Capítulo 32

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Salgo de la casa de Raúl.

Por desgracia está lloviendo.

Me subo al taxi que pedí hace 10 minutos y le doy la dirección de la casa de Mateo.

Lo único que necesito ahora es estar con él.

Llego después de 15 minutos.

Le pago al taxista y me bajo.

Me quedo bajo la lluvia mirando la puerta.

¿Qué le voy a decir?

¿Que podemos estar juntos pero tengo que entregarme a otros hombres para hacerlo?

Las lagrimas no tardan en salir.

Estoy desesperada y no sé qué hacer.

La lluvia moja todo mi cuerpo y me hace frío.

Pero no tengo el valor para tocar esa puerta y dar la cara.

Veo una sombra por la ventana y segundos después las puerta se abre.

—¡Agustina!—exclama Mateo y sale de ahí.—¿¡Qué haces en la lluvia!? Amor...—se acerca y sostiene mi rostro para mirarme a la cara.—¿Donde estabas? ¿¡Qué te hicieron!?—exclama desesperado y me abraza.

Yo no paro de llorar.

Lo abrazo y entierro mi rostro en su cuello.

—Tranquila... vas a estar bien...—susurra.—No llores...—escucho que su voz se quiebra un poco.—Por favor no llores más...

Me seco las lágrimas y lo miro.

—Te amo mucho...—susurro y le doy un beso en los labios.

—Yo también te amo mi amor... un montón.—me suelta y seguido de eso agarra mi mano.—Vamos adentro que te vas a enfermar así...

Entramos a la casa y me saco el buzo mojado, al igual que él.

Mateo agarra los dos buzos y los lleva al lavadero.

Yo me quedo parada en la puerta cruzando mis brazos porque me hace frío.

No sé qué hacer... no sé qué decirle a Mateo. No sé ni para qué vine.

—Amor...—aparece Mateo de nuevo y se acerca, agarra mi cara con sus manos y me mira a los ojos.—Decime que ese tipo no te tocó ni te hizo nada, por favor...

Niego con la cabeza y bajo la mirada.

—No me tocó...—susurro y siento un suspiro de alivio de su parte.

—Bueno... entonces vamos a ponernos ropa seca y después hablamos sobre esto...—levanta mi mirada apoyando su dedo pulgar en mi mentón.—¿Si?

Yo aprieto los labios y asiento.

Él acerca su carita y me da un beso en los labios.

—Tranquilízate amor... te juro que todo esto se va a solucionar.

Rodea mi cuello con su brazo y caminamos hasta su habitación.

Veo que él se saca la remera y el pantalón mojados y empieza a sacar ropa seca del ropero y la tira en la cama.

Me mira y se da cuenta que yo no me saqué nada. Él resopla.

—Si queres me voy para que te cambies...

—No.—digo y me acerco.—Es que no puedo dejar de mirarte...

Humedezco mis labios inconscientemente.

rain » truenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora