Ivelle Pione, una chica Amable, humilde a pesar de venir de una familia adinerada y al quién no le teme a nada.
De nacionalidad mexicana, entra a una nueva escuela Las Encinas, la mejor escuela de todo España. Gracias a que ganó una beca, más aparte...
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Sentí como me movían con suavidad mientras que susurraba mi nombre, solté un quejido para levantar mi mano dejarla caer a la persona que me estaba moviendo. Abrí los ojos al escuchar como soltaba una maldición y lo único que hice fue reírme en voz baja con mis ojos apenas abiertos del sueño.
—Si que gracioso—se masajeo la nariz—Ya cambiate para irnos.
Fruncí mi ceño al verlo ya con su uniforme, voltee a ver mi reloj que marcaba las cinco de la mañana.
—¿Cómo te cambiaste sin levantarme? Y ¿Porqué tan temprano?—me queje dejándome caer en la cama.
—Tienes el sueño pesado y, tu solo cambiate—me jalo de las manos haciendo que me pare.
Caminamos a donde estaba mi uniforme y me lo empecé a poner, me quite la blusa que me había puesto para dormir quedando en sostén, donde estaba las esposas allí estaba mi blusa colgando así que fue fácil ponerme la. Ya que estaba bien puesta me puse mi falda sin abrochar la y por último puse unas calcetas blancas cortas y mis botines con tacón alto.
—Ya te puedes voltear.
Me acerque a mi espejo junto con Valerio y empecé a cepillar mi cabello dejándolo suelto, me sobresale cuando sentí las manos de Valerio en mi falda subiendo el cierre.
—Enserio, tu me quieres provocar—negó con su cabeza.
—No es mi culpa, que sea atractiva—le guiñe el ojo. Escuche como soltaba una risa.
Nos acercamos donde estaban nuestras mochilas y las agarramos para bajar al lavado y cepillarnos los dientes, ninguno tenia ganas de desayunar por lo que salimos de casa a las cinco con treinta minutos, aun estaba oscuro por suerte antes de salir tome mi saco colocando me lo encima los hombros.
—¿A dónde vamos, Valerio? —pregunte mientras nos subíamos a su carro.
—Me gustaría que antes de entrar a la escuela, relajarme un rato—me sonrió con su típica sonrisa moja bragas.
Por todo el camino fue en silencio algo que hizo que me quedara dormida de nuevo, me desperté al sentir como el auto, dejaba de andar.
—¿Ya llegamos? —pregunte adormilada.
—Si.. —acomodo unos cabellos que tenía en mi cara—Vamos.
Abrí la puerta del copiloto saliendo y detrás de mi, Valerio. Quien se brinco al ver que siempre yo me brincaba del otro lado. Con las esposas en la muñeca, tomó mi mano y me jalo a unos columpios y se sentó, señaló otro columpio para que me sentará algo que hice de inmediato.
