~Capítulo 14~

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Ya habían caminado por aquel sendero alrededor de una hora -quizá más, quizá menos-, tiempo suficiente para que Addie comenzara a notar el dolor en sus piernas y el calor que el sol irradiaba quemando su nuca

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Ya habían caminado por aquel sendero alrededor de una hora -quizá más, quizá menos-, tiempo suficiente para que Addie comenzara a notar el dolor en sus piernas y el calor que el sol irradiaba quemando su nuca. Algo que comenzaba a hacerla sentir irritada y molesta.

-¿Nos falta mucho para llegar al pueblo que dijo Driel? -se atrevió a preguntar tras unos minutos más, aún pese a recordar fugazmente que el chico había dicho que probablemente llegarían allá hasta la noche.

-Un poco, sí -respondió Kasla en el frente, quien se había mantenido callada durante todo el trayecto-, pero te prometo que una vez que lleguemos ya no vamos a caminar.

Addie se abstuvo de soltar un gemido lastimero y asintió con la cabeza. Sería más sencillo si tan sólo tuviera piernas más largas, de eso estaba segura.

-Ya verás que antes de que lo notes llegaremos -le consoló Hyrod con una leve sonrisa tirando de sus labios. Él también lucía cansado aunque su cojera parecía haber desaparecido o simplemente disminuido, pues ahora ya no hacía mueca alguna con cada paso que daba y parecía en ese sentido más aliviado y ligero.

Hyrod no tardó en abrir un tema de conversación y ambos enseguida comenzaron a hablar sobre unicornios y conejos, algo que al menos la distrajo de la abrumadora caminata.

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La noche caía sobre ellos y las primeras estrellas ya se asomaban por el cielo cuando por fin llegaron al lugar que se suponía que era aquel pueblo. Pero a Addie no le parecía del todo tal cosa, pues para comenzar su percepción de ello se limitaba al pequeño pueblo donde unos de sus primos y tíos vivían que en sólo dos ocasiones llegó a visitar. Y aquél era grande, extenso, habían perros callejeros y el suelo era de tierra y las casas que ahí existían tenían puertas de aluminio y sus construcciones eran muy distintas entre sí.

Más sin embargo, el pueblo al que habían llegado, para nada era extenso. Los hogares de los habitantes eran tan parecidos unos con otros y podía decirse que quien los construyó carecía de imaginación y creatividad. Tales casas se encontraban a los costados del sendero y las luces en sus interiores se veían a metros de distancia. No había más al fondo ni internado a través del bosque, sólo se encontraban a los bordes del camino tan naturales como lo eran un puñado de niños y un balón a mitad de la calle.

Addie para entonces estaba exhausta, sólo se habían detenido en tres ocasiones distintas -por principal petición suya- para comer y descansar. Ella no estaba hecha para eso, quizá en un futuro lo estaría, pero ahora por más que intentaba ser fuerte y resistir simplemente tal capacidad no venía a ella con facilidad.

Odiaba tener siete años.

Tan pronto llegaron a dicho pueblo un par de personas, que se encontraban en el sendero -el cual, cabe aclarar, era más ancho por el mismo motivo del que las casas se hallaran construidas a sus orillas- los miraron con los ojos bien abiertos y con la curiosidad asomándose de ellos.

Addie Bagler Y La Maldición Del Sueño © #1 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora