Capítulo 11. ¿Novio?

26 0 0
                                    

Él.

Ni siquiera me había puesto a pensar en el hecho de si ella tenía realmente novio, aunque supongo que, de ser así, no hubiese aceptado el trato o en todo caso, me habría dicho. Tendría que quedarme con la duda o preguntarle en algún otro momento.

Aunque mentiría si dijera que no sentí intriga cuando esa llamada había entrado a su teléfono.

—Oye, ¿te molesta si me voy? Tengo un pendiente —mencionó una vez que colgó.
—No, para nada. Por hoy ya eres libre, solo veníamos por ese papel —dicho esto, termine mi trago rápidamente.
—Oh si, ¿lo enviaste?
—Si, lo firmé y se lo mande escaneado a mi asistente.

Asintió.

—Me alegra que lo hayas resuelto. Pero bueno... me retiro —dijo mientras tomaba sus cosas y bajaba del asiento.
—No, espera, yo te llevo.
—Oh, no hay problema, puedo pedir un Uber —mientras lo decía tecleaba en su celular.
—No no, vamos, yo fui el que te traje aquí.
—Pero...
—Nada, vamos —camine hacia la entrada, sintiendo sus pasos detrás siguiéndome.
—Conste —dijo finalmente.

Cuando estábamos en el auto, ella me dio la dirección y arranque directo allá. Mientras conducía y Zara reproducía su música a un elevado volumen, me daba cuenta de muchas diferencias entre ella y Sophia.

Sophia en general optaba por no decir demasiado, más que lo necesario, si veníamos charlando en el carro eran asuntos específicos. Zara por otra parte, me estaba entreteniendo demasiado con sus historias sobre las veces que había derramado una que otra bebida sobre los clientes.

—Ricardo, te juro, yo no sabía ni cómo se sostenía una copa de vino —decía sintiéndose avergonzada mientras lo acompañaba con una carcajada, como burlándose de sí misma dentro de una manera bastante graciosa— Ahora imagínate llevarla en charola...

No podía voltearla a ver demasiado por el volante en mis manos, pero cuando lo hacía, siempre tenía una sonrisa en su rostro.

Sophia prefería que fuera yo el que pusiera música en el camino, y era extraño cuando subíamos el volumen. Pero Zara iba ahí cantando de momentos y haciendo movimientos con su cuerpo tratando de bailar al ritmo de la música. De hecho, ni siquiera había cuestionado si podía poner la música, simplemente la reprodujo.

Cuando deteníamos en un semáforo, sin duda, el auto era el centro de atención por la música tan fuerte, que realmente no me molestaba en absoluto.

El sonido de su celular indicando una llamada se hizo presente, Zara contestó sin importarle que se podía escuchar todo en el auto.

—Bueno —atendió Zara.
Queridaaa, dime que ya vas a llegar, por favor —contestó una voz femenina del otro lado de la línea.
—Si claro, llego en cinco minutos, ¿llevo algo?
—Tu lindo trasero nada más, ya tenemos todo.

En el fondo se escuchaba algo de interferencia, música a lo lejos y el parloteo de varias voces a la vez.

—Vale, ya llego entonces, espérenme.
—Obvio mi amor, con cuidado —y cortó.

Zara no dio explicación alguna, la cual tampoco esperaba, realmente no tenía intenciones de adentrarme demasiado en su vida personal. Prácticamente era ella la única de los dos, que podía interferir un poco más en mis asuntos, por el trabajo en que me estaba ayudando.

Una canción más bastó para que estuviésemos por llegar al lugar.

—Aquí está bien, Ricardo —dijo quitando abruptamente la música y mirando a lo lejos por la ventana.
—¿Segura? —cuestioné al encontrarnos solo en el cruce de cuatro calles.
—Si, ya es por aquí, te agradezco —me dedico una rápida sonrisa y bajo del auto.

Bonita mentira. (Mariana Soriano)Where stories live. Discover now