mi niño, pero una vez leída toda la carta noté que tenía varias veces escrito el nombre de nuestro bebé, fue escrita un día antes de que ella se escapara y me sorprendí de que iba a ser enviada para otro hombre. Todo cobró sentido desde ese entonces.
Roger no era mi hijo. Era fruto de la calentura que tuvo con ese hombre y ahora pensaban escapar.
Estaba destrozado, me sentí humillado, un maldito juguete que había usado a su antojo. Diez años de amor para nada. Todo para que esa perra lo hechara todo por la borda.
Aguanté ese dolor por un mes, el día que habían quedado para vivir su nueva vida, llegó. Yo no lo iba permitir, no me pude quedar tranquilo.
Sólo... tomé el calibre y la maté de cuatro tiros en la cabeza.
Lo demás ya deben saber lo que pasó. Escapé con los niños para una "vida mejor". Los crié en ese bosque y di todo de mi. A pesar de lo que había cometido con mi esposa, algo no me dejaba tranquilo del todo. Conforme los niños fueron creciendo Roger no tenía nada de mi, pues su cabello era rubio y lo único que sacó a su madre fueron sus ojos azules.
Todas las noches miraba su rostro. Examinaba cada parte de él. Su piel blanquecina su delgada cintura, su pecho, sus muslos. Lo veía como el cuerpo de mi mujer, ese cuerpo en el que sedujo a ese hombre de mierda. Veía su nariz y sus labios, esos que tampoco los sacó de mi. La furia de cada noche era peor.
Cuando Roger cumplió seis años ahí empezó todo. Creció por sexo, se alimentó de sexo y antes de dormir yo tenía sexo con él hasta que sangrara. El no reclamaba sólo lloraba, ese llanto me bastaba para poder satisfacerme. Sí, lo destruí igual como ella lo hizo conmigo.
Lo que ocurrió con Brian ya es otra historia. Señor juez"-Escuché suficiente. Tiene algo que decir el abogado del señor Michael May.
La sala quedó en silencio.
Brian desde su asiento no apartó la mirada sobre él. Su versión de la historia lo había dejado con muchas emociones encontradas. Quería llorar, quería avalanzarse sobre él y darle una golpiza hasta matarlo, quería reir al recordar todo ese cuento falso que creyó de niño.
-Por favor, continue el segundo acusado, joven Brian May su turno.
Brian no encontró palabras por dónde empezar. No tenía sentido todo esto. Sabía que si decía su versión de todas formas no saldría. Estaba presionado por todas las miradas fijas en él. Sin embargo, entre todas aquellas una a la que ansiaba, lo miraba con los ojos llorosos. Ahí estaba Roger sentado en la segunda fila a su derecha. Sus zafiros no se despegaban de él ni un momento. El corazón se le estrujó. Era tanto inocente como él. Era sólo una víctima más de todo este alboroto. Quería gritarlo, quería declamarlo a todos en ese maldita sala.
"Soy Brian May y tengo 19 años de edad...