~Capítulo 21~

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Addie odió el sonido de la guerra

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Addie odió el sonido de la guerra. O bueno, el sonido que se oía de las personas luchando entre sí; Gritos, golpes y otros más que se negó a identificar por el temor que esto representaba. Siguió sin mirar y en todo momento se aferró a Kasla y a mantener su mirada en el frente, no quería ver nada de eso, ni a los guardias ni a las personas del pueblo siendo heridas. Simplemente a ninguno.

Siguió a la chica y ambas se deslizaron entre las altas hierbas. Addie no podía dejar de pensar en la picazón y en lo tedioso que era caminar por ellas y muy apenas logró mantenerse al paso de Kasla. Llegaron al pie del cerro, el cual ahora estaba tan solitario como un cementerio a media noche, e incluso emitía la misma aura que uno.

Subieron por el sendero ya construido y angosto, la niña caminó detrás suyo y corrió detrás de la joven. Cuando por fin llegaron al umbral de la oscura cueva Addie no pudo ser capaz de seguir evitando mirar abajo. Lo hizo, por sólo un par de segundos. Y enseguida se arrepintió.

El campo de batalla era desastroso, por no decir indescriptible y abrumador. Las personas del pueblo seguían levantándose y luchando contra los guardias. Éstos últimos estaban mejor armados, pero los otros los superaban en número y contaban con algunos hechiceros del grupo rebelde cuya última reunión había atestiguado. Era una pelea bastante reñida y que aún no acababa.

Addie se forzó a apartar la mirada y obligarse a girar, adentrándose al interior de la cueva.

Su interior era silencioso y oscuro, y el suelo estaba sospechosamente pegajoso. Addie ignoró esto último y siguió a Kasla muy de cerca, pocos minutos más tarde llegaron al lugar donde todo había comenzado: El portal.

Seguía siendo igual de oscuro que antes, como si fuera un pozo sin final. Antorchas colgaban a los costados de la cueva y esto supuso una gran diferencia en cuanto a la iluminación.

Ahí sólo habían tres soldados, en armadura y con brillantes espadas. Kasla arrugó el entrecejo y, cerrando los ojos en concentración, apretó el puño y los guardias cayeron al suelo, inconscientes de forma inmediata y al unísono.

—No durará mucho —advirtió con tono cansado—. Haz lo que tengas que hacer.

Lo que tengas que hacer, sonaba tan sencillo, y obviamente era todo lo opuesto.

Por unos largos y casi eternos minutos Addie se quedó en blanco, sintiendo el tiempo correr en la boca de su estómago e intentando pensar en el hechizo. ¿Y si Abtell se había equivocado? ¿Y si en realidad Addie no sabía cómo romper la maldición?

No llegó a formularse más preguntas antes de sentir un agudo silbido cruzar sus oídos. Y lo entendió, está vez entendió que el silbido no era uno cualquiera, ni la tonada que seguía la seguía en balde. No, estaba diciendo algo.

Le decía lo que debía hacer, le susurraba las palabras y las acciones que debía ejecutar.

Una inevitable sonrisa se asomó en el semblante de Addie, y entonces se puso en marcha.

Addie Bagler Y La Maldición Del Sueño © #1 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora