" No puedo verte, sin embargó imaginó que eres lo mas bello que existe. "
Luego de un accidente ocurrido en Meliodas, donde desgraciadamente pierde la vista, conoce a un enfermero llamado Harlequin. Este lo deberá de cuidar unos meses, causando...
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.— Por lo que veo estas mejorando, Meliodas — comentó un doctor luego de revisar las heridas del rubio.
.— Me alegra oir eso — habló él castaño con un tono alegre.
.— Harlequin, gracias por estar cuidando de él — el hombre posó una mano en el hombro del oji-miel.
.— No me de las gracias, me divierto mucho al lado de Meliodas, nos hicimos muy buenos amigos — sonrió.
Él doctor sonrió, y miro nuevamente al rubio, quien estaba sentado en la camilla.
.— Tengo una idea — se giro para ver a Harlequin —, ve a la sala de la doctora Merlin y pídele unos lentes para él — apuntó a Meliodas.
.— Entendido.
Él castaño camino hacia él rubio y le dijo.
.— Ire a la sala de otra doctora, ya vengo, Meli — habló con una voz dulce.
.— No tardes — escucho los pasos que el castaño hacía y la puerta que fue abierta, dando a entender que ya se había ido.
Él oji-miel daba pasos apresurados por los pasillos, buscando la sala en la que la doctora se encontraba. Buscaba puerta por puerta, intentando encontrar el cartel que tenía escrito el nombre de la mujer, paso un minuto buscando, hasta que lo encontro.
La puerta blanca con aquel cartel morado que decía: “ Doctora Merlín ”, el castaño suspiro y toco la puerta, en cuestión de segundos la mujer abrió.
.— ¿Harlequin? — miro al joven de pies a cabeza —, vaya, hace tiempo no vienes a mi sala.
.— Tienes razón — soltó una risa nerviosa —, emm... Vine a pedirte un favor.
.— Claro, pasa.
La mujer se hizo a un lado para que el castaño entrará, a lo cual Harlequin a paso lento hizo.
.— Amm... ¿Tu tienes unos lentes para-
Fue interrumpido por la doctora.
.— Espera, me gustaría charlar contigo, ven sientate aquí — palmeo un asiento que estaba frente al escritorio.
.— D-disculpa no tengo tiempo, necesito unos lent-
.— Quedate solo unos minutos, seamos amigos, nunca hablamos — interrumpió nuevamente la doctora.
Él castaño se sentía algo incomodo en ese lugar, no muchas veces hablo con aquella doctora, le daba algo de miedo su voz y esa mirada seria que ella poseía, sin decir que era mucho mayor que él, aunque la mujer siempre andaba con una sonrisa, no dejaba de parecerle incómodo al oji-miel.
