The Northern Bastion: Raíces del norte.

IX

El bosque no era muy espeso, podía verse a la perfección cada punto de los alrededores, claro, si a eso le sumas los árboles se dificulta un poco, pero no era problema. Habían estado cabalgando todo el día, Aeduuard ya de había despertado y Jorid colocó una tela sobre su herida, como el sol ya estaba cayendo, decidieron parar y establecerse, tomaron un punto sobre un afluente que les permitía ver a la distancia, era estratégico debido a que solo tendrían que cuidar frente a ellos. Ataron las riendas de los caballos debajo de ellos, cerca del agua así podían beberla, Hallvard y Torfinn se marcharon, llevaron el arco para poder cazar algo de comer, llevaban ya dos días de recorrido sin detenerse, luchando en el medio, el hambre ya se transformó en un problema cuando decidieron descansar.

- Déjame ver tu herida. - Jorid intentó acercarse a Aeduuard, este la miró extrañado, ella le indicó su herida, él finalmente dejó que se acercara. - Se ve peor de lo que parece, no te preocupes, estarás bien.

Asher le había dicho a Einar que se retiraría a buscar madera, tendrían que encender un fuego para cocinar y no pasar el frío nocturno, Einar aceptó y se sentó sobre las hojas del suelo, la herida en su pierna comenzaba a doler, sin dudas sería un problema.

- ¿Tú también quieres que cure tu herida? - poniéndose de pie nuevamente se acercó hasta el jóven de cabello negro, al llegar, se sentó frente a él y comenzó a mirar su herida. -  Para la herida de tu amigo y la tuya necesitaré algunas plantas, hacer un ungüento, pero no te preocupes, estarás bien por ahora. - mientras vendaba su herida lo observó, con una sonrisa. - ¿Sabes? Lo que dije en el pueblo no fue en serio, agradezco que me hayan salvado, y quizás todo lo que nos está ocurriendo es culpa mía, por haber enfurecido a los dioses, pero realmente no quería morir allí. -

- Está bien, luego lo buscaré junto con Asher. - ajustó la tela a su pierna mediante un nudo en la parte baja. - Lo entiendo, no debes agradecerme, yo solo quería ayudar. -

- Ya entiendo. - su sonrisa ahora era algo burlesca. - fue por Lady Heid, ¿Verdad? - la jóven dió un pequeño golpe en el hombro a su compañero.

- No es así. - Respondió mirando hacia otro lado. - Es solamente que, que… - antes de que pudiera terminar, la jóven volvió a tomar la palabra.

- Ya está, lo entiendo. - volvió a sonreír. - ¿Qué los trajo hacia aquí? El grandulón y su compañero parecen conocerte, pero aún no me has dicho nada de quién eres. -

Aeduuard dormía de nuevo, con la cabeza apoyada sobre un tronco, lucía pacífico, luego de observarlo dirigió su mirada al bosque, buscando a su compañero entre los árboles, finalmente regresó a la conversación.

- Tienes razón, me conocen solamente por lo que les ha dicho el Jarl que nos encarceló. - Dijo un poco enfadado. - Venimos desde Inglaterra, o al menos es como mi madre le gusta llamarlo, dice que es el deseo del Rey entonces habla cómo si estuviera cumplido, pero venimos desde las tierras de Northumbria. Mis tierras me fueron arrebatadas de pequeño, debí escapar con mi madre debido a que un hombre nos atacó, no sé que fue de mi hermano. - Su mirada baja demostraba lo difícil que le resultaba hablar de ello, volvió a levantarla. - Vine para recuperar lo que es mío, saber si mi hermano sigue vivo y devolver el orgullo que a mí padre le fue quitado. -

- ¿Quién eres? - Parecía confundida, realmente lo estaba, aún no comprendía perfectamente.

- Soy el Noruego Einar Simmelhag, hijo de Svein Simmelhag, Jarl de Egersund, guerrero del muro de escudos. - Sus palabras fueron firmes, determinadas, sentía orgullo hacia su padre o, al menos, a lo que su madre le había contado sobre él.

- También tuve que abandonar a mi familia para salvar mi vida, entiendo a lo que te refieres. - Respondió la jóven acomodándose el cabello y mirando el agua, no se arrepentía de lo que había hecho pero sentía que algo estaba mal. - Me gustaría regresar con mi madre, pero sé que no tendría sentido, seguramente me matarían, así que. - Se puso de pie unos segundos, limpiándose el rostro. - Tu hermano, aún vive, haces bien en buscarlo, y te acompañaré lo que sea necesario para que puedas reunirte con él, salvaste mi vida, es lo mínimo que puedo hacer. -