" No puedo verte, sin embargó imaginó que eres lo mas bello que existe. "
Luego de un accidente ocurrido en Meliodas, donde desgraciadamente pierde la vista, conoce a un enfermero llamado Harlequin. Este lo deberá de cuidar unos meses, causando...
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Una albina esperaba la respuesta del castaño que tenía frente a ella, él solo fruncio el ceño algo confundido.
.— Si... El esta aquí, esta durmie-
No termino de hablar ya que la chica lo empujó, así ella entraba al hogar.
.— ¡Meliodas! — exclamó subiendo las escaleras.
.— ¿Que estas haciendo?
Él castaño cerró la puerta e inmediatamente corrió hacia la planta de arriba. Allí se encontraba Elizabeth buscando la habitación a la que ella deseaba entrar.
.— ¡Meliodas! ¿Donde estás? — la joven dirigía su mirada a cada puerta que había en ese lugar.
Se detuvo por un momento al mirar como el chico rubio salía de su habitación.
.— ¡Meliodas! — la albina corrió hacia el para darle un fuerte abrazo.
.— ¿Elizabeth?
Todo era muy confuso para él de ojos esmeraldas, su mente intentaba razonar lo que estaba pasando, pero no lo lograba del todo.
.— Si, soy yo. Vine para verte mi amor — colocó la cabeza del rubio a sus pechos —, ¿me extrañaste?
.— ¡Sueltalo! — el castaño intentó separarlos, pero la albina lo impidió.
.— Tu largate, ¿por que estas en este lugar con MI Meliodas? — habló haciendo énfasis en la palabra "mi", lo cual enojó al oji-miel.
.— Porqué yo estoy a cargo de el, mi deber es cuidarlo, así que cuida tu lenguaje, estúpida — sin más, el chico se lanzo hacia ella. No sabía la razón de porque había dicho eso, ni mucho menos porque se lanzo hacia la joven, pero sentía que debía hacerlo.
.— ¡Sueltame! — la albina exclamó al ver que sus brazos fueron agarrados de forma brusca por el castaño.
.— ¡Lo haré con gusto si te vas de aquí! — agregó más fuerza al agarre al oir que la joven había respondido con un "Nunca me iré".
.— ¿Que esta pasando, King, Elizabeth? — el rubio esta preocupado. Iba buscando con las manos alzadas donde podrían estar sus amigos, caminaba a paso lento por allí, pero no los encontraba.
.— Te lo diré una vez más, ¡vete de aquí! — seguía insistiendo, pero por más que diga esas palabras la albina no se rendía.
