Capítulo I: Un baile.

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Capítulo I: Un baile. [Editado] 

Evander sabía que no debía estar ahí. El costado todavía le dolía y estaba seguro de que si hacía movimientos bruscos volvería a sangrar, pero quería verla, quería asegurarse de que no había sido un sueño.

Se escondió detrás de un árbol cuando escuchó voces acercándose.

—No quiero ir al dichoso baile. —Una muchacha rubia apareció en su campo de visión. Parecía estar persiguiendo al Laird Murray. El Laird Murray era un Laird peculiar. Su pelo era absolutamente blanco y siempre estaba sonriendo.

—Solucionemos esto al estilo Murray. —El Laird le lanzó una espada a la chica.

Evander abrió mucho los ojos y empezó a sudar cuando la mirada del Laird se centró en él. Él no debía estar ahí. El Laird Murray sonrió de medio lado y se llevó un dedo a los labios en petición de silencio. Evander se escondió mejor detrás del árbol.

—Venga ya, Murray. No quiero hacerte daño.

—Si yo gano, elegiré con qué joven bailarás esta noche

—¿Tanto me odias? —El viejo Murray soltó una carcajada.

—Si tú ganas, no irás al baile. —Eso pareció llamar la atención de la rubia, quien agarró la espada fuertemente y se puso en posición. 

—No digas que no te lo he advertido Edwin.

Edwin sonrió. Sabía que perdería, pero tenía preparado el factor sorpresa. Mackenzie atacó con suavidad, sin usar toda la fuerza que el Laird sabía que la muchacha tenía. La vista del Laird se desvió momentáneamente al árbol tras el que Evander Mackinnon estaba escondido. Edwin no sabía que hacía el muchacho ahí, pero pensó que tal vez el destino tenía una manera divertida de solucionar las cosas.

Otro golpe de la espada de Mack le hizo dar un paso atrás. Se agachó y cogió un puñado de barro para lanzárselo a la muchacha. Mack bajó la espada con suavidad y soltó una carcajada. 

—¿Factor sorpresa? —Edwin sonrió antes de que el barró cayese en su rostro.

Así es como comenzó la batalla de barro entre un anciano y una joven. Edwin paró en seco cuando oyó una maldición.

Alastair MacLean estaba detrás de Mackenzie, quien se había agachado para esquivar el barro, y tenía toda la ropa manchada. Edwin miró a Mackenzie

—¡Oh Dios mío! —Dijo la rubia llevándose las manos a la boca, en parte para tapar la inminente sonrisa que quería salir.

—¡Oh Dios mío! —Respondió el highlander enfadado y fulminándola con la mirada. Detrás de él, sus padres sonreían disimuladamente.

***

Davina aguantó la risa al ver a su hermana fulminar a Edwin. 

—¿Vas a dejar de sonreír? 

—Debes alegrarte de la felicidad ajena, Mack.

—No cuando esa felicidad viene dada a costa de mi sufrimiento. —El Laird rio.

—¿Tu sufrimiento? Es un baile, pequeña, no seas exagerada. —Dicho esto se alejó a atender a sus invitados.

Mackenzie se giró haciendo un puchero hacia su hermana en una clara petición para que la salvase. Davina negó con la cabeza riendo y se alejó cuando vio a Alastair acercándose a Mack.

Davina siguió el camino hacia el balcón. Nunca había disfrutado mucho de los bailes, demasiada gente, demasiado ruido. Su vista se dirigió al bosque preguntándose dónde estaría aquel muchacho.

The Healer | Highlanders IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora