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—¿Alo?.—Se escuchó después de 3 pitidos.

—Mamá. — un pesado suspiro.— perdona no llamar antes, he estado ocupado.

—Tranquilo ya no importa.—

—Estoy hablando con una psicóloga.— Soltó.— espero no te moleste..y...

—No me molesta que mi hijo  esté volviendose loco, ¿A qué mamá le importaría?.— Escupio con sarcasmo seco pero con dolor.

—Perdon mamá.—

—Porfavor regresa...— Suplico esta vez.

Habría aceptado, pero de repente miro a su alrededor las paredes del pequeño apartamento se hicieron más grandes que el, todo más oscuro, el ambiente más pesado. Entonces entendió, que sí regresaba su sufrimiento se volvería contra su familia.

—Tengo miedo mamá...—susurro.

—Yo también hijo, pero juntos pasaremos esto...— dijo del mismo modo.

—Perdon de nuevo mamá.— Colgó.

Recuerdos invadieron su mente, siempre fue feliz nunca le costaba sonreír ni ayudar a las personas. Todo cambio cuando se mudaron a otra ciudad.

Comenzó aburrido, había dejado a sus amigos todo por un capricho de sus padres, pero la vio a ella, un triste día lluvioso se quedó a unas clases de teatro, ella escuchaba al profesor con atención, ella que todo lo preguntaba, que todo lo anotaba, que a todo sonreía. Ella y solo ella logro llamar su atención desde el primer vista.

Camino lento a la cocina y tomo un sorbo de cerveza, y siguió cayendo en su vacío, un vacío que parecía desaparecer junto a ella. Esas noches de susurros y de caricias incandescentes, esos días de sonrisas, esos días de perfección, y es que no había otra palabra para definirla, era perfecta, para el. Pero ella no era perfecta para sí misma y aún así se atrevió a quererlo.

Sabiendo, que quizá, después de que el le decía que se veía preciosa...ella lloraría cuando estuviera sola sintiéndose fea, ¡No lo era!, No lo es, para nada. Pero se sentía asi. Teniéndolo todo, estudio, amor, amigos, vida; teniendo eso ella era infeliz.

Y eso es lo más triste de todo, que en realidad no hay una razón para estar triste, pero así se sentía ella 24/7.

La copa cayó de sus manos lentamente estrellándose contra el suelo rompiéndose en mil pedazos, como su corazón, como su ojos; ahora. En eso se basaba su vida, en encontrar respuestas.

Respuestas a su dolor.

Levantó su rostro después de escuchar un ruido, y vio el pequeño reloj que adornaba su escritorio:

4:28 a.m.

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—¿Escuchaste que?.—

—Ruidos, creo, como si alguien caminara por la casa.—

—Así no estamos avanzando.—

—¿Y si no quiero avanzar?—

—Déjala ir, solo te haces daño. Libérate para liberarla a ella.—

—¿Que sabes tu?—

—Se que ella sigue allí, y está tratando de decirte que la dejes en paz, déjala volar, ya basta.—

—Ahora eres espiritista.—

—Ahora uso la lógica, ella sufrió de depresión, ya fue, ya no está y ya no puedes hacer nada al respecto. Duela a quien le duela.

Suspiro observando a su amiga. Casi su única amiga.

—Lo pensaré.—murmuro.—

Hoy había amanecido con ganas de salir un rato, charlar con alguien y tratar de ser feliz un momento.

—Deberías quemar esos escritos, no traen nada bueno, solo son los pensamientos tristes de una chica depresiva. ¿A quien le importa?.—

—Esos escritos son ella, es su esencia y su forma de ser, tú no lo entiendes por que no lo has vivido. Quiero verte el día que sientas que una hoja es la única que te entiende, en la oscuridad, cuando salgan tus más oscuros sentimientos.—

Insomnio (#Superación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora