Capítulo XVIII: Promesas rotas

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Capítulo XVIII: Promesas rotas. [Editado]

—¡Dav! —Davina sentía como alguien movía su brazo repetidamente. —Mujer, llevo tres horas intentando despertarte.

—Cariño, no seas pesado. Déjame dormir.

—A ver como te digo esto. —De un tirón Evander quitó las sabanas de la cama. El frío hizo que Davina se despertase rápidamente. —Hay fuego y necesito que me escuches.

—¿Fuego? —De un salto se puso de pie y comenzó a vestirse.

—Esto es lo que quería evitar. —Evander murmuraba siguiéndola con la mirada. —Tú te quedas aquí.

—Evander, fuego implica heridos. Necesitan curanderos.

—Y el resto de los clanes tienen curanderos.

—Cuantas más manos mejor. —Evander se puso delante de la chica impidiéndole el paso.

—Estás embarazada. Davina, te quedas aquí. 

Sin darle tiempo a responder salió corriendo de la habitación cerrando la puerta. Davina dudo, estaba embarazada y quizás era una irresponsabilidad salir al campo de batalla. Pero allí abajo estaba su familia, su clan y si bien no podía luchar por ellos, si podía curarles. Decidida acarició su tripa y susurró, "vamos a ayudar pequeño".

El exterior era una pesadilla. La gente corría de lado a lado, todo lo que habían construido se derruía consumido por las llamas. El fuego les había pillado de improviso, los gritos llenaban el aire. Davina se estremeció, pero avanzó decidida cuando vio a Graham cargando una mujer herida. 

—¡Graham! Deja que yo me encargue.

—Mi señora, no debería estar aquí, es peligroso.

—Graham, he dicho que yo me encargo. —El guerrero miro a su señora y asintió. Evander abrió mucho los ojos al ver a su mujer atendiendo a los heridos.

—¡Davina! ¿Estás loca? —Se acercó a ella para que entrase al castillo, pero el grito de Elliot le interrumpió.

—¡Nimue! —El guerrero llegó corriendo hasta su Laird, miraba desesperadamente a su alrededor intentando ver entre las llamas. —Se ha ido a por Bryson.

Elliot maldijo y corrió en dirección al fuego. Davina le vio desaparecer entre las llamas y su corazón se estrujó un poco. Pero debía centrarse, había heridos, había vidas en sus manos.

Un poco más allá Alastair y Mackenzie luchaban espalda con espalda. Entre el fuego, guerreros del clan Mackinnon habían aparecido. Luchaban ferozmente, pero no eran muchos. 

—Te voy a reconocer que esto no se te da mal. —Mack soltó una carcajada.

—Hace falta que un clan arda para conseguir un cumplido tuyo.

Se deshicieron de los guerreros que les atacaban y miraron a su alrededor viendo donde podían ayudar. Mackenzie intentó calmarse y apartar el pensamiento de que estaba rodeada de fuego. Se centró en Alastair, en su cercanía y en la calma que le transmitía.

Un grito de una mujer surcó el aire.

—¡Mi niña! Por favor.

La mujer señalaba una casa envuelta en llamas, mientras los guerreros del clan MacLean la apartaban impidiendo que se lanzase a ella.

—Mi bebé.

La mujer volvió a sollozar. Mackenzie estaba corriendo antes de poder pensarlo.

—¡Sassenach!

Escuchó el grito de Alastair a su espalda, pero ella ya se había abalanzado hacia la casa. Su padre siempre decía que esa imprudencia era su instinto de supervivencia, ahora entrando en una casa que se caía a trozos, Mackenzie no estaba tan segura de ello.

The Healer | Highlanders IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora