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Frente al espejo podía ver las secuelas de su vida. Un rostro más pálido de lo normal, unos ojos cristalinos y unos labios resecos. No sabía cuánto tiempo había pasado desde que él se había marchado, pero parecía una eternidad.

Todo rastro de que alguna vez compartió con ella su hogar había desaparecido, sus pergaminos, sus shurikens y la primera katana que había pasado por sus manos la cual permanecía detrás del armario hasta el momento de la separación.

El llanto de Sarada llamo su atención en hizo que corriera a la sala. Ella había estado jugando en la alfombra, pero no sabía en qué momento había cruzado ese espacio directo a la cocina donde se había caído de una pequeña grada. Gracias al cielo no había pasado a mayores, más que el susto.

Sakura tomo a su pequeña hija y la arrullo tiernamente hasta que en su rostro volvió a haber una sonrisa. Todo iba bien hasta que la pequeña niña la cual empezaba a hablar pregunto por su padre.

—Pa-pa

Papá, esa había sido lo primero que dijo, resultaba cruel a cierto punto, Sasuke no debió haber hecho que la niña se encariñara con él si después iba a abandonarla como traste viejo.

Él era quien compartía con Sarada la mayor parte del tiempo y era quién jugaba con la niña cuando ella tenía trabajo en el hospital, cuando hacía los quehaceres de la casa, él la arropaba, la consentía, eso era cruel.

—Pa-pa—decía con insistencia mientras tomaba al oso que su padre le había regalado.

Sarada amaba el oso que le había regalado su padre y no había día que no fuera lo primero que tomase de la caja de juguetes si bien no dormía junto a ella.

—Pa-pa

A Sakura se le rompía el corazón escuchar la insistencia de su hija, pero ¿qué podía decirle? ¿tú papá nos abandonó? O ¿tú papá fue a cumplir una misión importante y nosotras debemos apoyarlo? Definitivamente ninguna de esas respuestas será suficiente para Sarada.

—Papa no está Sarada

Quizá podía mentir, pero no sabía hasta cuando la mentira podía durar. Sarada era una niña muy inteligente y quiera o no se daban cuenta de las cosas.

—¡Pa-pa!

La pequeña no conforme la respuesta de Sakura rompió a llorar, algo que a Sasuke le parecía maravilloso ya que eso le indicaba que sus pulmones eran los adecuados para una bola de fuego en un futuro. Qué hombre más idiota y egoísta.

—Sarada por favor cálmate—susurro Sakura tratando de consolar a la infanta, pero está se negaba y chillaba con más fuerza.

El timbre de la puerta sonó haciendo que Sakura rodará los ojos. No era precisamente el mejor momento para atender a alguien, no cuando Sarada está en pleno berrinche.

"Quizá debería dejarlo pasar", pensó Sakura sin dejar de acuchuchar a su hija.

El timbre volvió a sonar y después de unos segundos fueron toques en la puerta. Parecía que la persona al otro lado de la puerta tenía insistencia por hablar con ella.

A regañadientes dejo con cuidado a Sarada en el piso con sus juguetes quien había dejado de llorar, pero aún gemía inconforme.

—¡Voy! —grito Sakura en el momento que abría la puerta y se encontraba frente a una mujer vestida muy formalmente, pero con una falda muy corta y unos labios rojos. Obviamente no la conocía.

—¿Quién es usted? —pregunto Sakura con el ceño fruncido.

Ella se acomodo los lentes y sonrió mirándola de pies a cabeza. Sakura realmente era hermosa, pero parecía como si un tren le hubiese pasado encima. Esos no eran sus mejores días.

Quiero Ser LibreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora