Capítulo VI

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Fé.

El reloj en la pared de la oficina tenía un sonido muy peculiar para anunciar la salida en fines de semana. Mismo que no hacían el más mínimo esfuerzo por desactivar los demás días de la semana.

Medio día, era momento de cumplir con su misión. Más que una misión, era una situación que no dejaría por más tiempos un resolver.
Guardó cada archivo en carpetas de la computadora y otros físicos en los cajones de si escritorio. Las manos le temblaban, el sudor escurría por su frente a pesar de estar a algunos 18° por el aire acondicionado del piso. Asegurando cada detalle salió de ahí tomando su chaqueta de la silla y corrió a las escaleras para salir directo a buscar a su amiga.  

Cada paso que daba estaba en armonía con cada latido de su corazón, podría sentirlo en su pecho, sus manos y hasta su frente. Era tan intensa la sensación que podía sentir que vomitaba.
Empujó la puerta del edificio saliendo así de su trabajo. Volteó va mirar ambos lados tratando de tomar el sentido para dar inicio a su camino. Tantos nervios le habían cegado por unos minutos el sentido de la orientación, sacudió su cabeza, unos golpes en las sienes y siguió su camino.

Comenzó a marcar el número de Brisa en su teléfono, quizás a esta hora aya estaba despierta con alguna botella de agua mineral por la resaca.
Llamó, espero algunos segundos, directo a buzón de voz,  intentó de nuevo, buzón de voz , una vez más, no consiguió nada más que la contestadora de la otra línea avisando del cobro de la llamada perdida.

Frunciendo el ceño, miró su teléfono con molestia y angustia. Había pasado mucho tiempo, probablemente seguía durmiendo, pero la conocía y no podía pasar de las 10 de mañana estando en cama sin que le doliera la espalda.

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Después de casi una hora de camino, bajó de aquel autobús con algo de nervios y quizás un poco de miedo.
¿Como lo tomaría? ¿Que carajos iba a decir? ¿Por qué mierda fue así?.
Encontró el número de la casa, la cual era su destino. Camino por la acera del porche, había algunas flores sembradas a las orillas de aquel.
Eran preciosas, se detuvo a admirarlas un momento, de esa manera se sentiría menos nerviosa. Había de todo un poco, gerberas, alcatraces, rosas, dalias, gardenias, algunos árboles frutales que también lucían sus florecillas de pronto brote.

Al terminar de ver cada bellísima planta, se giró para cumplir lo dicho. Justo quedó en frente de la puerta. Se acercó lentamente extendiendo la mano, preguntándose si sería mejor tocar el timbre o golpear la puerta.
Optó por golpear, suspiró profundamente y dió cuatro golpecillos que apenas pudo escucharlos ella. "Joder, que complicado", se dijo a si misma. Lo intentó de nuevo, ésta vez más fuerte, cuatro golpes fueron suficientes para lograr un sonido audible y al mismo tiempo abrir la puerta, la cual no se encontraba cerrada.

Abrió sus ojos de una manera sorpresiva y algo asustada. Comenzó a temblar y a sudar, sentía que el ambiente se ponía cada vez más frío.
¿Y si le hicieron daño?...
Un gruñido de enojo al mismo tiempo que apretó los puños, fue la manera en la que demostró que se fue el miedo, no se iba a permitir que alguien más saliera dañado por el.

Giró su mochila rápidamente, sacó un cuchillo de supervivencia, una linterna y unos guantes, se los colocó, recogió su cabello y estaba lista para entrar.
Empujando la puerta con la espalda a tal manera de protegerse, encendió la linterna y colocó la mano a la altura de su barbilla, el cuchillo empuñando el lado de su muslo. Lentamente caminó hacia el recibidor, no había nada inusual, parecía estar acomodado todo incluso había un olor a incienso, que efectivamente en una mesa de centro se encontraban la cenizas. Se adentro en la casa, regresó a emparejar la puerta para no hacer más ruido. El piso estaba impecable, algunos rayos del sol entraban entre los espacios de las persianas oscuras que había en aquella casa, algo tenues no dejaban ver mucho. Siguió hacia la cocina, girando a ver cada rincón sin dejar un espacio sin inspeccionar.
Los utensilios estaban en su lugar, el fregadero estaba sin trastes, sin embargo había un olor extraño, dió pasos en dirección contraria y estaba la estufa, pero... ¿Por qué estaba caliente?.
Había silencio absoluto, no había viento, ni aves cantando, solo el leve ruido de los electrodomésticos funcionado.
Salió de la cocina y se dirigió a las escaleras. Estando al pie de aquellas, se conmovió al ver una fotografía enmarcada de ellas en primer semestre. Quiso soltar una lágrima pero se contuvo y siguió subiendo, el segundo piso era más oscuro aún que el primero, bajó la luz de su linterna y buscaba algo que le diera respuestas.
El baño estaba abierto, había agua regada, pero ni siquiera se sentía aquel bochorno que se queda cuando alguien sale de la ducha, el agua estaba tibia. Se encaminó hacia las dos habitaciones y que le faltan revisar, ésta vez los nervios la consumían, cada pasó que daba sentía como sus muslos le temblaban y sus rodillas se flexionaban inconcientemente, sudor goteaba de su frente y brazos dejando ligeras gotas en el camino.
Primera habitación, un giro rápido y estuvo adentro, mirando a todos lados, nada. Los cajones, el clóset, las repisas, las sábanas de la cama parecían estar normal, no había cabellos o marcas en los muebles. Suspiró profundamente, se preparó para entrar a la siguiente habitación.

Estaba lista, giró la perilla muy despacio para después con una patada abrir la puerta soltando un pequeño grito de enojo y desesperación.
Giró la cabeza analizando cada rincón visible de aquel lugar.
Su mirada se tornó completamente confundida, sus ojos estaban abiertos a su límite, lo que vió la dejo con la boca abierta, se imaginaba un millón de cosas, menos encontrar eso.

Solo estaba un vestido estilo de los 60's con una nota en un papel amarillento colocada sobre el pecho de la misma prenda, un sello de tinta le acompañaba a las siguientes palabras:

Tienes diez oportunidades, salva a los nueve restantes.

10M 



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