ORGULLO.
—¡ Sé quién es !—. Una voz agitada al borde del sofocamiento a causa de la carrera se podía escuchar al otro lado de la línea, cada paso alejándose de aquello que le seguía.
Saltando lo puestos, empujando a la gente, jadeando a causa del cansancio, dando su mejor esfuerzo por vivir.
—¡ Que carajos te sucede !—. Una voz de mujer contestaba algo consternada y molesta en el auricular. —¡ Maldita sea!. ¿ Dónde estás ?.
—¡ No hay tiempo !—. Suspiró al girar en una calle para recargarse en una pared. Sacó una tarjeta de su bolsillo y la puso ante sus ojos. — ¡ Su nombre e...
— ¿ Cuál es su nombre ?—. Un grito angustiado al oír la llamada cortarse fue lo último que dijo sin saber cómo se llamaba aquel a cuál perseguía.
Sacudió su cabeza y se levantó de su pupitre, había tenido ese sueño una vez más. Entre risas y sonidos de alumnos guardando los utencilios, alzó la mirada para lograr ver qué era la hora de retirarse.
Guardó sus cosas, se levantó y salió del aula sin decir una palabra. ¿Que significaba ese maldito sueño?. No conocía a la mujer de ese sueño, pero no creía que fuera real. Solo pensaba en irse a casa, tenía trabajos por terminar y proyectos acumulados.
La universidad de artes era esplendida, un paraíso de paredes coloridas, gente danzando en cada área de ella, personas actuando en papeles trágicos sobre alguna mesa de concreto, otros limpiando sus brochas, olores tan característicos como lo era el óleo y las ropas guardadas la hacían un lugar único y hermoso para estudiar.
Él era estudiante ahí. Alphonse, un chico de un estilo peculiar, era alto, de cabello largo castaño oscuro, algo delgado y con un rostro diamantado, una persona fácil de reconocer, por su ropa o sus ojos.Caminaba en dirección al estacionamiento, alzando las manos cada 5 segundos para responder saludos de los profesores y algunos compañeros. Se sentía preocupado debía terminar esos trabajos, las pinturas eran sus especialidad. Necesitaba terminarlas o estaría muerto literalmente.
Vibrando en su bolsillo delantero, se escuchaba fuertemente una me melodía veraniega de su artista favorito.
—Diga.
—Alfonso,¿Como te va mi amigo?.
— Llámame Al y voy bien, estoy por terminar tu pedido.
— Me parece excelente ya que llevo dos semanas esperándote, pareciera que solo me estafarás o algo parecido.
— Primero: soy estudiante apenas salí de la universidad, segundo: las obras que me pediste necesitan tiempo y tercero: si quisiera irme con tu dinero ni siquiera contestaría tus llamadas.
Así que deja de ser un imbécil y pasa por tus cuadros en dos días—. Un tono de molestia se insertaba en su voz, era un cliente exigente pero también molesto en cuanto a su manera de pedir las cosas.Unos segundos de silencio y después una carcajada saturaba el sonido del auricular.
— Ya entiendo mi Picasso, Alobalo, Van Gogh. ¿ Como prefieres que te llame?—. Que molestia era escucharlo, la arrogancia que podía tomar una persona solo por su cuenta de una cifra de más de 12 dígitos en ella.—¡ Ten cuidado como me hablas!. Te veo en dos días.
— La cuidaré en cuanto tú lo hagas primero, dos días, adiós—. Terminó la llamada y había llegado a su auto.
Eras apenas las 2 pm, se miró en el retrovisor y comenzó a planear el día para terminar cada pendiente.
El camino no era tan largo, ya que vivía en unos departamentos cerca de la universidad, cuando sus padres murieron es lo que pudo comprar para él y su hermano. No se llevaban bien, pero lo quería y lo ayudaría en lo que pudiera, a pesar de tener casi la edad.Condujo tranquilamente, observando todo al rededor para encontrar y recaudar la mayor inspiración para terminar su trabajo. Las pinturas eran para el jefe de su hermano, algún empresario y con gustos abstractos que invertía en jóvenes talentos. Algo muy bueno de su parte pero su morbosidad dejaba mucho que pensar de la clase de persona con la que trataba.
De un momento a otro, recordó aquel sueño que tuvo en clase. Solo sonrió y golpeó levemente su volante para burlarse de esos sueños tan surreales.
Hizo una parada en una cafetería, pidiendo un café frío con toque de avellana, una de sus bebidas favoritas en ocasiones el café era perfecto para despertar su imaginación más allá de lo que buscaba.
Llegó al edificio donde vivía, entrando al estacionamiento con algo de cuidado debido al espacio algo reducido logró estacionarse perfecto.
Así volteando al asiento trasero, recogió su maletín y una bolsa con utencilios, cogió su bebida y cerró el carro tras de sí. Tomaría el elevador para evitar escaleras y tampoco ver a sus vecinos conservadores y prejuiciosos. Tarareando en el elevador mientras daba sorbos, terminaba de hacerse la idea de lo que habían pedido.Eran tres pinturas, le pareció extraño el pedido, pero no sé negó ya que la paga era muy buena.
El primero era algo simple, un cruce de líneas plásticas sin colores vivos para mantener la sobriedad de la oficina principal de aquel hombre en casa.
El segundo lo perturbaba, causaba una mezcla sensaciones que no acababan en nada lindo. Te provocaba intriga, miedo, ganas de vomitar e incluso hasta llegaba a ser perturbador. Le habían pedido una mujer y un cerdo, algo fuera de la realidad con partes intercambiadas y señales de un rastro carnicero. Le daba pesadillas.
El tercero, no lo juzgó. Era solamente hacer el retrato de una chica de una manera sencilla y sublime. Aunque parecía Extrañado ya que no conocía a nadie de su familia con esos rasgos. Una señorita de estatura promedio tez aperlada, con ojos pequeños, cabello lacio oscuro, su cara redonda y la forma de su nariz. Nadie en la familia conocida tenía esas características. Esa pregunta le persiguió por noches pero supuso que era algún regalo para una aventura de hombre pudiente, no estaba de acuerdo pero el trabajo ya estaba pagado por adelantado.
Solo faltaba el primero, el más sencillo hasta el final.Entró al departamento y arrojó sus cosas a un pequeño sillón que se encontraba a unos cuantos pasos de la puerta, camino a su sala donde tenía parte de si estudio y comenzó. Se quitó el suéter y los tirantes que portaba y se vistió con su bata favorita, una color café claro repleta de manchas de pintura por doquier, de su estuche sacando los tonos mates y más sobrios que tenía, colocando poco a poco en su paleta. El artista debía comenzar.
Con algo de suerte podría acabar temprano para salir a buscar algo de cenar.
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Pinceles
FanfictieMaf Muñóz es una estudiante de criminología que está a punto de terminar su carrera. Cómo prueba final debe resolver un caso al azar sobre cualquier tema. Desafortunada y misteriosamente desaparece su mejor amiga con la cual cursaba, días después e...