The Northern Bastion: Raíces del norte.

I

- Apúrate en traer eso, vamos, el invierno no se calentará solo.

Aeduuard observaba con una sonrisa a su viejo amigo quien cortaba la madera con el hacha que tenía entre sus manos, el frío era insoportable y solamente esperaba a que esté terminará de tomar leña para poder irse del bosque.

- A veces siento como si aquí hiciera más frío que en el pueblo, ¿No lo crees?

El jóven levantó su cabeza y se dió la vuelta, la barba ya le había crecido, sus ojos de color azul y su cabello negro como la noche eran inconfundibles, quien cortaba la leña era Einar. Colocó los maderos sobre la pequeña caja que cargaba su compañero en brazos, necesitaban sobrellevar el frío y esa era la mejor manera de poder hacerlo.

- Si, puede que tengas razón, a ver si te das prisa y podemos irnos, ya no aguanto más. - Aeduuard pasó su mano recubierta por un guante sobre su dorado cabello, no era una exageración decir que el frío le helaba los huesos, nunca fue de esa clase de climas.

- ¿Me lo dices en serio? Esto no es nada, pregúntale a mi madre cómo es el invierno en el norte.- La sonrisa del jóven fue fugaz mientras estiraba completamente su cuerpo luego de agacharse a recoger los últimos trozos que quedaban sobre la nieve, ya tenían suficiente así que podían volver.

El jóven rubio rodeó los ojos y subió a su caballo, era este el que llevaba la especie de "carroza" aunque simplemente era una gran caja de madera donde poder colocar las cosas. Einar imitó su movimiento y subió al suyo, que, al igual que su cabello, era de un color negro sumamente puro, si no fuera por la existencia de la nieve no podría ser visto durante la penumbra.
El camino al pueblo era corto, se encontraban a una distancia de más o menos 500 metros, por lo cuál llegar simplemente les tomó menos de 10 minutos, después de todo, presumían de ser grandes jinetes.

- Vamos, encárgate de bajar eso, veré si mi madre necesita algo más.

Simmelhag ingresó en la casa, su madre se encontraba cocinando, la diferencia de clima se notaba perfectamente, pasar de un frío que podría congelarte en poco tiempo al calor acogedor de un hogar, no existía punto de comparación entre ambos. La puerta había quedado abierta debido a que su amigo aún tenía que traer la carga que habían ido a buscar, por lo cual se dispuso a acercarse a la chimenea para buscar calor.

- ¿Ningún sobresalto?

Su madre era una persona muy curiosa y recelosa con asuntos que incumbieran a su hijo, por esa misma razón es que le gustaba preguntar acerca de todo cada vez que este salía de casa.

- Por suerte no, vimos lobos pero lo suficientemente lejos como para que no representaran una amenaza.- Su madre estuvo a punto de decir algo dándose la vuelta, Einar se adelantó a sus palabras y exclamó.- Tranquila, me encargaré de cerrar el granero antes de irme a dormir, no dejaría entrar a un lobo junto con el rebaño.

Su madre le sonrió, dándose cuenta de que su hijo la conocía mejor que nadie, a fin de cuentas era todo lo que le quedaba en la vida, su pasado le había arrebatado todo, y, aunque prefería no hablar de el, claramente le atormentaba en silencio. Aeduuard apilaba la madera fuera de la casa, claro que una cantidad debía ir hacia el interior pero no todo, mientras tanto, escuchaba la conversación de su amigo con su madre, hasta donde sabía y había oído, su madre lo ayudó a escapar cuando el era solo un niño, eso le dijeron sus padres pero también le habían pedido que no mencionara el asunto en su presencia, no tenía intenciones de hacerlo, pero al mismo tiempo le intriga a el norte y sus tierras, su gente, sus costumbres.

- ¿Piensas quedarte ahí para toda la vida? Vamos, entra.

Einar había sido criado como un niño de Inglaterra, se comportaba acorde a esto pero aún mantenía la creencia en los dioses, eso lo diferenciaba de los demás jóvenes, a excepción de el todos eran devotos a un Dios y dedicaban su vida a el, no lo veía sensato, ni siquiera le encontraba sentido, pero sabía que cada persona forjaba su destino.