XIV

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La noche se avecinaba y el calor se traspazaba a mi piel, lo sentía quemar tan fuerte, así como estar en una casa que se está insendiando. Tenía el cuerpo sudando y por mi cien empezaban a surgir algunas gotitas de sudor. Habíamos permanecido diez horas en el bus hasta llegar a nuestro destino, el camino fue tan largo y concidero que fue el sacrificio más bonito que pude haber hecho.

—Al fin llegamos. —expresó Axel abostesando y mirando por la ventana del bus, se podía ver muchos edificios y un montón de carros en frente del bus como muchos detrás. —¿Qué haremos hoy en la noche, mi amor? —Preguntó él.
—Nose -Contesté encogiendome los hombros algo fatigada.

Caminamos y jugueteamos con nuestras miradas hasta encontrar un hotel, nos sonreímos el uno al otro como si fuéramos tan felices al tenernos. Luego fuimos a un lugar muy hermoso, nos tomamos de la mano y entramos en el lugar. A la entrada estaban dos vigilantes pidiendo las entradas, había muchas personas y teníamos que hacer cola.

Me encantan estas plantas, las luces y colores. "Circuito mágico de las aguas" ese era el nombre del lugar.

Nos tomamos muchas fotos y hasta que no podía dejar de reír, talvés era por este sentimiento limerente, profundo, me encantaba sus ocurrencias y la manera de tratarme, sus bromas, su sarcasmo y todo lo que mostraba en ese momento.

Disfrutábamos del lugar, así nos construíamos de recuerdos.

—Siéntate mi amor. —Dijo él mientras se sentaba en una banquillo. Intenté pegarme lo más que puede para evitar el frío, ya que mis dientes chocaban y hacían un horrendo sonido.
—Mira cuentas estrellas hay en el cielo. Si logras contarlas sabrás cuanto te amo miró tan ilusionado, nos quedamos hablando por un largo rato hasta quedarme dormida.

Al día siguiente.

Ariana estaba acostada en la alfombra, solo se le escuchaba gritar desesperada. doblabando sus piernas hacía el pecho. Con una mano en la cabeza y la otra en el abdomen tratando de calmar su dolor. Miró sus manos estaban ardiendo en fuego y edematizadas y nuevamente algo le empezaba a fastidiar aún más. Esos terribles calambres que tanto odiaba.

Gritó más fuerte, pero nadie la podía escuchar.

Con todo ese dolor, trató de levantarse con mucho cuidado, buscó en el botiquín desesperada y no tenía ninguna pastilla, buscó en el armario las últimas drogas que tenía.

Pero se detuvo, sus manos empezaron a tiritar y las palabras de aquel pastor en la iglesia tocaron su mente.

Sabía que estaba mal consumir esas drogas, no quería correr el riesgo de pasar por las mismas cosas que ha pasado.

De inmediato los escupió en el basurero y salió de la habitación.

Su destino era a de su mejor amiga, Lía. Pero ella vivía al costado de la casa de Mattias. Él se encontraba a la entrada de su casa, se está despidiendo de sus amigos.

—Ariana. —saluda desde lejos y acercándose a ella.
—¡estás pálida! —La observada sorprendido —. ¿Quieres que te lleve al hospital? —busca inmediatamente en su teléfono el número del hospital.

—No es necesario —lo detuvo ella con un leve movimiento de cabeza. —Me preocupa tu situación, mira como estás, tienes edema en las manos. Bien aunque digas no, te sacaré una cita con el doctor.
—.Acompáñame. —Replicó él —.Sacaré el coche para ir.
—Está bien. —Afirmó ella, sin oponerse más.

Así pues; poco antes de llegar al hospital empezó a sentirse aún más mal.

No podía contener a la mente y no recordar que en ese hospital ocurrió la peor desgracia de su vida. Las lágrimas la desgarrar, recordó a su madre; la ternura con la que la miraba y luego verla no respirar.

En seguida el doctor llamó para pasar.
—haber cuéntame cuál es tú problema. —Preguntó acomodándose el espaldar en la silla y mirándola fijamente a sus ojos muy serio.

—No sé qué hago aquí —Exclamó ella levantándose de la silla para ir.

—Tengo un fuerte dolor de abdomen. —dijo sentándose nuevamente.
—Estas pastillas son muy buenas y las vas a tomar ahora mismo. —le ordenó después de hacerle un chequeo.

—. Vas a esperar media hora aquí, por favor, para ver si te clama el dolor.

Pasado media hora regresó el doctor y preguntó cómo se sentía.

—No tengo ningún dolor ahora. —explicó ella muy contenta.

Sabes algo... Lo que te hemos dado tan solo ha sido excipiente, es decir como te hubiéramos dado un caramelo, obviamente este no causará ningún efecto si tienes dolor.

—Sabes... —Prosiguió -.tu mente puede tener mucho poder.
Te cuento la historia de un joven.

Le diagnosticaron cáncer terminal, pronto iba a morir un promedio de seis a seis meses. Lo llevaron a casa y su familia lloraba a solas. pero nunca se lo dijeron a él. Cuando estaban cerca le decían que estaba sano. Que él doctor le había dicho que ya se sanará pronto.
El se lo creyó.
Vez como la mente pude tener mucho poder.

—¿Y qué pasó con él, no murió? —Interrumpió.

—Murió, pero fue después de diez años. Él se lo creyó tanto que cada día que se comportaba como sino estuviera pasado por alguna enfermedad.

—.Ariana, lo que está sucediendo contigo es que; lo estás dando poder a tu mente para que tus problemas se transformen en tus pesadillas y aún en una enfermedad que no existe. Este estrés está influyendo tanto en ti que de a pocos te está matando.

Tienes que pensar en positivo, evitar pensar en las cosas que te hacen daño, invierte tú tiempo en algo que te construya como persona, también que te ayude olvidarte del pasado, de los problemas, de lo que te agobia por dentro, sonríe, motivate hace deporte y come saludable.

—Gracias, bueno me tengo que ir.
—Se despidió con beso en la mejilla.

No pronunció palabra alguna cuando estaban regresando a casa y para sorpresa, Kathleen estaba llegando con Axel.

Ariana miró a los ojos de él y sus ganas de querer irse del lugar.

La Magia de Haberme Encontrado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora