три

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La luz del sol apareció por la ventana tallando en el rostro de los amantes unos ojos entre abiertos desperezando a la joven antes, esta se levantó y como era costumbre se puso la camisa del superintendente y bajó a la cocina para preparar el desayuno el cual siempre que el azabache pasaba la noche junto a ella eran tortitas con miel ya que en más de una ocasión Jack comentó lo buenas que estaban las tortitas de la cafetería de al lado de la comisaría.

La joven se puso manos a la hobra y cuando ya llevaba algunas tortitas la voz ronca del mayor llegó a sus oídos.

— Hola. . . – saludó en un gruñido ronco.

— ¡Buenos días! – saludó con alegría sonriéndole por encima del hombro y volver rápidamente a su cocina.

— Huele bien– dijo oliendo alrededor sentándose en la silla que había al lado de la isla que había en la cocina.

— Es lo de todos los días,  no se que huele tan bien – hizo un giro rápido y hechó la tortita en el plato.

El azabache aprovecho y con dos de sus dedos agarró un pedazo de la ultima tortita que había puesto en el plato, pero de poco valió ya que un manotazo se llevó de la pequeña cocinera.

— ¡Auch! – se quejó frotando su mano.

— Luego te quejas de que tus tortitas no son iguales que las mías y te tengo que dar una de las mías – contestó frunciendo el ceño para volver a echar otra tortita.

Los dos se sentaron y empezaron a comer, ninguno de los dos quería decir lo notable que eras sus marcas en sus cuellos y torsos pero la joven siempre tenía un recurso.

Al terminar la comida la joven dejó su plato y subió las escaleras animada diciendo un "ahora vengo" y entrar al baño en el cual empezó a sacar su maquillaje. Tras unos minutos el azabache pasó por la puerta.

— Oye vamos a llegar tarde al trabajo  ¿me das mi camisa? – preguntó desde el marco de la puerta.

— Ayer con la tontería se me rompió, tengo otra tuya en el armario cógela. – le respondió mirándole por el espejo, este resopló y se fue a su habitación donde tenía algunas camisas, sudaderas o corbatas de él que se ha ido dejando por los días que pasaba ahí y no todos eran por la satisfacción de los dos, la gran mayoría era por eso, pero no todas.

El azabache se puso una de las camisas, su corbata y se peinó frente al espejo, la jóven entró y se empezó a vestir a su lado ya que era el único espejo de cuerpo entero que había en la casa.
Ambos tenían bastante confianza llegando a parecer amigos de toda la vida.

— Ahora me tienes que quitar esto – se señaló el cuello.

— Que si – alargó la "i", y cogió el corrector y como siempre, Jack se movía y quejaba porque estaba muy frío.

Después de una intensa pelea y agarradas de muñeca hacia el azabache se consiguió quedar quieto y la menor le echó el maquillaje en el cuello aunque igual se veía un poco.

— Nuestro color no es el mismo y si vamos a estar así más tiempo tengo que comprar tu color – se sentó frente a él en la cama con las piernas cruzadas.

— ¿Qué me quieres decir? – preguntó arqueando una ceja aún sabiendo la respuesta.

— ¡Vamonos de compras! – exclamó con una sonrisa brillante la cual cegó los vagos ojos del mayor.

— Oh. . . No no no no no – negaba moviendo las manos.

Ambos se quedaron el silencio, la menor le miraba fijamente con una mirada de "entonces te marcaré tan fuerte que se vea desde Madrid" y el azabache en un intento de ganar en el concurso de miradas dio un pesado suspiro.

— Cuando tu turno termine esperame en la puerta –

❍領袖┆ 𝐃𝐚𝐝𝐝𝐲 𝐁𝐮𝐲 𝐌𝐞 𝐀 𝐍𝐨𝐫𝐭𝐡 𝐊𝐨𝐫𝐞𝐚.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora