Capitulo 19

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ADRIK ANDERSON

Después de que Mia haya salido de el cuarto en el que estoy, oí gritos así que pegue la oreja a la puerta.

No me gustaba como el chico le estaba hablando a Mia. Aún así ella se plantaba y le decía que la termine, amenazándolo. Creí que eran algo y ese pensamiento hizo que a sintiera un pequeño y molesto dolor  en el pecho, pero cuando le había aclarado que ellos no eran nada, ese dolor desapareció. Aunque escuche como hablaba de celos que tenía él hacía mí, así que supongo que él si siente algo por ella.

Y como no hacerlo, Mia además de ser una puta diosa, es la mejor persona que podrías llegar a encontrar en tu vida.

También había escuchado como le decía que ya no sentía nada por mí y eso me ¿destrozo? de alguna forma, no sabría describir ese sentimiento. Y cuando dijo que ni siquiera me odiaba, sentí como si me sacaron veinte kilos de la espalda. Aunque capaz sólo le dijo eso para que dejara de molestar.

Salgo de mis pensamientos cuando la puerta es abierta y me golpea ya que seguía atrás de ella.

—Epa—ríe Mia—. ¿Estábamos escuchando?

Frunzo el ceño y niego con la cabeza.

—Claro.

—Si, escuche como te trataba. Parecía que en cualquier momento iba a levantarte la mano.

—No lo haría. Y de hacerlo lo castro.

Me río.

Las típicas contestaciones de la Mía O'Conner del pasado. No había cambiado.

Ella ve que me río y sonríe.

—¿Cuanto tiempo voy a estar secuestrado?

—¿Qué? ¿Ya te queres ir?—me pregunta divertida.

Me fijo en sus ojos y niego. Cuando la noto subir una de sus cejas trato de hablar de otra cosa.

—¿Qué hora es?

La habitación no tenía ventanas y lo poco que vi cuando abrió la puerta fue un pasillo oscuro con alguna luces artificiales así que no sabría decir cuanto dormí.

Mira su reloj de mano y me dice:

—Dos y media de la mañana.

¿Qué? ¿Tanto había dormido?

—El enfrentamiento fue al mediodía—recuerdo confundido—. ¿Qué me diste para dormir?

—Un mago nunca revela sus secretos—repite la misma frase sólo que esta vez finge que cierra su boca con un cierre y después cierra una de las esquinas de su labio con lo que sería una llave.

Nos quedamos en silencio y puedo ver el momento incómodo. Ella se clara la garganta antes de hablar.

—Mejor vamos a dormir.

Se agacha quedando a la altura de una bolsa de dormir en el suelo.

—Dormí vos en el colchón—le digo aunque ella ya estaba metida en esa bolsa de dormir.

—Es lo mismo. No intentes hacerte el caballeroso—me da una sonrisa.

Me agacho hasta acostarme. Me quedo mirando al techo, sin tener algo de sueño. No sé si por todo lo que dormir, a causa de lo que me dió Mia, o el simple hecho de estar acá con ella, que todo hubiese sido mentira y no estaba muerta.

—¿Por qué me salvaste el culo?—pregunto.

Sabía que no estaba dormida. De reojo la veía jugando con sus dedos. Somos dos que no podemos conseguir el sueño.

—¿Tiene que haber un porqué?

—Para todo lo hay. O por lo menos para la mayoría de las cosas. Esta es una de ellas.

Me acuesto en su dirección, mirándola. Ella está con la mirada en la pared que tiene al frente.

—Estabas sin balas y estaban acercándose los de la mafia, si no intervenía salías muerto de ahí. No podía dejar todo lo que pasamos a un lado y dejarte ahí. Yo no olvido. Fuiste muy bueno ese año que éramos novios. Me hiciste bien en su momento, Adrik, y yo soy agradecida en ese sentido.

—Pero también te hice mal—murmuro, aun así me escucho.

Esta vez me mira, despega su mirada de la pared y coloca su cachete en la almohada, con su cabeza en dirección a mi lado.

—Tampoco lo olvido.

—Hablando de eso...—intento hablar.

—Es tarde. Mañana me levanto temprano. Después hablamos—da la vuelta, dándome la espalda.

No insisto, tampoco quiero quedar como un pesado.

Trato de acurrucarme un poco con las sábanas y después de varios minutos en mis pensamientos logro poder dormirme.

👠🔪👠

Son como las ¿diez de la mañana?, algo así, y me encuentro sentado en el colchón, con mi espalda pegada a la pared. Mia dijo que iba a traer algo, cruzo la puerta y no volvió a aparecer. Hace quince minutos la estoy esperando, o eso supongo yo, me es difícil saber sin tener un reloj a mano.

Un tiempo más esperando y llega. Veo en dirección a la puerta y tiene dos bolsas en sus manos. Se dirige a mí y me da una de ellas.

—Gracias—digo en susurro al ver que era comida lo que había dentro.

—De nada—contesta.

La sigo con la mirada. Se va a sentar sobre su bolsa de dormir y saca la comida.

Me dispongo a comer, al igual que ella, la hamburguesa.

—¿Ya decidiste lo que vas a hacer conmigo?

Trato de generar un poco de conversación. Escuchar solo a nuestras bocas masticando me estaba poniendo loco. Además quería saber de todas formas lo que quería hacerme.

—Sos insistente.

—Algo, si—me encojo de hombros.

Ella le da una mordida más a su comida y después de tragar me habla.

—No, no decidí nada. ¿Tenes prisa?

—Tampoco quiero quedarme un año encerrado.

—Estaría bueno, me harías compañía—me mira a los ojos.

Levanto una ceja a modo de confusión.

—¿Vas a tener que estar un año encerrada?

—Más o menos. Por si se te olvido, todos creen que estoy muerta.

Mierda. No había pensado en eso. Debe ser jodido estar en una situación así.

—Hablando de tu muerte, ¿Maia sabe que estás viva?

Cuando la fui a ver era raro no verla destruida. Digo, fueron amigas desde muy chicas. Su vínculo era tan fuerte que se consideraban hermanas. Aunque está la posibilidad que ella no sepa la verdad, porque vi en su mirada tristeza cuando le fui a hablar. No el tipo de tristeza que me hubiese imaginado, pero cada uno tiene su manera de actuar y sentir. Tal vez ella no le gustaba demostrarlo frente a mí.

—No lo sabe.

—¿Y tu hermano?

Hace años que no lo veo. Sabía que estaba escapando de la autoridad, él era sospechoso de ser un mafioso por ser su hermano. Aunque nunca supe si se ocultaba con o sin Mia.

—¿Qué es esto? ¿Por qué tanta curiosidad?

—Es sólo que el ambiente estaba silencioso y me molestaba. Saque el único tema que se vino a la cabeza.

Suena su celular y después de ver la pantalla se para. Antes de cruzar la puerta me mira.

—Ya lo sé. Que no intente escapar porque es inútil—digo ya sabiendo de memoria su frase.

—Que lindo que lo recuerdes—dice con una sonrisa—. Aun así hubiese sonado mejor de mí.

Pongo los ojos en blanco y se va.

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