Prologo

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     Acto I

                   

POV Universal

¡Malditos mocosos vengan aquí!

Era una tarde tranquila pese al bullicio de la ciudad. La tarde era algo nublado, típico día de otoño. Los coches pasaban iluminando la calle que siempre se encuentra algo oscura por el tren que pasa encima de ella.

Todo mundo seguía en su rutina ignorando a aquel hombre enojado, empapado de pintura que sale de su establecimiento de artículos de arte gritando maldiciones a los chicos que huían con varias latas de pintura en sus brazos y que no conformes, hacían caras y gestos para torear al hombre que estaba más que rojo del coraje.

La gente ya veía común ese escenario. Los chicos ya muy bien conocidos por todo el barrio, solían hacerle travesuras al pobre hombre que tenía una tienda de artículos de arte.

Aquel local llevaba años en aquel callejón, vendiendo artículos usados y nuevos por igual, siempre a un precio accesible y con cómodos plazos.

Era un hombre amable pero con carácter fuerte que pese a que lo negará, su tienda era mucho más animada desde que ese cuarteto venía cada miércoles sin falta a jugarle una broma o simplemente platicar.

Usualmente las bromas se llevaban a cabo cuando los chicos y principalmente aquel rubio ceniza de temperamento endemoniado, chocaba con el temperamento gruñón del dueño.

¿Ahora qué le hiciste a Katsuki? ¿Vlad?— la vecina de la tienda, la cual vende ropa usada solamente reía al ver al hombre lleno de pintura.

¡Cállate mujer! yo no hice nada, solamente que ese chico tiene el genio de mil demonios, pobre Mitsuki con un demonio así— dice aquel hombre refunfuñando mientras regresa resignado a su puesto viendo que no importa que tanto corriera los chicos habían desaparecido.

Era típico que el cuarteto llegará a su tienda y tomarán pinturas sin pagar, pero eso no le preocupaba en absoluto, ya que siempre terminaba llegando la amable Mitsuki a pagar, conociendo lo que la pandilla de su hijo solía hacer.

Aunque debía ser justo.

Katsuki siempre llegaba a pagar doble por lo que tomaba, nunca demoraba más de dos semanas en pagar todo lo que tomaba, y aceptaba el regaño de su madre pese a haber completado el pago.

Era una pelea de egos entre el par de cenizos, o eso suponía el viejo Vlad, y está casi siempre era ganada por Katsuki, por lo que terminaba negándose al pago de Mitsuki.

Se veía que esa familia, pese a la pérdida del esposo de Mitsuki, seguía siendo unida y cálida, muy a su manera.

Por otro lado Bakugo, Kirishima, Ashido y Kaminari corrían hasta meterse entre callejones para llegar a un almacén de vagones de metro descompuestos al final de la estación.

Aquel lugar era su fuerte desde el día en que el pequeño pelirrojo lo había encontrado, y donde aquellos chicos pasaban la mayoría del tiempo.

Ellos se encontraban en una ciudad demasiado concurrida y bastante cara para vivir. Ellos no eran los más bendecidos del mundo, de hecho vivían en la periferia de aquella ciudad que no duerme, los famosos barrios bajos, lugar que siempre salía en las noticias por algún crimen y la mayoría que no vivía ahí la evitaba.

Pero eso en ningún momento fue impedimento para que estos chicos disfrutaran su vida. Amaban donde vivían, amaban el estilo pintoresco de sus calles, el folklore de sus avenidas y sobretodo ellos agradecen a este barrio que los junto en primer lugar.

Shall we Dance? *Edición*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora