1. Un ligero avistamiento

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Canción en multimedia: Apologize — Grandson

1er capítulo: Un ligero avistamiento.

El día que todo comenzó, fue como cualquier otro, el aire en Crimson era húmedo al punto que mi cabello explotaba. Fue tan sutil, tan normal, que nunca pensé en lo que podría convertirse.

Yo era otra Lena, verás.

Entonces, sonreía más y era feliz sólo con mi hermana menor, a la que no paraba de molestar, ayudaba a mi madre en lo que podía y mi aura era brillante, chispeante. Horneaba brownies con una sonrisa para los nuevos vecinos. Y claro que antes hubo malos ratos y corazones rotos. Pero allí no importaba.

De nuevo, y te advierto para que veas la diferencia, que es abismal.

Pero ya te lo he dicho. Yo era otra Lena.

Mis párpados se abrieron lentamente con el amanecer. Con un par de parpadeos pude notar a través de mi ventana que el cielo apenas estaba de un tono rosado, justo debajo de la oscuridad de la noche que acababa depasar, como si la luz que se avecinaba levantara poco a poco la noche, para abrirse paso a un nuevo día.

Le eché un vistazo al reloj en mi mesita de noche.

5: 37 am

Intenté volver a cerrar los ojos, queriendo volver a dormir. Era demasiado temprano para un sábado, pero eso a mi mal del sueño no le importaba. Después de un rato con los ojos cerrados, me di cuenta que no iba a poder volver al mundo de los sueños. Mire al techo con frustración y en un movimiento somnoliento me siento al borde de la cama.

Estupida mañana

No me apetece vagar por mi casa a esta hora un sábado, pero me levanto porque sé que ya no hay manera de volver a dormir; y como la persona inquieta que soy, tampoco me apetece solo quedarme acostada. Nuestros vecinos se mudaron fuera hace año y medio. No me preocupo por vestirme más allá de una bata de seda rosa pálido, mi color preferido, sabiendo que lo debo preocuparme por visitas inesperadas.

Me pongo mis gafas y bajo a la cocina por algo de comer antes que mamá se despierte.

Treinta y tres días comiendo sano para acompañar a mi madre en su nueva dieta, y treinta y tres días de romper esa dieta, escabullendome a horas inhóspitas en mi casa. Suficientemente grande como para pasar tiempo sola. Siempre con lugares en los que refugiarse en un mal día, y demasiado pequeña si eres yo, a las cinco de la mañana, en busca de un bocadillo, donde siempre es probable cruzarse con alguien.

Piso con cuidado de no hacer rechinar ninguna de las tablas del piso, ni siquiera me molesto en prender las luces y logro ver solo con el leve brillo del amanecer apenas iniciando. Miro a los lados, y cuando me aseguro de que estoy sola, abro la alacena en busca de la mantequilla de maní, cuya puerta hace un pequeño ruido.

- Pensé que dejarías la mantequilla por un tiempo...

Por la sorpresa suelto la puerta de la alacena para voltear a ver a mi madre, pero ésta me golpea en la frente cuando se cierra.

- ¡Mierda! - Pongo una mano sobre mi frente.

- Lena - Mamá me da una mirada de advertencia desde la barra.

- No me vengas con tus regaños, madre. Tu eres la que va por ahí provocando infartos. - Gruño por el dolor aún latente.

- Que dramática eres - Achica sus ojos hacia mi.

- Herencia tuya - Replico.

Mamá suelta una risa divertida y se levanta de la barra para acercarse y darme un abrazo y un beso en la mejilla.

Viper ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora