20. Los cuerpos

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Canción en multimedia: Control — Halsey

20mo Capítulo: Los cuerpos

Ridley

Ella no va a venir.

Eso fue lo que él dijo, pero no había razones para creer lo contrario. Comenzó a repetir las botas, y ya no sabía cuántos días habían pasado.

Mi cabello se mantenía húmedo, a veces por el sudor, a veces porque usaba el agua de tomar para refrescarme. No era perfecto, pero al menos había recuperado la cordura.

Un escalofrío recorrió mi espina cuando mi mirada se posó en mi brazo. Había escrito la palabra desprolijo  a propósito, algunas partes más profundas que otras, pero había tenido cuidado de escribir la palabra en el ángulo y sentido correcto. Cada vez que la veía, no podía evitar leerla.

Pegué mi cabeza a la pared, mirando al techo, que era mejor que mirar mi brazo cicatrizantes.

No va a venir.

Y eso que la estaba protegiendo. Me quedé callada cada vez que preguntó, le mentí. Pero él sonreía y negaba con la cabeza cada vez. Le parecía gracioso que siquiera intentara mentir.

Se me escapó un sollozo.

Es un monstruo. Y tal parece que los monstruos vienen con un detector de mentiras incluido.

Era eso, o yo era la peor mentirosa del mundo.

— Quien eres, criatura, pequeña y valiente. Tu suerte se acaba, a mi me pertenece...

Se me paró el corazón.

Esa estúpida canción. La melodía suave  de canción cuna sólo la hacía más aterradora.

Pero al menos no era él. Pudo ser peor.

Solté una risa.

Me equivoqué, claro que había perdido la cordura.

Era el otro. Éste siempre cantaba esa canción. A veces la cantaba a la mitad y a veces completa. La letra hablaba de una bruja que comía niños y al final una niña que luchaba y ganaba, le mostró a la bruja  un espejo, que le mostraba al demonio que llevaba dentro y éste la mataba.

La primera vez, se me había pasado por la cabeza la posibilidad de superar a mis propios captores. Los observé y me pregunté si tenían una debilidad. Si era capaz de ser una heroína.

La segunda vez que escuché la canción completa, fue cuando vino a quitar las costras del nombre escrito en mi brazo, para asegurarse de que quedara una buena cicatriz. Yo lloraba y pataleaba, pero su rostro estaba igual de tranquilo mientras cantaba esa canción. Allí me di cuenta.

No la cantaba por accidente. Empezaba a creer que nada era al azar. La cantaba para recordarme que tenían el poder, que el final de esa historia no sería como el final de esta.

Otro escalofrío.

Éste se acercó con una sonrisa que en otro momento pudo deslumbrarme. Pero ahora podía ver las comisuras chuecas, los dientes blancos, ahora veía la sangre tras ellos, ahora veía sangre por todas partes. Podía ver los cuerpos. El de Lena, el de Abby,  el de mamá, el de Delia, el mío...

Sólo quedaría una persona que lloraría por mí, y ya no estaba segura de que fuera hacerlo. Porque tampoco iba a venir. Porque  no era una canción tenebrosa con héroes y villanos, y nadie vendría a hacer un sorprendente rescate.

Éste se paró con los pies separados frente a mí y agitó una caja roja  en el aire.

Me encogí contra la pared.

Viper ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora