9 Lejos o cerca

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Dos mamís lejos a cambio de una mamá cerca

El tercer mensaje fue el más original.

** Apreciado Grandurazno:

Somos dos hermanas gemelas. Tenemos una madre y una tía, también gemelas. Te las cambiamos por tu mamá. Dos por el precio de una, ¡Es una ganga! Nosotras también vamos al colegio Los Pinos, pero nuestra madre y nuestra tía aún están en China. Te esperamos esta tarde a las cinco, delante de los contenedores.

Firmado: Wang y Ling

Estuve nerviosa toda la tarde, hasta que llegó la hora de acudir a la cita. Y cuando ví a las dos hermanas esperándome donde habían dicho, me puse más nerviosa todavía. Val no pudo acompañarme, aunque quisiera, porque tenía una de esas citas aburridísimas que la obligaban a ir con la psicóloga escolar. La tercera en una semana. Pobre de mi cielo, seguro estaba en problemas.

Wang y Ling eran idénticas como dos gotas de agua. Eran un año más pequeñas que yo, por eso no las había visto nunca (yo no voy nunca al patio de los más pequeños).

—Hola, tú debes de ser Juls, ¿verdad? ¿Trajiste fotos? —dijeron, nada más al verme. —¿Fotos? ¿De qué?

—De tu mamá, pues —dijo una de ellas (aunque no sé cuál, porque era imposible distinguirlas y, además, iban vestidas igual). Jajaja claro teníamos puesto el uniforme.

—La de la página de anuncios no se ve muy bien —explicó la otra, refiriéndose a la foto de mi madre que había puesto Val junto al texto.

—No... No traje más. Pero se las puedo enseñar en persona, si quieren. Mamá tiene una librería aquí cerca. Bukulandia, ¿La conocen?

Por la cara que pusieron, entendí que no habían oído hablar del negocio familiar en toda su vida.

—Es librera? —le dijo Wang a Ling.

—Sí —contestó Ling a Wang—, una cosa menos en nuestra lista.

—¿Lista? —ahora me interesé yo—. ¿Qué lista?

—Vamos a la librería y luego hablamos —dijeron casi a la vez.

Mamá se extrañó de verme llegar acompañada a Bukulandia. Saludó a mis «amigas» y me animó a enseñarles la librería.

Pero no era precisamente la librería lo que ellas querían ver. Durante un buen rato, con la excusa de enseñarles la tienda, las dos hermanas se estuvieron fijando en mi mamá. Parecían dos espías profesionales: fingían tener mucho interés en una novela de dragones y unicornios, pero tenían los ojos clavados en la librera Lupe, que no paraba de ir y venir de un lado a otro. O se escondían detrás de una estantería, y la miraban durante un buen rato. Me estaba comenzando a poner nerviosa cuando una de ellas dijo: —Ya está. Vamos al parque de aquí al lado. En el mismo momento en que echamos andar hacia el parque, comencé a arrepentirme e no haberle contado nada de mi cita a Val, algo me hacía sospechar que iba a necesitarla. Lo peor era que, cuando se enterara, se iba a enfadar horrible conmigo, seguro.

Las dos hermanas caminaron muy seguras hasta el parque infantil. Estaba lleno de niños que jugaban y corrían, vigilados por sus madres, pero eligieron un rincón donde un árbol muy frondoso daba sombra a un banco solitario. Se instalaron allí y me preguntaron si quería sentarme. Prefería quedarme de pie. Hace tiempo que tengo comprobado que pienso mejor con la cabeza más arriba. Seguro que tiene que ver con las neuronas y el oxígeno.

Wang y Ling abrieron sus mochilas a la vez y sacaron un papel muy largo, enrollado. Cuando lo desplegaron, me di cuenta de que estaba escrito por las dos caras con letra pequeña. Wang le preguntó a Ling (o igual fue al revés):

Cositas En Venta TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora