Remitente III: No hay canción de cuna.

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—Ese niño... ¿Dónde dejo mi saco?

Saihara Ninsei, el tío que le enseño todo respecto a detectives a Shuichi, iba a de arriba a abajo por todas las habitaciones de su casa.

No era que tuviese prisa, pero quería llegar con tiempo de su sobra a la cita que tendría ese día, estaba aprovechando que su sobrino había salido junto a sus amigos.

—Siempre me dice que no entre... —observó la última puerta antes de llegar a la salida al patio trasero—. Lo siento, pero esto es una emergencia.

Suspirando con resignación, Ninsei se adentró en la habitación de Shuichi, tenía la esperanza de que no lo notara cuando llegara.

—... ¿Qué es esto?...

Generalmente, Ninsei tenía la idea de que su sobrino era alguien con una obsesión por tener ordenados sus objetos personales. El cuarto decía todo lo contrario.

Una cama ordenada pero con un montón de objetos sobre ella, el escritorio repleto de cartas, recortes y fotos. Ni hablar de la mesita de noche, habían manchas de tinta por culpa de plumas reventadas.

Asegurándose de no dejar nada pudiera delatar su presencia, Ninsei se acercó lentamente al escritorio. Una vez se acercó, notó la gigantesca carpeta que estuvo cubierta por un montón de otros papeles.

—"Incidente-0497"... Agh, el maldito caso que nadie pudo resolver, ¿enserio lo has estado investigando, Shuichi? —dijo a la par que con dos dedos, se limpió los ojos—. Ni los Kirigiri pudieron dar con el paradero de Otonashi Ryoko y su hermana mayor.

Solamente tomando la carpeta para darse una idea de su verdadero grosor, el mayor de los Saihara supo que su saco no iba a estar en la habitación de su sobrino así que decidió retirarse.

Ninsei no se dio cuenta, pero al dejar la carpeta del incidente-0497, una foto cayó.

En la foto, posaba una chica con gran reputación por su belleza y talento.

Era Enoshima Junko.

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