Capítulo II

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El desinterés.

Ambas chicas no dejaban de mirarse el cuanto tenían la oportunidad. Intercambiaban sonrisas y emitían algunos chillidos de emoción.

El papeleo era cada vez menos, pasaban algunos reportes a compañeros de bajos niveles.
Entre llamadas y mucho papel, pasó el tiempo y llegó la hora de irse.

- ¿Estás lista?-. Díaz le arrojó la pregunta mientas alzaba ambos brazos relajando el cuerpo aún en el escritorio.

- Casi, solo debo dejar este documento en la recepción y los largamos.

Tomaron cada una sus pertenencias y se dirigieron a la recepción para posteriormente salir. Cruzaron la puerta para así ir cada quien por su camino a casa.

- ¡Te veré a las nueve Muñóz!. No llegues tarde.

- ¿Cuándo he llegado tarde?. Responde esa pregunta y te daré un puñetazo-. Soltó una risa profunda mientras miraba a su colega.
Díaz solo asintió con la cabeza volteando los ojos, comenzó a caminar ondeando su mano de un lado a otro despidiéndose de su amiga.

Mafer (así prefería que le llamarán), tomó el autobús hacia su departamento mientras sonaba una canción que alegraba aún más su trayecto.

Caminando en el paraíso del arco iris, estado mental de lápiz labial de fresa me pierdo dentro de tus ojos
¿ Lo creerías?

Siempre creyó que esa letra debía dedicársela solo a alguien especial, cosa que a ella no le importaba mucho, una pareja no estaba en sus planes.

Llegó a su destino, caminó algunas cuadras para llegar a su departamento antes de ello se detuvo a comprar algo de comida japonesa, así comenzar a consentirse.
Girando la llave de su puerta abrió el cerrojo y entro a su departamento, arrojando sus bellos y ruidosos zapatos colocó la comida en la mesa de centro y se recostó unos minutos en el sofá.

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La tarde había pasado. Entre canciones y humo de inciensos con aroma a vainilla, ahí se encontraba, sentada en su cama aplicándose un delineador color azul cobalto en sus ojos.

Mafer tenía unos ojos hermosos, tan expresivos, color café, uno muy peculiar, en el cual se formaban algunos cráteres en su iris que sólo se notaban con el sol.

El azul de sus ojos combinaba con su falda a cuadros, era del mismo color, una blusa de encaje negra transparente, medias de red y tacones negros. Definitivamente una mujer más hermosa no verían en el bar.

Para su fortuna, Mafer vivía a unas calles del centro de la ciudad, exactamente a un costado del barrio antiguo.
Tomó su bolso, guardando algunos billetes y algo de maquillaje, mientras bajaba por las escaleras de aquellos condominios. El sonido de sus tacones podía oírse en los pasillos.
Aunque el ruido se fue perdiendo conforme se adentraba en las calles.

Música por todos lados, de todos los ritmos, luces de colores, abundante el olor a alcohol y tabaco, la gente estaba de fiesta, esas eran las señales.

Sacó el teléfono de su bolsa y llamó a Brisa, con la mano que tenía libre cubrió su oreja del ruidos de aquellos locales para poder realizar su llamada.
No respondió, intentó de nuevo, obtuvo el mismo resultado. Comenzó a escribirle textos para poder localizarla.

¿Dónde estás? He llegado.
9:02 p.m.

Miró su teléfono y comenzó a preocuparse. ¿Cómo la vería enteré tanta gente?. Los nervios comenzaron a sentirse. Vibró algo en su bolso.

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